Es ilógico pensar que en este siglo XXI tengamos que retomar las vías obscenas de siglos pasados, vías que sumieron a la humanidad en el atraso.
Es ilógico pensar que en este siglo XXI tengamos que retomar las vías obscenas de siglos pasados, vías que sumieron a la humanidad en el atraso. Si bien es cierto que estamos afanados en la construcción o la búsqueda de nuevos caudillos, los mismosl que nos envuelven con su manera de hablar y, obviamente, con su manera de actuar, la sociedad debe tener claro que apoyar a quienes apoyan fundamentalismos extremos, simplemente nos hace ser como ellos.
Los fundamentalismos y los extremos nunca nos han hecho bien como sociedades. Jamás los extremos nos guiarán a una armonía entre seres humanos. Hoy, más que nunca, el respeto por lo diverso debe estar presente en la mentalidad humana; debemos reconocer que en el encuentro con lo heterogéneo se tejen las opciones de pensamiento más profundas que han permitido que la vida, las relaciones humanas sean más llevaderas; las relaciones políticas y económicas entre estados alcancen los niveles de cooperación que se requieren para que el utópico avance de nuestros pueblos sea posible.
Con mucha tristeza, he visto cómo algunos sectores de la población cristiana se han volcado a apoyar al nuevo presidente de los Estados Unidos; ha sido fácil para estos sectores entregarse a él por razones “fundamentales”, pues apoyan su fanatismo en ciertos temas, dice las cosas que ellos quieren escuchar, está “haciendo” las cosas que ellos, siendo gobernantes, seguramente harían.
El “celo” por preservar las “tradiciones” cristianas de antaño los aleja del mensaje central del Evangelio; los distancia del entendimiento de las conductas nobles y fundantes de las primeras comunidades cristianas, esas que forjaron los fundadores de dichas comunidades que interpretaron el mensaje y el andar de Jesús con los desgraciados de este mundo.
Hoy, del mensaje de la inclusión antes que la exclusión, poco o nada queda, del aprecio por lo diverso no hay mucho (Gálatas 3:24-29). No comprendemos que el cristianismo en sus inicios fue un movimiento de resistencia en contra de aquellos ricos y poderosos que no comprendían lo que era el Reino de Dios y su Justicia y rechazaron al Mesías, y no conformes con ello lo mataron de manera despiadada.
Nos cuesta comprender que el cristianismo fue un movimiento caracterizado por su diversidad, un movimiento donde Pablo podía exponer su forma de pensar y no necesariamente coincidir con la forma de pensar de Pedro, como claramente se nota en aquel “incidente” de Antioquía (Hechos 15:1) y al que Pablo hace mención en la carta a las iglesias de la región de Galacia (Gálatas 2:12).
Hoy día, ya no hay una comprensión del amor por el extranjero (Salmos 146:9), sabiendo que cuando se comprende la Palabra, se comprende la extranjería Divina, se comprende que lo Divino no tiene una ciudadanía específica, es una ciudadanía diversa, una ciudadanía universal, no estática, sino dinámica, tal como resultó el viaje de Abraham por diferentes naciones, donde seguramente adquirió costumbres de otros pueblos paganos y estos a su vez adoptaron formas de vida de Abraham (Génesis 12:1-25).
Asimismo el viaje de los Hebreos por diferentes tierras, donde interactuaron con otras culturas y muchas veces adoptaron la forma de vivir de estas. Además el proyecto expansionista del apostolado de Pablo, quien de manera diligente enfatizó en presentar a Jesús como un Puente entre Dios y los hombres, en el Evangelio como un puente entre Jesús y los hombres y el Evangelio como un puente que ayude al transitar de las relaciones humanas, mas no presentó el Evangelio como algo cerrado entre muros donde con un pasaporte X y perteneciendo solo a ciertas élites se puede vivir y degustar del mismo.
Donald Trump se ha dedicado de manera sistemática en estos primeros días de gobierno a la destrucción de los logros que la administración pasada de los Estados Unidos había alcanzado en materia de derechos humanos y ambientales dentro de su propio territorio, aunque tampoco debemos creer de manera ingenua que esos logros fueron replicados con la ayuda de Obama en los países donde la “súper potencia” tiene injerencia económica y política.
Es nefasto que algunos sectores del cristianismo a nivel mundial se sientan satisfechos con algo tan adverso como Trump, solo porque habla en contra del aborto, se toma una foto con la Biblia -tradición de una amplia mayoría de los presidentes americanos-, o porque cerró la página web de la Casa Blanca que se enfocaba en los derechos civiles de las minorías sexuales.
Son estos mismos sectores del cristianismo que aplauden a Trump por haber invitado a su toma del poder a Franklin Graham, hijo del recordado predicador Billy Graham, un predicador excepcional, pero ultraconservador, quien jamás reconocerá avances en materia de derechos civiles.
Por otro lado, los sectores del cristianismo que apuestan por este tipo de liderazgo y que en su esencia son sctores fundamentalistas en la lectura de la Palabra y la exposición de la misma, esos mismos sectores que saltan cuando se ponen en evidencia algunos problemas que suscita el estudio crítico de la Palabra, esos que defienden a capa y espada los relatos creacionistas del Génesis capítulo uno y dos, pero que raramente saben explicar el porqué de dos relatos sobre el mismo tema en un mismo libro, el porqué aparece tantas veces la palabra “tierra” en ambos relatos, los mismos que defienden que Dios es el creador, y en eso podemos coincidir, pero no podemos coincidir en apoyar a un líder que atenta contra la Casa Común, a un líder que propone y sostiene que no es posible mantener las políticas ecológicas que su antecesor buscó aplicar para frenar los impactos del cambio climático en el mundo.
La encíclica Laudato sí, del papa Francisco, inicia haciendo referencia a una oración de San Francisco de Asís que dice: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba” (Laudato Sí, 2015). Francisco insiste que, “esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla”(Laudato sí, 2015).
La tierra debe ser cuidada, y es una responsabilidad individual y colectiva el hacerlo, es una responsabilidad política el establecer parámetros que conlleven al establecimiento de políticas públicas que ayuden a mitigar y corregir los errores a los que nos han llevado el vivir en una economía de consumo, una economía entregada a la tecnología, dada a la minería, a los transgénicos, al petróleo y sus derivados una sociedad cómoda, tal cual como ese tipo de cristianismo, apático a aprender sobre el cuidado de la tierra, apático a hacer una lectura ecoteológica de la Palabra.
Este tipo de cristianismo sería relevante en el presente si reconociera que es fundamental que desde sus filas y sus movimientos se exijan y luchen por los derechos fundamentales de la Pachamama, puesto que de ella también emerge vida, ella es vida en sí misma y nosotros venimos de ella (Génesis 2:7).
El Trump del discurso en campaña no ha sido muy diferente al que ya tomó posesión; seguramente lo que vendrá serán una serie de reprimendas que llevarán a una lucha social, por los próximos atentados en contra de libertades y derechos civiles de este líder. Espero equivocarme, pero serán en contra de las mujeres como se ha acostumbrado a lo largo de su vida, desconociendo el hecho de que Jesús ha dignificado a la mujer, le ha devuelto su estatus, el mismo que se pone en riesgo con personas que quieren imponer el cristianismo a Trumpazos.
Trump ya arremetió contra los migrantes, contra los hermanos musulmanes, ya arremetió contra la Pachamama, ya arremetió, en nombre de Dios, en contra de las minorías sexuales, y algunos sectores de la iglesia cristiana siguen con ingenuidad su figura, como la figura de un nuevo “mesías” que, construyendo muros, hará del hemisferio occidental un espacio seguro para todos.
Igual que Trump arremete contra los suyos, contra sus vecinos, contra sus “enemigos” políticos y contra los que un día fueron aliados de la potencia, seguramente arremeterá contra la iglesia, porque los lideres así son espadas de dos filos. Iglesia, reacciona.
Luis Alejandro Pacheco Machado – Ldo. Teología – Quito (Ecuador)
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