Ha pasado poco más de un mes desde la tragedia vivida en Filipinas tras el paso del tifón Yolanda, una tormenta que dejó miles de víctimas mortales y millones de afectados por pérdidas que aún son difíciles de ponderar.
Recién llegado de Tacloban, Daniel Banyuls, director del Ministerio de Obra Social de la UEBE, explica lo que han encontrado en el terreno. “Todo está patas arriba”, dice a Protestante Digital. “Para todo, todo es complicado: encontrar agua, comida, material de construcción...”.
Lo primero que le impactó es el efecto físico que ha dejado el paso del tifón, que
se percibe casi como si acabase de suceder. “Ves
zonas enteras donde no hay nada: queda sólo terreno liso. Imagínate una ciudad que se va a construir, donde sólo se viesen las calles y nada más... Así han quedado muchos barrios, todo alisado”, expresa Banyuls.
La situación actual exige
cubrir las necesidades básicas. Alimentos, agua, medicinas o un techo donde refugiarse son todavía problemas diarios que enfrentan los supervivientes. “Aún estamos en la fase de contingencia”, explica Banyuls, una fase en la que la ayuda directa que llega a través de ONGs y otros agentes es imprescindible.
EXTENSIÓN DE LA CRISIS HUMANITARIA
En las provincias de
Samar, Leite y Lloilo está desarrollando su trabajo Tear Fund, contraparte local de Alianza Solidaria. Francisca Capa, directora de la ONG, concuerda en el diagnóstico de Banyuls. A las necesidades básicas de alimento y medicinas se agrega la de un refugio. “Se está proveyendo de lugares de refugio dónde puedan ser albergadas las personas que han quedado sin techo. El acceso a agua de calidad tardará todavía bastante.
Habrá que limpiar de escombros la zona y acometer obrasestructurales, pero para esto todavía queda mucho...”, informa Alianza Solidaria.
Mientras tanto
“se están habilitando espacios que puedan dar cobijo, ya con tiendas de campaña, ya en iglesias que por tener una estructura más sólida se salvaron de la devastación”. Otra de las iniciativas que llevan adelante es la de la “reagrupación familiar”. “Sobre todo –explica Capa en su carta- buscando parientes cercanos a niños que han quedado en abandono”.
SORPRESAS EN MEDIO DEL CAOS
A pesar de las complicaciones, Daniel Banyuls cuenta que han encontrado una población agradecida.
“Nos han recibido con un trato humano y una amabilidad que no son normales en medio de una pérdida así. Hemos estado en Haití y la gente mostraba más su disgusto y su dolor... En cambio, he visto a la gente con una sonrisa, con amabilidad y cortesía”, dice.
La actitud de los cristianos está llamando la atención. Banyuls y su equipo han estado en contacto con
varias iglesias evangélicas que están volcadas en la ayuda. “Todos los pastores están implicados ayudando a las víctimas; y algunos de ellos lo han perdido todo. Nosotros hemos estado ayudando en un operativo médico, atendiendo las necesidades que se iban presentando, y trabajar con ellos ha sido un privilegio”.
Además,
se abren oportunidades “para hablar del evangelio. Esta tragedia trae esos detalles de humanidad”.
OLOR A MUERTE
La gravedad del tifón y sus consecuencias, sin embargo, no parecen haber calado en los medios informativos como ocurrió en otras ocasiones. En la carta enviada este 12 de diciembre,
Francisca Capa expresa la necesidad de continuar atentos a las necesidades que se presentan en la zona.
“La cifra de muertos que ha dejado el tifón Yolanda es incierta, pero por muy grande que esta fuera, los muertos sólo necesitan un entierro digno.
Son los supervivientes los que necesitan y van a seguir necesitando nuestra ayuda. Y son más de 10 millones de personas las que han quedado afectadas”, explica Capa. “Esperamos poder seguir enviando más ayuda en la medida que las personas e iglesias de España sigan teniendo a Filipinas en el centro de su pensamiento y de sus corazones”.
Banyuls también mostraba su sorpresa por la escasa repercusión mediática.
“La crisis va para largo. Es una tragedia poco publicitada, pero es del calibre del tsunami de hace ocho años o de Haití, pero en un lugar más reducido.
Es un desastre completo y total, donde aún queda olor a muerte”. Banyuls afirma que espera volver a visitar el terreno pero ahora están comprometidos a “mantener la llama y la antorcha encendida, para que se transmita la necesidad que hay”.
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