Los contenidos virales que circulan por Internet nunca se han distinguido por su veracidad. Pero en su lucha por atraer lectores, los sitios de noticias están provocando que la línea entre realidad y ficción sea cada vez más borrosa. Mientras, alegan que todo es parte del negocio en el agitado mundo del periodismo digital. Y esto llega a los medios evangélicos de igual forma.
En los últimos meses,
varias noticias que han circulado a toda velocidad por Internet, cosechando millones de visitas, resultaron ser falsas o adornadas. Desde una historia en Twitter sobre una bronca en un avión, que el escritor dijo después que había sido en realidad un relato corto, hasta una carta a Santa Claus en la que un niño que marcaba con una pinturilla el enlace a la web de Amazon, pero que en realidad fue creada por un humorista en 2011. Sin olvidar un ensayo sobre la pobreza que recaudó 60.000 dólares en donaciones hasta que su autor reveló que era más impresionista que real.
En medios evangélicos se ha hablado del
chip de Obama, del
pastor que se ahogó al querer caminar sobre las aguas, o un
“pastor homeless” que se presentó disfrazado de vagabundo en su nueva iglesia. Todo demostrado ser falso a posteriori pero que de entrada se aceptó como real y se difundió como la pólvora.
Para los medios que las publican, son la mezcla perfecta de emoción y entretenimiento que atrae lectores y proporciona lucrativos ingresos publicitarios. Cuando se descubrió que las historias eran falsas, se reconoció que algo había fallado en su verificación, pero también de que se hará poco al respecto mientras su publicación atraiga clics.
El caso es que
muchos de los medios que publicaron los artículos recientes —Gawker, BuzzFeed, The Huffington Post y Mashable entre otros, muchos evangélicos también— no consideran que las historias virales inventadas choquen con las noticias serias que publican junto a ellas. Porque The Huffington Post ganó un premio Pulitzer en 2012, Gawker fue uno de los primeros sitios en informar sobre el consumo de cocaína del alcalde de Toronto Rob Ford, y BuzzFeed está creando equipos de periodistas de investigación y de corresponsales.
Los responsables de los sitios digitales reconocen que
el problema es encontrar un término medio entre la autenticidad y la necesidad de actuar rápidamente en una era hiperconectada. “Manejamos un volumen de información que impide aplicar los estrictos criterios de rigor que tienen otras organizaciones”, explica John Cook, redactor jefe de Gawker, que dio publicidad al ensayo sobre la pobreza, obra de una mujer llamada Linda Tirado.
“El metabolismo más rápido de la era digital sitúa en desventaja a la gente que contrasta las informaciones”, señala Ryan Grim, director de la oficina de The Huffington Post en Washington, que se hizo eco de los tuits ficticios sobre el avión, la carta a Santa Claus y el ensayo sobre la pobreza. “Si publicas algo sin corroborar la información, eres el primero en hacerlo, logras millones de visitas y, aunque después se demuestre que es falso, ya has obtenido esas visitas. Eso es un problema. Es el incentivo equivocado”, lamenta.
Pero Cook cree que los lectores saben discernir qué contenido es serio y cuál viene de la Red sin un filtro periodístico. “Asumimos que nuestros lectores poseen cierto grado de conocimiento y escepticismo”. Benton lo expresa de otro modo: “Este tipo de periodismo consiste en señalar algo y decir: ‘Miren esto, es interesante”.
No está claro hasta qué punto preocupa a los lectores si una noticia fascinante es cierta o no, al menos a la hora de hacer clic sobre ella. Según Melanie C. Green, psicóloga social de la Universidad de Carolina del Norte, aunque la gente diga que le preocupa profundamente, su respuesta emocional no coincide con sus afirmaciones. La gente las lee tanto si son veraces como si no. “Es igual que el cine o los libros”, señala. “Queremos ver algo nuevo, quizá escapar de nuestra vida diaria”.
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