¿Pero cuál es esa verdad? ¿Cuál es ese conocimiento tan elevado que logra liberar al hombre de sus prisiones y darle sentido a su vida?
Pilato le preguntó a Jesús: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”. Su intención era buscar un argumento para soltarle, alguna palabra que desarmara la acusación judía para matarle, pues le acusaban de blasfemo, de hacerse igual a Dios.
Pero Jesús no tenía la intención de eludir su muerte y le dijo: “Mi reino no es de este mundo”, y luego le añadió: “Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. Fue entonces cuando Pilato preguntó lo que el hombre, aún hoy, sigue cuestionándose: “¿Qué es la verdad?”. Su pregunta no provenía de un corazón que realmente deseaba conocer la verdad, sino de alguien que pensaba que no existía, por eso no esperó la respuesta.
Este mismo escepticismo lo vemos a diario en el hombre que, desilusionado y habiendo fracasado en su búsqueda, transforma la verdad en algo relativo, cambiante, que acomoda los hechos a su antojo y los presenta como verdaderos. Nuestra sociedad dice: “Cada hombre tiene su propia verdad”, pensando que la verdad es barata y fácil de encontrar, que puede amoldarse a los propósitos del hombre.
Pilato tuvo la Verdad ante sus ojos, pero no la conoció.
La verdad es un concepto difícil de definir para el hombre. Los griegos buscaron una respuesta, los filósofos invirtieron su vida para encontrar algo que la describa o que permita ver su esencia: comenzaron por la naturaleza y, sin hallarla, la buscaron en el corazón del hombre. Pero aún siguen buscándola.
El hombre ha definido la verdad como:
- Lo correcto
- Lo que es lógico
- Lo que ha pasado realmente
- La conformidad de lo que dice con lo que se piensa
- Las cosas son verdaderas cuando son «fiables», fieles porque cumplen lo que ofrecen.
Todas éstas son respuestas circunstanciales, pero hay una verdad aún más profunda que el hombre no ha encontrado, porque la ha buscado en el lugar equivocado y por ello ha construido su vida sobre una mentira, pues se ha negado a mirar a su Creador.
¿Qué dijo Jesús sobre la verdad?
El apóstol Juan expresa en su Evangelio de manera reiterada el concepto de “verdad”, y al comienzo del libro dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Está diciendo que es completamente verdadero y que no hay falsedad en Él.
La Biblia dice que el corazón es engañoso, que no hay ninguno bueno, que todos nos hemos desviado, que nuestra mente es corrupta, y que con facilidad exageramos un hecho, lo agrandamos o lo disminuimos, utilizándolo para nuestros fines. Pero este Jesús de quien Juan está hablando es lleno de verdad.
Luego Juan recoge la más certera afirmación dicha por Jesús, del por qué el hombre busca la verdad, cuando dice: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Pero en esa ocasión, quienes escuchaban a Jesús se sintieron ofendidos y se defendieron diciendo que su padre era Abraham, y que eran hijos de Dios, que tenían su propia verdad y eran felices con ella. Pues no entendieron que todo concepto que tiene uno de sí mismo es parcial, y que existe solo una verdad que es el espejo sobre el cual podemos mirarnos y descubrir lo que realmente somos. La verdad nunca podrá ser encontrada en el corazón del hombre, porque no somos nosotros quienes damos nombre a la verdad, sino que la verdad existe por sí sola.
¿Pero cuál es esa verdad? ¿Cuál es ese conocimiento tan elevado que logra liberar al hombre de sus prisiones y darle sentido a su vida?
Para explicar el significado de la verdad al hombre, Jesús dice: “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Entonces, nuevamente, las personas que escuchaban a Jesús se incomodaron y se defendieron diciendo que ellos nunca habían sido esclavos, ni habían sido fruto del pecado, atacaron con furia a Jesús y le dijeron que tenía demonio. Más Jesús les dijo: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra” (Juan 8:43). No entendieron, no escucharon, desecharon las palabras de Jesús, prefirieron seguir viviendo en su verdad e ignoraron a quien podía hacerles verdaderamente libres.
La respuesta
Entonces, ¿qué es la verdad? La verdad es Jesucristo. La existencia del hombre tiene solo una causa: el amor de Dios, y esto es lo que le da sentido a la vida, entender que el pecado es la muerte, que sus consecuencias son tan terribles que nos impiden conocer la verdad.
La mayor prisión que sufrimos no son los problemas económicos, ni familiares, ni mucho menos las decepciones amorosas. Lo que realmente es nuestra mayor cadena y de la cual se arrastran todas nuestras angustias y decepciones, es el pecado. El pecado arruina la vida, esclaviza, anula la razón, degrada, y nos separa de Dios por la eternidad.
Dios nos dio existencia para tener la oportunidad de conocer a Cristo y, solo por Él, ser librados del pecado al conocer la verdad y disfrutar del amor y compasión del Creador. Esa es la verdad suprema, la razón de nuestras vidas: conocer a Cristo Jesús, para ser realmente libres.
Marcelo Riquelme Márquez - Pastor y Profesor - Paillaco, Chile
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