Me encanta la pasta.No me importa si son macarrones, espaguetis, tortellini, pizza o lasaña. Estaría comiendo pasta todo el día. El problema es que, aunque la pasta en sí es buena y necesaria, hay que saber cuándo consumirla y en qué cantidad.
La sabiduría es una habilidad que se desarrolla aplicando la inteligencia (la razón) en la experiencia. Esta experiencia vivida, leída, aprendida o escuchada dotará a nuestra mente de información que debemos saber gestionar. Por lo tanto, una buena forma de ser sabio es saber administrar los recursos/capacidades que uno tiene. Ser sabio con la pasta es saber cómo y cuándo ingerirla basándonos en nuestro conocimiento sobre la composición de la pasta, las recomendaciones nutricionales, el funcionamiento de nuestro metabolismo, etc.
Hay otro tipo de pasta que engorda bastante más. El dinero.No importa si son euros a la carbonara o a la boloñesa. Nos gustan igual. Gracias a un estudio dirigido por Howard Dayton (2004), hoy sabemos que mientras que en la Biblia hay 500 versículos acerca de la oración y menos de 500 acerca de la fe, son 2350 los versículos que hablan acerca del dinero y de las posesiones. No siempre la importancia de un tema bíblico puede medirse por la cantidad de información que la Palabra aporta sobre él, pero es significativo el número de veces que diversos autores en diferentes libros de la Biblia abordan este asunto.
En Colosenses 1:17 Pablo dice que
“Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten”. Cuando el autor utiliza la palabra “todo” también se está refiriendo al dinero.
“Mía es la plata y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos” (Hageo 2:8). Larry Burkett comenta que
“cuando reconocemos que Dios es el propietario de todo, cada decisión en cuanto a cómo gastar nuestro dinero se convierte en una decisión espiritual. Ya no le preguntamos: Señor, ¿qué quieres que haga con mi dinero?, sino que decimos: Señor, ¿qué quieres que haga con tu dinero? Cuando tenemos esta perspectiva, las decisiones en cuanto a cómo gastar y ahorrar son tan espirituales como las decisiones que tienen que ver con el dar”.
La Palabra de Dios dice que somos mayordomos de Dios en la tierra.Y este título que se nos otorga no es cualquier cosa. La palabra “mayordomo” viene del latín
maior+domus. En la antigüedad, el mayordomo era el mayor entre los servidores de una casa. Dios nos ha confiado la administración de su creación y de sus dones con el fin de glorificarle. Esta verdad es definitiva para comprender que no solo no somos propietarios de nada, sino que además debemos administrar los bienes de nuestro Señor; de hecho, Él mismo nos insta a desprendernos del control sobre los bienes que “poseemos”:
“Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Cuatro capítulos más adelante leemos la historia del joven rico, que preguntó a Jesús cómo podría heredar la vida eterna.
“Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo. Ven y sígueme”. Lo interesante de la historia lo leemos en el versículo 23 del capítulo 18:
“Oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico”.
¡Qué complicado es entender que nada de lo que hemos logrado con nuestro trabajo y nuestro esfuerzo es nuestro! ¡Pero qué alegría más grande al saber que todo es propiedad de nuestro Padre y que nosotros somos los herederos! Al conocer la historia de Jesús y su sacrificio en la cruz para darnos vida, comprendemos que la herencia más impresionante que un hombre pudiera recibir no se compra con dinero. Ni siquiera con petróleo.
No tiene precio, pero sí un valor infinito, incalculable. Esta herencia es la vida eterna.
Mientras tanto, en el camino, seamos sabios y responsables. Todo lo que tenemos es un regalo de Dios. Si algo tenemos que hacer con este regalo es utilizarlo para su gloria (Mateo 25), y siempre pensando que más felices seremos al dar que al recibir (Hechos 20:35).
La próxima vez que te encuentres ante un plato de pasta, o ante una cartera con pasta, dale gracias a Dios por lo que te ha dado y pídele que te dé sabiduría para administrarlo. Quizá algún día Él pueda decirte:
“Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. (Mateo 25:21).
Daniel Bores García - Profesor, escritor y músico - España
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