Salir de la comunidad cristiana de la que uno ha formado parte por años no siempre es una decisión egoísta. Ni tiene que ver necesariamente con un conflicto o desacuerdo importante. Así que, ¿cómo cerrar la etapa en tu iglesia cuando Dios te llama a otro lugar? ¿Cómo despedirse con amor y reconociendo el bien que una comunidad cristiana ha hecho en tu vida? Cara Joyner explica algunas claves en la revista Relevant, que adaptamos aquí.
“No sabía que sería tan duro. No me imaginaba realmente cómo sería separarnos de la comunidad que nos ha visto crecer. El edificio y la gente que eran sinónimo de hogar. Y después de 22 años en aquel lugar, irnos nos pareció como irnos de casa”, explica Cara Joyner,
escritora freelance. Aun “sintiendo de parte de Dios que era la decisión correcta”, su experiencia le mostró algunos aspectos que deben cuidarse en el proceso.
1. MARCHA CON GENTILEZA
Las emociones son importantes, pero pueden ser engañosas. Pueden afectar a nuestro juicio y tentarnos a decir palabras que no son ni beneficiosas ni sabias en el momento de marchar. Sentar a tu pastor para sacar todas tus heridas para salir después por la puerta o ir por la comunidad creando pequeños incendios justo antes de dejar la iglesia definitivamente es insensato y egoísta. No quemes puentes en el momento de marchar. Aprovecha ese tiempo de despedida para decir “gracias”.
2. HONRA A LAS PERSONAS QUE TE GUIARON HASTA AQUÍ
Los pastores que trabajaron sus predicaciones, te visitaron en el hospital, se quedaron a recoger. Las personas que hicieron comidas cuando necesitabas apoyo, las personas de cierta edad que te dijeron que estaban orando por ti (y que lo decían en serio), los líderes de jóvenes que se preocuparon por necesidades prácticas.
Es fácil salir de la casa en la que has estado viviendo y hundirla con críticas sutiles (o muy directas). Es fácil hablar de los problemas cuando ya no lo llamas tu hogar. Cuando hables de tu anterior iglesia escoge tus palabras sabiamente, recordando que son la “esposa” de Cristo de la misma forma que lo es tu nueva congregación.
3. NO PIENSES QUE SABES MÁS QUE LOS QUE SE QUEDARON
Cuando percibimos que Dios nos llama en una nueva dirección, es fácil que miremos por encima del hombro y pensemos que hemos “superado el pasado”. Y de ahí el trecho es corto hasta la sensación de haber descubierto algo increíble que otros no son capaces de ver.
Recuerda que, sea lo que sea que te ha llevado a tomar la decisión, tiene que ver contigo de una forma personal. Al despedirte, mantén tus motivos contigo mismo y en los lugares a los que Dios te está llamando. No juzgues a las personas a las que Dios llama a mantenerse en el lugar en el que están.
4. NO RECLUTES A GENTE PARA TU NUEVA CAUSA
Es posible que la iglesia de la que sales ya no es la comunidad adecuada para ti, pero probablemente sí sea la comunidad adecuada para mucha otra gente. Cuando empezamos a reclutar gente para la iglesia que hay al otro lado de la ciudad, estamos dejando de mostrar respeto por la iglesia de la salimos, y en general, por el cuerpo de Cristo. La iglesia está formada por congregaciones locales distribuidas por toda el planeta. Reclutar de una a otra es competitividad y muestra un falta de perspectiva en cuanto a la realidad amplia del Reino de Dios.
5. TÓMATE TU TIEMPO
La tentación en una transición como esta es tirarte de cabeza en la próxima etapa. Date un espacio para orar, escuchar y asistir a cultos en tu área, sin llegar a la conclusión de saber perfectamente qué es lo siguiente.
Cuando creas que has encontrado un lugar, tómate tiempo para conocer a las personas. En lugar de aparecer el primer día con una lista de sugerencias y diez formas en las que puedes ayudar, simplemente preséntate. Intenta comprender su “cultura” antes de ofrecerte como miembro del equipo de alabanza o pedir predicar en la próxima conferencia. Tómate tiempo para conocer la comunidad y deja que ellos te conozcan a ti.
6. NO CONVIERTAS EL CAMBIO DE IGLESIA EN UN HÁBITO
Es razonable pensar que en algún punto de nuestra vida adulta nos planteemos la posibilidad de cambiar a una nueva comunidad cristiana. Pero es poco probable que Dios nos esté “llamando” a una nueva comunidad cada dos años. Cada iglesia están llena de personas rotas y nunca será perfecta, y todos contribuimos a estas imperfecciones.
Considera en oración dónde vas a quedarte y a partir de ahí, planta raíces profundas que puedan cobrar más fuerza en etapas difíciles y que resistan a decepciones o al conflicto. Saltar de iglesia en iglesia cada pocos años dice más de nosotros que de las iglesias de las que hemos salido.
PABLO Y LA IGLESIA DE CORINTO
La carta de Pablo a los Corintios es conocida por cómo describe el significado de amarnos los unos a los otros. Es interesante que Pablo tuvo una relación dificultosa con la iglesia en Corinto, hasta el punto de mantenerse a cierta distancia en alguna ocasión con el fin de no crear más frustración.
Sabiendo esto y reflexionando sobre el capítulo 13 de Corintios, ganamos una perspectiva fresca sobre cómo amar a las comunidades cristianas de las que hemos salido. Amémoslas de una forma paciente, amable y que no mire por nuestro propio interés. Amémoslas de una forma que no sea orgullosa o irrespetuosa.
Amémoslas sin mantener la cuenta de los errores que hayan podido cometer. Amémoslas de una forma que las proteja, tengamos esperanza en su futuro y pidamos a Dios que las proteja de conflictos. Ojalá esta sea la forma en la que amemos a nuestra iglesia, aun después de haber dicho adiós.
Este texto es una adaptación del artículo “6 things to remember when leaving your church”.
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