“Podía culpar a los demás por los errores pasados, las decisiones que tomé, los amigos que hice, pero al final, todo se trataba de mí. Esto era entre Dios y yo.”
En estos días se lleva a cabo la Semana Universal de Oración (SUO) y, como dice Thomas Bucher, secretario general de la Alianza Evangélica Europea, está “dedicada especialmente a orar por las personas que, por varias razones, han abandonado a Dios o a la Iglesia”.
¿Qué lleva a una persona a abandonar al Altísimo y al cuerpo de Cristo?
Interesante tema para reflexionar. Es sumamente doloroso ver a una persona alejarse de Dios. Diría que es desgarrador. Es perfectamente comprensible el sentir de Jesús, que lloró por Jerusalén recordando cuántos profetas habían sido enviados para que se arrepintieran, pero ellos no quisieron hacerlo (cf. Mateo 23:37).
La explicación más evidente para estas personas es que realmente no eran creyentes. Aunque participaban de actividades religiosas, e incluso eran miembros activos de alguna congregación, nunca habían experimentado el nuevo nacimiento. Pero la respuesta no siempre es tan obvia ni todos pertenecen al mismo grupo. También están aquellos que:
- Están fríos.
- Están coqueteando con la idea de apartarse y establecerse en un nuevo estilo de vida.
- Están confundidos al descubrir que han sido engañados durante muchos años por falsas doctrinas e ideas que les han inculcado.
- Están heridos por circunstancias negativas que se han presentado en sus vidas y no han sido capaces de afrontar, al sentirse emocionalmente desbordados, y nadie les ha ayudado.
El mayor problema reside en que muchos no son capaces de identificar las razones exactas por las cuales están transitando este camino de frialdad espiritual. A veces el puzle es complejo, así que lo mejor es poner sobre la mesa todas las fichas boca arriba y analizar cada caso. Soy consciente de que es imposible detallar al máximo cada una de las circunstancias concretas, por lo que haré una panorámica general y que cada cual añada sus propios detalles.
¿Cuál es la causa (en singular o en plural) que nos puede alejar de Dios?
Esta es la pregunta principal. En algunos casos, la culpa es del propio creyente y de nadie más. En otras, la culpa se reparte entre él, la mala enseñanza y el mal ejemplo de terceras personas. Puede ser una única razón, varias de ellas o una mezcla de muchas:
Hay tres razones más que llevan a un creyente a alejarse, incluso a apartarse por completo:
1) La que he visto con mayor asiduidad: noviazgo y/o matrimonio con un inconverso (hago alusión a cuando una persona ya era creyente –o decía serlo- en el momento de comenzar esta relación).
2) La que he visto con menor asiduidad: aquel que deja de creer en los principios básicos del cristianismo, como la existencia de un Creador, la infalibilidad de la Biblia, la afirmación de que Jesús es Dios, la Trinidad, etc. Puede ser que nadie se molestó en explicárselo; que la persona no se esforzó lo más mínimo en saber en qué creía y por qué; que se juntara con malas influencias y amistades de falsas religiones que le confundieron por completo; la lectura de libros anticristianos cuyos argumentos aceptó sin más; etc.
3) La que he observado en alguna que otra ocasión: creyentes que descubrieron que durante muchos años habían sido engañados con falsas doctrinas (teología de la prosperidad, confesión positiva, Ungidos de Jehová, etc.) y se desilusionaron del cristianismo en general. No supieron separar la verdad de la mentira, así que se alejaron por completo de la verdadera iglesia.
La iglesia en su conjunto debería analizar profundamente cada una de estas causas y tratarlas dentro de cada congregación local. Siempre hay una explicación última a nuestra forma de ser y de actuar; nadie hace nada sin una razón, aunque en primera instancia parezca oculta a los ojos ajenos.
Si eres tú el que se ha apartado o estás en proceso, te diré lo siguiente: sé que Dios no quiere que te quedes en la arena, sino que tu casa esté asentada sobre la Roca; quiere que te vuelvas a enamorar de Él; quiere verte gozándote en Él; quiere escucharte hablar de Él y de su Palabra; quiere que sigas aprendiendo nuevas lecciones; quiere que tu fe no dependa de nada ni de nadie; quiere que vuelvas a soñar con el glorioso futuro que nos ha preparado en su casa.
Pretextos siempre habrá para alejarse. Por eso te dejo con la conclusión a la que llega una chica que se apartó de Dios y descubrió dónde estaba la raíz del verdadero problema: “No fue sino hasta cinco años después de salir de casa que al final encontré mi camino de regreso a Dios. Esos cinco años implicaron un cambio de vida devastador. Le dije a la iglesia que me habían perdido, que de alguna manera era su culpa. No obstante, en realidad, yo misma me perdí. Había perdido el sentido de identidad en Cristo. Tuve que detenerme y darme cuenta de que esto importaba [...] Podía culpar a los demás por los errores pasados, las decisiones que tomé, los amigos que hice, pero al final, todo se trataba de mí. Esto era entre Dios y yo”[1].
Jesús Guerrero Corpas. Escritor. Algeciras (España)
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