¿Es correcto afirmar basura de autoayuda a todo el género de textos de autoayuda? Mi reflexión es en respuesta al artículo “Basura de autoayuda”, publicado en Protestante Digital, el 14 de mayo de 2015, de Noa Alarcón.
No todos los libros de autoayuda tienen que ver con la felicidad. Hay temas para todos los gustos, situaciones y paladares, aunque probablemente la felicidad y el amor (las relaciones de pareja) sean los más recurrentes.
Descalificando no es la mejor forma de argumentar una idea o unos principios. Por otra parte, me pregunto, ¿cuántos libros de autoayuda habrá que leer para realizar la afirmación: “basura de autoayuda”?[i]. Es cierto que existe una variedad de libros de autoayuda, especialmente aquellos relacionados con la felicidad, la autoestima y el amor, que parecen haber sido escritos para satisfacer el ego, el narcisismo, el individualismo -en algunos casos, el facilismo o hedonismo-, más propio de una cultura posmoderna o de masas (o de una modernidad líquida, por usar una terminología de Zygmunt Bauman), o para llenar los bolsillos de algunos, o el vacío existencial de otros. Habría que ver cuál es la antropología, o filosofía, en otras palabras, la idea de persona que comunica, o como diría Max Scheler, la “antropología latente” que transmite.
Ahora bien, hay otros libros escritos por profesionales (no divulgadores como el caso de Eduardo Punset) que se han basado en teorías contrastadas o sólidas y que han recogido investigaciones serias, que bien pueden ser útiles en determinados casos, como la asertividad o la ansiedad. En algunos hospitales españoles existe una red de bibliotecas para pacientes que se utiliza como biblioterapia, y que podría servir, por ejemplo, para promover la resiliencia en dichos pacientes. El boletín (número 3 del año 2011) de la federación española de asociaciones de archiveros bibliotecarios, arqueólogos, museólogos y documentalistas recoge algunos artículos al respecto[ii].
En internet existen artículos para todos los gustos (simples afirmaciones, con una débil fundamentación, si es que la tienen, y que tampoco facilitan la fuente de la información), que se comparten habitualmente por las redes sociales. Pero el siguiente es una excepción puesto que proporciona algunas referencias sobre estudios realizados acerca de la efectividad terapéutica de los textos de autoayuda para determinadas situaciones, vale la pena leerlo: http://www.psyciencia.com/2014/10/08/separando-la-paja-del-trigo-sirven-los-libros-de-autoayuda/
Claro, faltaría conocer cuáles son esos libros de autoayuda que se están utilizando, es decir, conocer los títulos, quizás remitiéndonos a las referencias bibliográficas que hace mención. Como dice el artículo de referencia: “Las intervenciones de autoayuda no son una panacea ni mucho menos, pero pueden ser útiles en algunos casos. Y siempre serán mejores aquellos libros que estén respaldados por estudios serios”.
Volviendo al tema de la felicidad, reconozco que no he leído el libro de Eduardo Punset “El viaje a la felicidad”, por lo tanto no puedo opinar acerca del mismo. Pero sí he leído otro libro suyo “El viaje al amor”, por una investigación de doctorado que estoy realizando, y encuentro que tiene una posición biologista, más propia de las ciencias naturales. No digo que esté mal; por el contrario, entiendo que la ciencia se mueve siempre en una visión unilateral del conocimiento, pero se corre el riesgo de caer en un reduccionismo al pretender explicar una realidad compleja únicamente desde una determinada visión o posición. Esto ha dado origen al reduccionismo psicologista, biologista, sociologista, e incluso espiritualista. Posiciones que en muchos casos anulan toda libertad y responsabilidades humanas (determinismo) y no permiten ver a un ser humano orientado en un sentido de los valores.
En cuanto a la afirmación de que el fin del hombre es encontrar la felicidad, según sostiene Punset en su libro (y comentado en el artículo indicado al principio), siento disentir. Creo que se equivoca. A propósito, Viktor Frankl (1905-1997), médico psiquiatra vienés, creador de la logoterapia, que vivió en carne propia el terror de los campos nazis de concentración (cuyas experiencias están relatadas en su libro “El hombre en busca de sentido”, 2003), sostiene que el ser humano es un buscador de sentido antes que un buscador del placer o de la felicidad.
Investigaciones posteriores han podido demostrar la existencia de esa “voluntad de sentido” que afirmaba Frankl: “Lo que el hombre quiere, en definitiva, no es la felicidad en sí misma, sino un motivo para ser feliz. Lo que penetra profundamente y en definitiva al hombre no es ni el deseo de poder ni el deseo de placer, sino el deseo de sentido”[iii]. Frankl sostiene que no existe ninguna situación en la vida, incluyendo situaciones adversas que nos toca vivir, que no sea portadora de un sentido personal que descubrir y concretar. Desde luego, esta concepción va contracorriente de lo que normalmente leemos, de vivir la vida a tope, disfrutar al máximo, que solo son dos días, etc.
El creador del concepto de autorrealización, de fuerte influencia en la psicología, Abraham Maslow, mantuvo discusiones académicas con Frankl, y finalmente tuvo que reconocer que éste tenía razón[iv]: “Mi experiencia está de acuerdo con la de Frankl en cuanto se busca directamente la autoactualización (autorrealización) ... de hecho no se consigue ... Estoy plenamente de acuerdo con Frankl en que lo que primeramente concierne al hombre es su voluntad de sentido” (Frankl, 1994: 267). Lo mismo se puede aplicar con la felicidad y el placer. En relación a esto, Frankl cita la siguiente afirmación de Kierkegaard: “La puerta que da a la dicha se abre hacia fuera y se cierra tanto más cuando uno intenta por fuerza penetrar en la dicha”. Es decir, la puerta de la felicidad se abre hacia fuera, no se encuentra en uno mismo, sino en el mundo que nos rodea. Dicho de otra manera, ni la autorrealización ni la felicidad nunca pueden ser un objetivo en sí mismo, sino un efecto secundario o colateral del cumplimiento de un sentido.
Esta orientación a un sentido hace referencia a otro fenómeno que constituye la esencia de nuestra existencia: el carácter autotrascendente de la existencia humana; esto quiere decir el estar orientado a algo o alguien que no es uno mismo: “el ser humano apunta, por encima de sí mismo, hacia algo que no es él mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir, o hacia otro ser humano, a cuyo encuentro vamos con amor” (Frankl, 2001:17). Desde esta concepción de persona que propone la logoterapia, el ser humano no solo se abre o se despliega en un sentido horizontal, sino también en un sentido vertical, y aquí es donde podemos hablar de autrotrascendencia en mayúscula.
Para explicar mejor esta realidad humana o concepto de autotrascendencia, Frankl pone el ejemplo del ojo humano. Cuando el ojo está enfermo (sufre de glaucoma o cataratas) se percibe a sí mismo; en cambio, el ojo sano solo puede percibir lo que tiene delante, no puede mirarse a sí mismo.
Creo, sin equivocarme, que tanto Punset como Frankl, desarrollan su tesis desde dos concepciones antropológicas diferentes. Y esto es importante tener en cuenta, vuelvo a recalcar: la idea de ser humano que subyace en cada propuesta teórica.
Por mi parte, tengo que reconocer que desde esta perspectiva no puedo compartir la idea de basura de autoayuda, por más que algunos libros se merezcan dicho calificativo.
Nicolás Villagra Vera - Psicólogo y Logopeda - Madrid, España
Referencias bibliográficas:
FRANKl, V. E. (2001). Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. Barcelona: Herder
FRANKL, V. E. (2003). El hombre en busca sentido. Barcelona: Herder.
FRANKL, V. E. (1994). Logoterapia y análisis existencial. Barcelona: Herder.
Notas:
[i] http://protestantedigital.com/cultural/36185/Basura_de_autoayuda
[ii] Se puede leer en el siguiente link: http://www.fundadeps.org/noticias/documentos/193/Bibliopacientes-ANABAD-2011.pdf
[iii] Un libro que recoge una serie investigaciones (desde las primeras a las más actuales), como también instrumentos de evaluación, además de hacer referencia al marco teórico de la escuela psicológica denominada logoterapia es el de Efrén Martínez Ortiz (compilador), “Manual de Psicoterapia con enfoque logoterapéutico”, editorial Manual Moderno (Bogotá, 2013). También en el libro de Frankl, “El hombre en busca del sentido último” (Barcelona: Paidós, 1999) hay un capítulo sobre investigaciones en logoterapia, aunque solo hasta el año 1976.
[iv] MASLOW, A. H. (1969). “Comments on Dr. Frankl´s paper”, en Sutick, A. y Vich, M.A. (Eds). Humanistic Psychology. Nueva York: The Free Press, p. 107-112.
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