El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Pablo Martínez Vila, coautor de la ‘Guía pastoral para la prevención del abuso espiritual’, explica las causas del problema y cómo afrontarlo.
En los últimos 30 años las iglesias evangélicas está creciendo en el ámbito hispanoamericano. Un crecimiento que no está exento de riesgos y peligros, entre ellos, el de un liderazgo mal ejercido que caiga en el abuso.
El abuso espiritual es una situación que la humanidad ha enfrentado a lo largo de toda la historia. Es por ello que los profetas, Jesús y los apóstoles lo denunciaron y advirtieron de este peligro.
La ‘Guía pastoral para la prevención del abuso espiritual’ es una edición pionera de la Alianza Evangélica Española, que pone énfasis en los peligros de caer en prácticas no siempre conscientes de abuso hacia la congregación, y aboga por un pastorado que se asemeje al de Jesús.
Uno de los autores de la guía, el doctor psiquiatra evangélico Pablo Martínez Vila, comparte en esta entrevista su perspectiva sobre qué es el abuso espiritual, cómo es el perfil del abusador, y los recursos de la iglesia para prevenir y sanar sus heridas.
Pregunta. ¿Es el abuso espiritual un problema que la iglesia evangélica puede haber ignorado o silenciado en los últimos tiempos?
Respuesta. En España la iglesia evangélica ha pasado de una época en la que su mayor problema era sobrevivir como comunidad a una etapa de mucho mayor crecimiento, y esta época se presta a que surjan estos problemas de abuso espiritual, que están relacionados con el corazón humano.
Allí donde hay seres humanos está la tendencia que sale de nuestro corazón al abuso. Si ha habido abuso espiritual no ha sido de forma deliberada o consciente, ni que se haya ocultado de forma intencional. Es a medida que vamos conociendo el problema que podemos darnos cuenta de que existe, como ocurre con las enfermedades. Ahora que sabemos lo que es una depresión, podemos diagnosticarla mejor. Lo mismo ocurre con el abuso espiritual.
P. En la Guía, la primera característica que mencionas del abusador es el “egocentrismo”. ¿Es posible que en el cristianismo contemporáneo, con su énfasis en la singularización de la relación con Dios y el afán por generar liderazgo, no se esté lo suficientemente alerta ante este mal?
R. Indudablemente. Esto es una realidad. El egocentrismo es uno de los pecados que pasan más desapercibidos, de los que somos más inconscientes. El egocentrismo es apacentarse a sí mismo. De ahí viene la palabra abuso, “ab-uso”, un uso desviado hacia sí mismo, de beneficio propio. Es una idea parecida a la del desvío de fondos. El egocentrismo ha existido siempre, pero el apóstol Pablo lo describe de forma adecuada al advertir de hombres “amadores de sí mismos”. Personas que buscan su propio beneficio o interés. Está ligado a un problema que comparte toda nuestra sociedad, el individualismo. Ambas cosas van de la mano.
P. ¿En qué consiste la manipulación que se produce por parte del abusador espiritual?
R. No son características que sólo aparezcan en la religión cristiana, sino que pueden darse en cualquier religión donde hay una figura de autoridad -como los gurús en las religiones orientales-. Lo resumo con tres “P”, tres aspectos que suelen ir juntos. El abusador manipula con el poder, el privilegio y la presión.
En cuanto al poder, el abusador se pone a sí mismo en un plano superior, por encima de las personas. En lugar de someterse a otros, someten. Es una perversión diabólica pero no siempre consciente.
El privilegio es una consecuencia del anterior. Los abusadores se sienten libres, exentos de cumplir lo que están exigiendo a los demás. Esto el mismo Jesús lo describe muy bien al denunciar a escribas y fariseos.
La tercera es la presión, la exigencia. Ponen sobre las personas un yugo difícil, una pesada carga. Normas, obligaciones, un legalismo asfixiante, muchas veces generador de culpa. Así es como actúa el manipulador.
P. Podemos identificar también a un abusador espiritual por contraste. ¿Qué características nos señala la Biblia que tiene un buen pastor?
R. Podríamos escoger muchos pasajes, pero escojo el de 1ª Pedro 5:2-4. Allí se mencionan las tres características:
Una auténtica vocación. Pedro dice: “no por fuerza, sino voluntariamente”. El pastorado no puede ser sólo un oficio o un trabajo, sino también una vocación. El verdadero llamamiento viene de Dios y es fundamental para evitar el mal profesionalismo que puede derivar en abuso.
Una motivación correcta. Pedro dice: “No por ganancia deshonesta”. El buen pastor no trabaja por dinero, no es un asalariado. Por supuesto, tiene derecho a un salario digno, como indica Pablo. Pero la motivación es el amor a Cristo. Al amar a Cristo, ama al rebaño de Cristo. Esta es la gran diferencia con el abusador que se ama a sí mismo.
La tercera característica es el espíritu de siervo. Pedro dice: “No teniendo señorío de la grey”. El rasgo esencial del buen pastor es la humildad, no busca enseñorearse, sino servir. La palabra siervo es sinónimo de ministro, el cual viene del término latino “minus”, que significa “menos”. Esto es lo que nos enseña Pablo en el cántico de Filipenses, donde vemos el ejemplo de Cristo, que se hizo menos para servir.
P. En la guía mencionas que hay otro extremo, el del “consentidor espiritual”. En una época en la que la disciplina casi es tabú, ¿cómo evitar caer en esta dejadez en la iglesia?
R. Menciono una palabra de precaución. Este extremo se produce con un cristianismo bajo en calorías. Es importante dejar sentado que cuando hablamos de denunciar o luchar contra el abuso, no abogamos por pastores de personalidad débil. Pastores con una personalidad fuerte o dominante aparecen en la palabra de Dios, así que no abogamos por pastores débiles.
Tampoco abogamos por un discipulado light, sin esfuerzo ni disciplina. Lo que llamamos “una vida cristiana de Disneylandia”. La salvación es gratuita, pero en el discipulado no hay rebajas.
Y tampoco abogamos por una iglesia club, más cercana a un club social que a una comunidad de discípulos de Jesús, que fue radical en tantas cosas.
P. A pesar de los peligros mencionados, la iglesia tiene respuesta al abuso espiritual. ¿Qué recursos espirituales disponemos para evitar, salir o curarnos del abuso?
R. A mí me gusta resumir el conjunto que tenemos con una palabra: edificación. La edificación de la iglesia es la vacuna contra el abuso. Es de lógica, porque el abuso lleva a la destrucción, y contra ella, tenemos la edificación. Así lo percibimos en las cartas de Pablo, por ejemplo, en la que escribe a la iglesia de Corinto, donde muchas veces se menciona la palabra “edificar”.
La edificación nos lleva al crecimiento, y el crecimiento, a la madurez en Cristo. Esta es la meta de todo pastoreo, crecer para llegar a ser como Cristo, “que Cristo sea formado en vosotros”, como indica Pablo. Así que nuestra obligación es hacer que todo apunte a Cristo, el buen pastor por excelencia. Él debe ser nuestro modelo y quien nos capacita para esta labor.
La guía está disponible en la web de la Alianza Evangélica Española para su descarga gratuita, aunque se anima a quienes lo descarguen a que den una aportación económica voluntaria, tanto para costear los gastos de producción como para apoyar con parte de lo recaudado a entidades que están trabajando con refugiados.
Pueden descargar la guía aquí.
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