Existen tantas definiciones de cultura como teóricos de la misma. Estas explicaciones han cambiado a través de las épocas.
“Es el fruto del influjo total de todas las instituciones que integran una sociedad” (Amaya, M. 1994)[i]; otro autor la define como
“la herencia social transmitida por la sociedad” (Green, A.W. 1956)[ii], citado por Amaya (1994).
Sumando,
"la cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad."(Tylor, Edward. 1871[iii], citado por
Bibliotheca Digital Ilce).
Asimismo, B. Malinoswki (1931) apunta que, "
esta herencia social es el concepto clave de la antropología cultural, la otra rama del estudio comparativo del hombre… La cultura incluye los artefactos, bienes, procedimientos técnicos, ideas, hábitos y valores heredados. La organización social no puede comprenderse verdaderamente excepto como una parte de la cultura".
Finalmente, Anthony Giddens, contemporáneo, ofrece la siguiente descripción:
"Cultura se refiere a los valores que comparten los miembros de un grupo dado, a las normas que pactan y a los bienes materiales que producen. Los valores son ideales abstractos, mientras que las normas son prinicipios definidos o reglas que las personas deben cumplir" (1989).
Lo anterior, sólo para describir el proceso del concepto de la cultura y de cómo en estos saberes las sociedades y sus teóricos colocan en el imaginario colectivo las propias interpretaciones de su época.
Por el contrario, cada libro de la Biblia contiene elementos culturales, los cuales el buen observador detecta de inmediato, separando estos de los principios bíblicos que trascienden las culturas de todas las épocas.
Ciertamente, el definir la cultura trae como resultado la interpretación de las diversas acciones que llevan a cabo los grupos humanos para edificar sus vidas a través de su propia actividad. Es en este contexto que en los últimos años se ha dado importancia a ultranza a la inculturación de la Biblia.
En consecuencia, si bien las Buenas Nuevas deben incorporarse en todas las culturas, lo cual implica el proceso de inculturación, éste no debe darse a la inversa, o sea, que la Biblia se convierta a la cultura. Ya lo dijo el profeta
“…Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos (Jer. 15:19-c).
En concordancia, la mega moda actual es matizar los principios bíblicos en aras de la aceptación global, de gobiernos, instituciones, colectivos y grupos sociales que han tenido la virtud de colocar en la agenda pública los temas que más convienen a sus intereses y que, muchos de ellos, transgreden los principios claros, contundentes e inalterables de la inerrante palabra de Dios.
Concedido que ninguna cultura es mayor o menor que la otra, sólo son diferentes. Existe, por supuesto, el trabajo de la
eclesia y el obrero transcultural para incursionar en las diferentes culturas, con respeto y gracia de Dios. Aprendiendo de aquellos que han sembrado con lágrimas, verbi gratia: Guillermo Carey
(La vida de Guillermo Carey), Hudson Taylor
(El secreto espiritual de Hudson Taylor), Don Richardson
(Hijo de paz), John Dekker
(Antorchas de júbilo) y Bruce Olson
(Por esta cruz te mataré), entre otros santos anónimos de la fe que engrosan el capítulo 11 de la epístola a los Hebreos.
Al mismo tiempo que todas las culturas son amadas por Dios, se tiene que reconocer lo que plasma el conocido
Pacto de Lausana[iv]. En el apartado de
EVANGELIZACION Y CULTURA del citado pacto se describe lo siguiente:
“El desarrollo de la estrategia para la evangelización mundial requiere imaginación en el uso de métodos. Con la ayuda de Dios, el resultado será el surgimiento de iglesias enraizadas en Cristo y estrechamente vinculadas a su cultura. La cultura siempre debe ser probada y juzgada por las Escrituras. Puesto el hombre es una criatura de Dios, algunos de los elementos de su cultura son ricos en belleza y bondad. Pero debido a la caída, toda su cultura está mancillada por el pecado y algunos de sus aspectos son demoníacos. El evangelio no presupone la superioridad de una cultura sobre otras, sino que evalúa a todas las culturas según sus propios criterios de verdad y justicia, e insiste en principios morales absolutos en cada cultura. Las misiones, con mucha frecuencia, han exportado una cultura extraña junto con el Evangelio, y las iglesias han estado más esclavizadas a la cultura que sometidas a las Escrituras. Los evangelistas de Cristo deben tratar, humildemente, de vaciarse de todo, excepto de su intensidad personal, a fin de ser siervos de los demás, y las iglesias deben tratar de transformar y enriquecer su cultura, todo para la gloria de Dios. (Mar. 7:8,9,13; Gén. 4:21,22; 1 Cor. 9:19-23; Fil. 2:5-7; 2 Cor. 4:5)“.
Al respecto conviene decir que los teólogos, apologetas y misioneros han respondido a los vaivenes culturales de la época que les tocó vivir y según su contexto histórico. Hoy, la aldea global nos impone hipercosmovisiones, excesos en sus comportamientos, individualismo ególatra, hedonismo y un estilo de vida cómodo ad hoc a los tiempos modernos.
Habría que decir también que el texto citado del Pacto de Lausana cobra relevancia porque sintetiza y concatena correctamente la interpretación del concepto cultura y el trabajo de la iglesia como tal. En palabras de Larry Pate, “es atravesar la rejilla cultural con el evangelio de Jesucristo” (1996).
Baltazar Zamora – Pastor y Sociólogo – México
[i]Amaya. Mariano. (1994). Sociología General. México: McGraw-Hill/Interamericana de México, S.A. de C.V. p. 46 [ii]Green, A.W. (1956). Sociology: An Analysis of Life in Modern Society. Nueva York: Mc Graw Hill. P. 71 [iv]El pacto de Lausana, una Reflexión de Pablo Davies.
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