Había una vez un hombre que subía cada día al autobús para ir al trabajo. Una parada después, una anciana subía y se sentaba al lado de la ventana. La anciana abría una bolsa y, durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventanilla. Siempre hacía lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó qué estaba tirando.
- ¡Son semillas! – le dijo la anciana.
- ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
- De flores… ¡Es que miro afuera y está todo tan vacío! Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. Sería muy bonito, ¿no cree usted?
- Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros… ¿De verdad cree que sus semillas germinarán al lado del camino?
- Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, alguna acabará en la cuneta y, con el tiempo, brotará.
- Pero… tardarán en crecer, necesitan agua.
- Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
La anciana siguió con su trabajo… Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza. Unos meses después, yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores. ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje! Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto. Entonces preguntó al conductor:
- ¿Sabe usted algo de la anciana de las semillas?
- Pues ya hace un mes que murió –fue la respuesta.
El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje. “Las flores han brotado”, se dijo, “pero, ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra”.
De repente oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores…
- ¡Mira, papá! ¡Mira cuántas flores!
Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que va arrojando por la ventanilla.
***
Hace un tiempo un hermano veterano en el evangelio compartía con mi esposa y conmigo parte de sus vivencias en tiempos en que no había libertad de culto en España y me humillaba el hecho de comprobar lo apasionados que eran esos creyentes y cómo, en medio de la persecución, caminaban kilómetros para reunirse. Sembraban y no se avergonzaban de compartir el sencillo evangelio de salvación en Cristo , aprovechando las oportunidades que surgían. Veían rechazos pero también victorias. Este hermano ponía también en lugar primordial la oración . Muchos hermanos fueron fieles en hacer su parte y a veces, después de una larga espera, en muchos puntos recogieron los frutos .
También podemos sembrar tiempo , dedicado a bendecir a los hermanos, a animar a la gente, a orar por ellos, a visitarlos en casa o en el hospital, a llamarlos por teléfono (no necesariamente con llamadas largas)…, ya que como dice la Biblia en Gálatas 6:9:
“ No nos cansemos de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos sino desmayamos ”.
Demasiadas veces nos cansamos de sembrar porque aparentemente no hay resultado. Sembramos esfuerzo, tiempo para Dios, momentos para bendecir a personas, toda nuestra vida… y parece que no hay fruto, pero en el libro de Eclesiastés capítulo 11 y versículo 1 dice: “ Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás ”. Y también dice Gálatas 6:7: “ No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará ”. Si a veces usamos este versículo para aconsejar a los demás diciéndoles que no hagan cosas malas ya que eso será lo que recogerán, ¿por qué no aplicarlo también para animarnos unos a otros a sembrar cosas buenas, tales como palabras de bendición o de ánimo?
Marcos 4:26 dice: “ Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo ”. En la vida cristiana creo que es fundamental regar todo con oración, pero según este versículo no tienes que hacer nada para que haya fruto… Tu parte es sembrar sin desmayar . La Biblia dice que a Su tiempo recogeremos si no desmayamos , aunque en el caso de la anciana de nuestra historia fueron otros los que disfrutaron las bendiciones de la cosecha. Ella soltó la semilla confiando que brotaría por sí misma, sin importar quien lo vería, aunque creo que tarde o temprano nosotros veremos todo o parte del fruto si somos fieles en la siembra. La cosecha no depende de ti ya que sólo el Espíritu Santo puede convencer, pero pidámosle a Dios oportunidades para sembrar.
Recordemos la historia de George Müller , y la impresionante obra que Dios hizo a través de él en Bristol (Inglaterra), donde con una fe sencilla en la provisión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, fundó y llevó a buen puerto varios orfanatos sin pedir dinero a nadie. Su confianza en Dios y la misericordia práctica llevaron a la bendición de ver muchísimas vidas impactadas y transformadas integralmente pero, por otro lado, destaquemos lo que se cuenta sobre él en cuanto a su oración por la salvación de cinco amigos suyos . A los cinco años de oración uno de ellos vino a Cristo. A los diez, dos más llegaron a ser salvos. Durante 25 años él continuó orando por los otros dos, y el cuarto fue salvo. Hasta su muerte él no dejó de interceder por la conversión del quinto. Unos pocos meses después de fallecer George Müller, el quinto amigo se entregó a Cristo.
Para mí este hermano es un ejemplo de una siembra constante en todas las áreas de la vida y, por supuesto, Dios es fiel y, si hacemos nuestra parte, Él hará la Suya, aunque quizá nosotros no lleguemos a ver al 100% toda la cosecha, como en el caso de este “ padre de huérfanos ”.
Manolo Lagoa – Repartidor de Publicidad – A Coruña (España)
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