“El pensamiento de morir y el enigma de lo que habrá después, es el latir de mi conciencia”. Esta frase del escritor y filósofo español Miguel de Unamuno es una de las muchas sentencias que se han escrito en el mundo literario acerca de uno de los temas sobre los que más preguntas se han vertido sin poder encontrar una respuesta que nos alivie o nos satisfagan.
¿Hay vida después de la muerte? ¿El cielo existe? ¿Nos espera alguien después de la vida? La batería de preguntas que nos podríamos plantear sobre este tema es tan amplia como el número de testimonios que han afirmado tener algún tipo de visión o experiencia más allá de la muerte. Hasta el punto de que estas mismas experiencias han acabado conformando un subgénero literario tan exitoso como controvertido.
Uno de los últimos trabajos editados en España es
El cielo es real (Zenith), que cuenta la historia de un niño de 4 años que estuvo a punto de morir y que asegura que, durante su paso por el quirófano, visitó el cielo y allí conoció a Jesús, a Dios y Juan Bautista. Sus reflexiones han creado un importante debate en las redes sociales.
El libro, escrito por su padre, que es pastor evangélico de una iglesia protestante americana, ha vendido más de nueve millones de ejemplares en todo el mundo sobre la vida después de la muerte, a la vez que ha levantado la crítica de las mentes más racionales. La polémica está servida.
VIVIR DE ESPALDAS AL CIELO Y LA MUERTE
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La Coordinadora del Grupo de Trabajo de Luto y Pérdidas del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya, Begoña Elizalde, asegura que “en algún momento del duelo es habitual que haya gente que narre experiencias que van más allá del raciocinio, y yo siempre los creo”. Elizalde asegura que las personas se refieren a estas experiencias como “sueños que se escapan de los sueños normales y donde las personas aseguran haber establecido algún tipo de contacto con una persona fallecida”.
La psicóloga confiesa no haber vivido en primera persona el caso de algún paciente con experiencias más cercanas al más allá, pero asegura que conoce a otros compañeros de profesión que explican cómo sus pacientes cuentan que han tenido, antes de morir, la visión de algún familiar que les está esperando para hacer el traspase al cielo. “En la vida hay muchas cosas que escapan del raciocinio, y no por eso no son ciertas”, declara Elizalde, que también quiere dejar claro que “esto no quiere decir que todos los que dicen que han vivido una experiencia así lo hayan hecho de verdad, ya que hay gente que se aprovecha de esta parte más esotérica para un uso mercantilista”.
Begoña Elizalde considera que “la muerte se tiene que vivir de cara, igual que la vida”. Aún así, parece que la sociedad occidental no está preparada para afrontar este tema: “La muerte sigue siendo el gran tabú cultural de nuestra sociedad; vivimos de espaldas a ella y con un gran pacto de silencio por el que se tiende a alejar de este tema a los más débiles, como niños o personas enfermas”.
La psicoterapeuta Concepció Poch se expresa en los mismos términos: “La actitud occidental ante la muerte es la de escapar de ella y hacer ver que no existe”. En su opinión, “no es que la gente acuda a las consultas preocupada por la muerte, pero sí que detecta que “la anticipación de la muerte nos paraliza y lo que hace es que dejemos de vivir el presente”. Elizalde recurre a la legislación para ejemplificar hasta qué punto huimos de la muerte: “La ley sólo contempla tres días de luto por la muerte de una persona cercana, mientras que por una baja maternal te dan cuatro meses. No he escuchado ninguna voz pública quejarse de que tres días para un luto son pocos, cuando son una miseria”. Para la psicóloga, “vivir de espaldas a la muerte nos desquicia mucho como sociedad y como personas”.
Aunque no sea uno de los temas que suelen protagonizar las conversaciones en un bar entre amigos o familiares, son muchas las personas que tienen miedo a la muerte, ya sea a la suya particular o a la de sus seres queridos.
EL AUTOR DE “EL CIELO ES REAL”
Colton Brupo asegura que no le tiene miedo a la muerte y que, ahora que ha estado en el cielo, se siente capacitado para ayudar a los demás a facilitarles el trance de pasar de una vida a otra a través de su fe cristiana.
Sus padres se expresan en la misma línea, y no tienen inconveniente en asegurar que desean ver en el cielo todo lo que les ha contado su hijo. “Estamos aquí en un abrir y cerrar de ojos, somos un puntito en la nada y, sin embargo, la eternidad, sea en el cielo o en el infierno, no tiene fin”, asegura Sonja, la madre de Colton.
Colton tiene ahora 12 años y todavía recuerda la operación de apendicectomía a la que fue sometido con cuatro años y que le llevó a estar “tres minutos en el cielo”. El joven estuvo en España, junto a su familia, para promocionar el libro, en el que explica su vivencia en el más allá: “Recuerdo la mayor parte de las cosas que viví allí: conocí a mi bisabuela, a la hermana que mis padres perdieron antes de nacer. También recuerdo estar en el regazo de Jesús, aunque no sé bien lo que hicimos. Estuve con Dios en la sala del Trono de Dios y allí pude hablar con más gente”.
El padre de Colton, Todd Burpo, es el autor del libro junto a la periodista del New York Times, Lynn Vincent. Burpo confiesa que “no sentí ninguna necesidad de ir a ver un doctor cuando mi hijo me explicó todo lo que había visto, ya que no me interesaba ninguna explicación científica. El doctor que lo había operado sí que me dijo, no obstante, que no era el único paciente que había tenido una experiencia similar a la de mi hijo y que estuvo en contacto con los ángeles en el cielo”.
A pesar de ser uno de los libros más vendidos, Burpo no esconde haber recibido todo tipo de críticas e incluso amenazas de muerte. También críticas por parte de personas de fe cristiana que tienen otra visión del cielo que no coincide con lo que Colton cuenta o que ven innecesario o demasiado subjetivo su testimonio.
Pero él afirma que simplemente el mensaje que quiere dar con todo esto es claro y directo: “La gente debe buscar siempre a Dios y nunca darle la espalda”.
LA CIENCIA DUDA DE CREENCIAS Y EXPERIENCIAS
El análisis médico alimenta la pugna entre los pocos que creen que las visiones son producto de impulsos cerebrales que se producen en el cerebro cuando éste se aproxima a la muerte y los muchos que consideran que este tipo de testimonios que se recogen el libros o webs son la muestra de la existencia de la vida después de la muerte.
La fe y la ciencia son dos conceptos que suelen seguir caminos antagónicos. A pesar de que hay páginas web, como la de la Near Death Experience Research Foundation, que se ha dedicado a recopilar más de 3.000 declaraciones de personas que afirman haber visto el más allá cuando se encontraban a punto de morir; los especialistas médicos son mucho más cautos al abordar esta cuestión.
Jordi Klamburg es el jefe de los Servicios de Medicina Intensiva del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, y trabaja con este tipo de enfermos desde 1975. “En mis 38 años como profesional no me he encontrado nunca con ningún caso de pacientes que hayan tenido alguna experiencia más allá de la vida y que la recuerden para explicarla, ni tampoco sé de ningún compañero profesional que haya vivido algo así”, afirma el médico. El médico no descarta que un paciente en estado de coma pueda soñar, puesto que hay actividad cerebral, pero no se atreve a pronosticar si eso puede provocar en él una percepción ficticia de la realidad.
En un artículo reciente en The New York Times, el neurocirujano Kevin Nelson asegura que lo que puede suceder es que “nuestro subconsciente refleja las ideas que ya tenemos sobre cómo es la vida en el otro mundo”, y defiende que “la actividad en el bulbo raquídeo primitivo es lo que conduce a la variedad de experiencias espirituales”.
Desde la Sociedad Española de Cuidadados Paliativos, su director, Álvaro Gándara, asegura que es complejo que uno de sus pacientes pueda tener este tipo de experiencia ya que “muchos de ellos llegan a esta fase con graves problemas patológicos que, unidos a la medicación que les damos, hacen prácticamente imposible que puedan recordar nada”. Lo que sí que Gándara puede relatar en primera persona, y que cataloga como algo habitual, es la “situación psicológica de entrega a la muerte, ya que hay pacientes que, sorprendentemente, si reciben el apoyo de médicos y familiares, es cuando más confortables y en paz consigo mismo se sienten”. El especialista niega, no obstante, haber vivido casos de testimonios que hayan visto algo más allá de la vida.
¿El cielo es real? ¿Podemos contactar con seres queridos ya fallecidos? ¿Existe el infierno? No parece que existan respuestas concluyentes para estas preguntas; lo que está claro es que, como decía el escritor argentino Jorge Luis Borges, “la muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”.
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