Conforme vamos sumando años, tenemos que reconocer la sabiduría de los viejos que nos tocó en suerte conocer cuando éramos niños, jóvenes o principiantes de adultos.
Llamar a cada cosa por su nombre tenía no sólo las ventajas del dominio de un amplio vocabulario, sino evitar equivocaciones como las que resultan cuando a todos los compañeros de clase, de trabajo, familiares e incluso amigos, los identificamos como “güey”(I). Así como no es lo mismo Antonio que antónimo; tampoco lo es blasfemia que herejía, ateo o laico.
De la lectura del diccionario francés de la laicidad(II) y a propósito de la opinión de algunos escritores partidarios de la existencia del derecho a la blasfemia en la república gala, es posible deducir –a partir del análisis histórico y jurídico-, que la blasfemia en ese país no existe.
Es en sí misma una actitud –verbal, pictórica o de cualquier otra forma- insultante a cualquier esencia espiritual –dios, santos, credos- considerada sagrada por quienes profesan la religión a la cual se califica negativamente.
Fue considerada causa de muerte pero, aun en el siglo XVII, Pierre Bayle destacó que los alcances de la blasfemia no van más allá de los sentimientos y la percepción en general de aquellos que veneran la realidad “blasfemada”.
Trayendo esto al momento actual de París, ¿pudiéramos juzgar exageradas las reacciones multitudinarias que en el mundo considera blasfemas las caricaturas que apelan al profeta del Islam?
Para los fundamentalistas –judaicos, cristianos e islámicos-, la interpretación literal de textos ha sido sentenciar a muerte por blasfemar en contra de Dios -Jehová(III), el Padre Trino, Alá- o sus profetas, los lleva a una generalización que considera punible con todo aquello que huela a juicio, sin un ápice de amor, como es la esencia de las religiones hoy en la carpeta del juego político.
Consecuentemente, cualquier defensor de tales excesos se siente con el derecho de lapidar, disparar, bombardear a los autores de tal “pecado”, a los cuales además de blasfemos llama herejes(IV) . Y si de perseguir se trata, aun cuando la Europa posterior a la revolución francesa ha estado de acuerdo en separar las cuestiones religiosas de las del Estado -como aquello de dar al César lo que es de César y a Dios lo que es Dios-, podemos cortar mucha tela con casos como el de las mujeres que en lo que fue la Unión Soviética o la parte oriental de este continente terminaron encarceladas por mostrar sus cuerpos desnudos –del torso, exhibiendo sus rostros en un marco de religiosidad para destacar su protesta.
Aun cuando la mayoría de las religiones en sus textos históricos admiten la muerte como castigo de la blasfemia, en Francia, después de que en 1765 le Chevalier de la Barrem fuera acusado de tales pecados –por cantar letras y tonadas consideradas irrespetuosas, y tener en su librero textos prohibidos que se juzgaron eróticos-, y, por ende, condenado a morir, tal concepto fue borrado, felizmente, de la vida política de la nación. Es en 1789, cuando los artículos 10 y 11 de la original Declaración de los Derechos de Hombre y los Ciudadanos, suprimen la noción de la blasfemia del derecho francés, y si bien esta barbaridad es retomada en la restauración, nuevamente se abroga en 1830.
Los diversos sistemas legales del mundo han pugnado por evitar las nefastas consecuencias de estas interpretaciones fuera de contexto, con la sabia separación de Iglesia y Estado. Hoy día, sin embargo, hay quien considera que un sistema educativo laico es sinónimo de una sociedad sin Dios. Hay muchos ateos que confunden el ser ajeno a toda influencia religiosa en asuntos de estado con el negar de forma contundente –racional o fanáticamente- la existencia de Dios.
No es lo mismo ateo que agnóstico o laico. Incluso existen algunas congregaciones, sobre todo cristianas, con miembros laicos muy activos, es decir, creyentes actuantes y de gran fe que no están involucrados de manera directa en el ritual religioso. Un ejemplo es el Opus Dei de la iglesia católica.
Del dicho al hecho ... el trecho a veces es muy amplio. La excomunión que la iglesia ortodoxa griega decretó en contra de los participantes de la película "La ultima tentación de Cristo” fue el origen de grandes presiones mundiales –entre ellas de pastores protestantes-, y puso en problemas a la Paramount hasta que, justamente, un cardenal francés se preguntó cómo se puede condenar un film que ni siquiera se ha visto(V). El verdadero problema –que para desgracia de la sociedad termina convirtiéndose en dogma- es poner siempre por encima de la necesidad ancestral del ser humano de religarse con su Dios la necedad de ponderar los intereses personales o colectivos, sea cual fuere la expresión de esta religión conforme a la cultura y el tiempo de cada grupo, que concluye en desunión, como la ejemplificada con la torre de Babel o en muertes violentas y manipulación de masas como lo recientemente vivido en París.
El fin, o cuando menos la disminución de estos absurdos, empieza por el uso ilustrado del divino don de la PALABRA, conociendo concienzudamente el significado, origen y contexto de cada grupo de letras, frases o libros.
Si nos afanamos en esta tarea quizá para la siguiente generación dejemos todos de ser güeyes.
Lilia Cisneros Luján – Abogada - México
[I] Mexicanismo usado originalmente como una ofensa, pero que también suele emplearse para referirse a cualquier persona sin necesidad de llamarlo por su nombre y que aplica de igual manera al género masculino como al femenino. En el argot mexicano, güey puede aludir a estúpido, amigo, enemigo, trastornado, valiente y un sinnúmero de términos que pueden resultar contradictorios.
[II] Publicado por Armand Collin.
[III] La Biblia. Levítico 24: 10-16 y Marcos 14: 64
[IV] ] En más de uno de los juicios sumarios de la inquisición, la blasfemia y la herejía se utilizaban como sinónimos; pero la herejía, si bien en si misma es también una forma de insulto, se refiere a un error en materia de fe sostenido de manera pertinaz, por ejemplo, los llamados testigos de Jehová, predican la salvación cristiana sólo que la esencia de esta es por gracia y en la práctica de los testigos resulta por obras, a saber la suma de testimonios que logren en conversiones a su fe. Dicho de otra manera herejía es una doctrina que basada en postulados verdaderos concluye con falsedades.
[V] Le cardinal Lustiger, dira même dans Le Figaro du 31 octobre 1991 : « cet irrespect d’autrui est une atteinte plus grave qu’il n’y paraît au pacte social. De telles pratiques pourraient être passibles des tribunaux ».
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