A finales de abril murieron más de 1000 personas en el derrumbe de un edificio en Bangladesh que albergaba talleres de confección. Mucha de la ropa allí creada era destinada a países como España. Las personas que trabajaban en aquella fábrica, como muchas otras que elaboran nuestra ropa, eran explotadas y trabajaban en terribles condiciones. Podemos decir que millones de personas se matan -a veces literalmente- a trabajar para que nosotros podamos estar a la última.
El periódico El Mundo informaba como diferentes organizaciones habían denunciado que la verdadera responsabilidad del accidente lo tenían todas aquellas empresas occidentales, más interesadas en el ahorro de costes que en la seguridad.
Marcas como
Primark, Mango, El Corte Inglés o Benetton tenían diferentes talleres en el edificio y pagaban a sus trabajadores precios ridículos - unos 28 euros al mes, 1 euro al día - por confeccionar ropa que llevamos a diario.
Y esta no es ni mucho menos la primera vez que ocurre algo así.
En noviembre de 2012, otros 111 trabajadores murieron en una fábrica de ropa también en Bangladesh. El incendio que provocó la muerte de este centenar de personas se hubiera evitado si hubieran existido equipos contra incendios. Además, aseguran que los empleados recibieron la orden de continuar con sus trabajos mientras el humo inundaba la fábrica.
En el caso del derrumbe, justo un día antes, las autoridades habían avisado de que el edificio contaba con muchas grietas, pero sus jefes les pidieron que acudieran al trabajo como si nada.
Está claro que la tragedia avisaba a gritos que llegaría pronto y se podía haber evitado fácilmente. Pero lo cierto es que
el egoísmo de la sociedad en la que vivimos parece motivar que esto continúe pasando: Si las empresas en Bangladesh controlasen más sus condiciones laborales, esto aumentaría los costes de producción y por lo tanto, las empresas se marcharían en busca de nuevos lugares más baratos. ¿Por qué? Las grandes empresas pretenden tener los máximos beneficios de sus ventas y ofrecernos a nosotros, los consumidores unos precios bajos para asegurarse de que no dejemos de comprar frenéticamente.
OJOS QUE NO VEN, CORAZÓN QUE NO SIENTE
Todos sabemos que muchas, por no decir la mayoría, de las tiendas donde compramos ropa fabrican en talleres en los que se violan las leyes laborales.
De vez en cuando escuchamos noticias en las que cientos de personas mueren como consecuencia de las pésimas condiciones en las que trabajan. Esto nos afecta durante un tiempo, pero van pasando las semanas y pronto se nos olvida. Salimos a comprar y fingimos que nunca hemos oído nada.
El hecho de que no podamos ver a esos trabajadores explotados hace que sea más fácil para nosotros no sentirnos culpables por los criterios que usamos a la hora de comprar.
Pero si pudiéramos ver las terribles condiciones en las que trabajan, seguramente cambiaríamos drásticamente nuestra forma de consumir.
NUESTRA RESPONSABILIDAD COMO CONSUMIDORES
De vez en cuando nos resignamos pensando que “no podemos hacer nada desde aquí”, que nos queda grande, que estamos a kilómetros de distancia y es imposible ayudar.
Pero lo cierto es que sí podemos hacer algo para que no se repita una catástrofe como la de Bangladesh.
Meenakshi Ganguly, el director de Human Rights Watch en Asia, ha expresado que nosotros,
los consumidores, podemos ayudar a ejercer presión sobre las marcas que se abastecen de Bangladesh para que la industria cambie las injustas situaciones laborales en países en desarrollo. "Lo vimos con el comercio de diamantes procedentes de países en guerra. Cuando la sociedad toma conciencia de este tipo de situaciones, la industria se ve obligada a cambiar", afirmaba.
CÓMO ACTUAR
Algo tan simple como
la forma en la que compramos puede marcar una gran diferencia.
La revista cristiana Relevant subrayaba como nuestra forma de comprar, basada en el materialismo puro y duro, consumiendo ropa de baja calidad y bajo costo, explota a “millones de personas que se rompen la espalda para hacer las prendas que descartamos sin pensarlo dos veces”. La revista hacía mención del pasaje de Juan para llamar la atención de los cristianos: “Porque tanto amó Dios al mundo que envió a Cristo para redimirnos. Esto significa que todos los seres humanos son importantes, todos”.
Sin embargo,
la solución no está en dejar de comprar. Esta decisión provocaría que las empresas cerraran sus fábricas y miles de personas podrían quedarse en la calle. Aunque es difícil de imaginar, dejaríamos a cientos de personas en aún peores condiciones.
Cada cierto tiempo, la moda cambia y nos volvemos locos a la hora de comprar lo que está “a la última”. No es que comprar algo barato o que vaya a la moda esté mal, sino el hecho de comprar sin cabeza, acumulando prendas que honestamente, no necesitamos.
Una forma de actuar positivamente es comprar menos e invertir en artículos que sepamos que hayan sido producidos en condiciones justas y éticas. Siempre que tengamos dudas, podemos escribir o llamar a las compañías – las quejas contra las condiciones de fabricación de productos Nike hizo que esta multinacional comenzara a ser más responsable a partir del 2001.
Además, también podemos comprar en tiendas de segunda mano y apoyar a organizaciones como Avaaz.org en las que con una simple firma, podemos mostrar nuestro apoyo para hacer saber a los grandes empresarios que exigimos un cambio en la empresa textil. Recientemente y gracias a los millones de firmas conseguidas a través de su web,
H&M ha firmado un acuerdo para comprometerse a mantener unas condiciones dignas en las fábricas de Bangladesh.
Más información en la página web de Avaaz.org.y en la plataforma de comercio justo Tread as one.
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