Firmar en blanco

Cuando era adolescente leí en un libro escrito por Osvald Smith que la consagración a Dios es algo así como un contrato firmado en blanco; uno firma y el Señor pone las condiciones durante el transcurso de nuestra vida.

Realmente, me impactó. Y quise llevarlo a la práctica. Lo hice como una oración y entrega a Él, pero al mismo tiempo, como un contrato real, tangible.

Por eso escribí en una hoja, como título: ‘Contrato Perenne’. Dejé la hoja en blanco y, al final, escribí: ‘Por la Gracia del Señor, acepto’. Lo firmé y puse la fecha.

¡Y vaya si Dios tuvo en cuenta este contrato! A través de toda mi vida ha estado escribiendo con quién me casaré, qué suegra tendré, dónde me congregaré, qué servicio para Él realizaré… y otras muchas cosas agradables y a veces no tan agradables pero necesarias, que el Señor, por Su Gracia, sabía que necesitaba experimentar.

Esto no incluye ni excusa las malas decisiones que yo haya tomado en mi vida; errores los hubo y quizá los habrá hasta el final de mis días; pero sé que tanto la letra grande como la letra chica fueron llenadas por mi Señor, que es fiel, amoroso y paciente.

Todavía mi contrato no ha finalizado. No sé qué más agregará el Señor allí; pero no me puedo quejar, porque firmé por anticipado. Y no necesito angustiarme, porque Él sabe qué es lo mejor para los intereses de Su Reino y, en definitiva, para mí, que soy un sirviente más de Él.

Todavía conservo el papel donde firmé; pocas veces lo he mirado en todos estos años; pero las veces que lo hice, comprobé que la hoja continúa estando en blanco. ¡Y se lo agradezco a mi Señor! Porque si Él hubiese escrito efectivamente en ese papel, al leer lo que me esperaba, quizá hubiese flaqueado en la fe o me hubiera vuelto atrás del santo mandamiento que me fue dado.

Pero así, en blanco y firmado, desconociendo mi futuro, es vivir por fe, dependiendo de Él y recibiendo las fuerzas necesarias para cada día y para cada situación.


Marcos Andrés Nehoda – Pastor - Argentina