El verano pasado volviendo de Lima (un viaje de 12 horasLima-Madrid), leíun libro que había compradoen una librería de un centro comercialdías antes. Cautivó toda mi atención durante el vuelo.
El título ya era inspirador:
“Dios es visible”, pero la historia sin duda lo era más. El libro narra la aventuras y peripecias que han llevado aunaparejade médicos alemanes,y a otros muchos colaboradores, arecaudar fondos y personal suficiente para levantar un hospital de última tecnología en una remota zona de los andes peruanos.
Diospi Suyana (en quechua
Dios te espera o
Confiamos en Dios) es una imagen palpable de la realidad del amor de Dios. El
Hospital funciona desde 2007 y ya ha atendido a más de 120.000 personas. Su equipo lo componen,entre otros,35 médicos y enfermeras misioneros que no cobran por su trabajo, que han dejado sus carreras para ir a vivir a un remoto lugar peruano para atender a personas en su gran mayoría pobres.
La consulta en
Diospi Suyana valeunos 4 soles (el equivalente a poco más de un euro) y, si el paciente no puede pagar su tratamiento o medicinas, no se los cobran.
Si eso fuera poco
, el segundo gran proyecto de Disopi Suyanaes un colegio que ha empezado a funcionar este mismo mes de marzo (el curso enSudaméricaempieza en marzo y dura hasta Navidad). Pero no es un colegio cualquiera: cuenta conaulade informática yotra deciencias, algo impensable para los niños de la región.Aunque este primer curso no funciona a pleno rendimiento, tiene capacidad para600 alumnos.
Son cientos de anécdotas que componen un puzle de diez mil piezas que no se pueden atribuir más que a la mano de Dios obrando en favor de su pueblo que aún cree y confía en Él.
Cuando el proyecto era sólo una idea, muchos les tildaron de locos,o más benévolamente de idealistas.Pero si algo me ha llamado poderosamente la atención de estas personas es su perseverancia aparentemente infatigable.
Una de las muchas historias curiosas es la delingeniero alemán, el sr.Klemenz, que construyó el hospitalyse quedó a construir el colegio. Explican en el libro que al recibir la llamada del Dr. Klaus para proponerle que se fuera a Perú a construir el hospital, este ingeniero llevaba tiempo orando pidiéndole a Dios que le diera dirección sobre qué hacer con su vida.
Cuenta en otro pasaje de la historia, que al entrar en Perú en uno de sus muchos retornos al país, le requisaron el proyector digital que había usado para dar cientos de conferencias. Era uno de sus instrumentos de trabajo imprescindibles. Esta importante pérdida supuso una cadena de acontecimientos que le llevarían a conocer a la entonces primera dama del país, quien se comprometió a facilitar los trámites aduaneros de todo el equipo médico que estaba por llegar proveniente de Europa.
Y así, una vez tras otra.Sentada en mi asiento del avión no podía pensar sino que estaba leyendo una de esas historias misionerasdel siglo XIX, una de aquellas que nos han contado cuandoéramos niños, o en campamentos. Pero no, es una historia actual, de pleno siglo XXI.
No pude pude despegar los ojosdel libro hasta que llegué a la última página. Tanto es así que al llegar a casa busqué la página web del hospital para escribir una nota de agradecimiento. La sorpresa fue que al entrar más tarde en el correo electrónico tenía una respuesta del propio Dr. John ofreciéndosea venir a compartir con nuestra iglesia su historia siempre que hubiera oportunidad.Y la oportunidad llega este fin de semana que vamos a poder escuchar en primera persona estas y otras tremendas historias de la fe en acción[i].
Dios sigue obrando de maneras maravillosas, sigue habiendo personas que confían en que Su poder no tiene límites, y menos, los humanos.
Raquel Méndez Martín - Historiadora - Barcelona (España)
[i]El Dr. JohnKlaus estaráenBarcelona losdías10, 11 y 12 demayo.
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