No hay nada que puedas hacer para que Dios te ame más, así como tampoco nada de lo que hagas hará que deje de amarte.
Hace un tiempo leí una frase que tocó mi corazón y ha sido grabada en mi mente. Dice así: “La meta de la fidelidad es que Dios sea libre para hacer su obra a través de nosotros”[i].
Me sorprendió el hecho de que mi fidelidad a Dios, o el objetivo de ésta, distaba bastante de lo que yo creía entender. Resulta que mi fidelidad no tiene propósitos más allá de ser yo un canal limpio a través del cual el Espíritu Santo fluya y haga lo que quiera conmigo, con mi entorno y con todo lo que hago, digo y pienso. Es un propósito impresionante. Pero no es lo que nosotros solemos entender como finalidad para serle fieles.
Tal vez sólo me ha pasado a mí, pero creo acertar si digo que en muchas, demasiadas ocasiones, los cristianos andamos con el chip de que ''Dios nos bendiga'', y eso es lo que esperamos a cambio de ser obedientes, trabajadores para el reino, serviciales, y todo lo que entendamos por fieles. Pero está claro que aún no hemos entendido nada. Las bendiciones que Dios nos da (en todas sus formas) no son por otro motivo que éste: amor. Papá te ama, y te va a bendecir porque eres su pequeño/a. Su amor es único, incondicional y eterno (1 Corintios 13:8,13). Así que no hay nada que puedas hacer para que te ame más (¡su amor es grandioso!), así como tampoco nada de lo que hagas hará que deje de amarte:
‘‘Y estoy convencido de que nada podrá JAMÁS separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá JAMÁS separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor’’[ii].
Sólo había una cosa que nos separaba de Dios: el pecado. Pero sabemos que el sacrificio de Jesús ha roto esa maldición. Entonces, ¿por qué actuamos buscando su favor? ¡Si ya lo tenemos! Lo recibimos al entrar en la familia.
El verdadero objetivo por el que se nos reclama serle fieles es porque nos ha escogido como instrumentos, y nos necesita santos para que su obra no sea contaminada por nuestras impurezas. Seamos dignos de esa increíble tarea.
Lorena Castanera Caballero – Psicóloga - Sant Boi (Barcelona)
[i] Oswald Chambers, ‘En pos de lo supremo’.
[ii] Romanos 8:38-39) NTV
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