El 5 de abril marcó el inicio de la cuenta atrás de 1.000 días para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en su fecha límite de 2015.
Los ODM fueron ideados en 2000 e incluye el reducir a la mitad la pobreza extrema, detener la propagación del VIH/SIDA, lograr la enseñanza primaria universal y reducir en dos tercios la tasa de mortalidad de menores de cinco años.
En la última década se consiguieron avances importantes en algunos de estos objetivos, como el de un mayor acceso al agua potable. Sin embargo aún queda mucho trabajo por delante. Un amplio grupo de líderes religiosos de los países del G-8 enviaron una carta instando a sus gobiernos a implicarse activamente en la resolución de estos objetivos.
“El número de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido a la mitad por adelantado y la mortalidad infantil se ha reducido en 14.000 niños diarios, con respecto a 1990.
Sin embargo, una de cada ocho personas aún se va a la cama con hambre cada noche y más de 2 millones mueren de desnutrición cada año”, dicen en la misiva enviada al Financial Times.
Entre los líderes firmantes se encuentra el anglicano Justin Welby, actual arzobispo de Canterbury, Jonathan Edwards, secretario general de la Unión Bautista Británica, así como otros líderes estadounidenses, canadienses o alemanes de distintas confesiones (evangélicos, católicos, musulmanes, judíos o budistas).
LOS MÁS PODEROSOS, LOS MÁS RESPONSABLES
Dice la carta que “a pesar de que las conversaciones que se están dando sobre qué documento debe sustituir a los ODM, no debemos cejar en nuestros esfuerzos hacia la consecución de los objetivos existentes. Cumplir las metas restantes, aunque sea difícil, es posible - pero sólo si los gobiernos no se evaden de los compromisos morales y políticos que hicieron más de una década atrás”.
Para estos líderes religiosos los objetivos siguen siendo “imperantes” a pesar de las excusas que se han puesto, entre ellas la crisis financiera de finales de la década pasada. “No es excusa” dicen, “porque los ODM nos recuerdan que, además de proveer para el bienestar de nuestras sociedades, nos incumbe la responsabilidad colectiva de defender la dignidad humana y el bien común a nivel mundial. Cada individuo tiene un valor que no se puede perder y no debe ser ignorado”.
“Como líderes religiosos de todo el G-8, recomendamos a los jefes de Gobierno que tomen las siguientes acciones cuando se reúnan en junio. En primer lugar, cumplir con los compromisos existentes a destinar el 0,7 por ciento de los ingresos nacionales a la ayuda. En segundo lugar, poner en marcha una convención del G-8 sobre transparencia fiscal que comprometa a los países signatarios a prevenir que los individuos y las empresas oculten la riqueza de modo que sea imposible de rastrear. En tercer lugar, una mayor transparencia financiera de los gobiernos de los países en desarrollo a fin de que los ciudadanos de estos países pueden exigir a sus gobiernos para dar cuenta del dinero que gastan”, plantean.
El documento reconoce que llegar a un consenso en estos aspectos “no será fácil” pero si existe la “voluntad política y liderazgo moral” en el G-8 se podría llevar a cabo. “El G-8 podría ayudar a crear un entorno que fomente las condiciones para el crecimiento económico equitativo y sostenible - condiciones que se necesitan desesperadamente, si queremos alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, concluye la carta.
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