Pornografía y tráfico de mujeres. La conexión puede no parecer obvia a primera vista, pero la realidad muestra que el consumo de un usuario detrás de una pantalla de ordenador tiene efectos muy reales sobre mujeres explotadas en otras partes del mundo. Millones son forzadas a entrar en la industria del sexo. Coincidiendo con el Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud, ofrecemos la cuarta parte de esta serie sobre los efectos del consumo de sexo online.
En el mundo hay
27 millones de personas que son esclavos. La cifra la daba el Departamento de Estado de EEUU a inicios de este año 2012. De este inmenso número de personas que malviven bajo la amenaza de sus opresores, el
79% son esclavos destinados a la explotación sexual, dice la ONU. Nueve de cada diez son mujeres y niños. Es el negocio criminal que más crece en el mundo en estos momentos.
¿Quién alimenta todo este “mercadeo” de mujeres? Los ciudadanos comunes, dicen los expertos, especialmente los de los países occidentales.
En España, el abuso se da de forma directa cuando personas (casi en su totalidad, hombres) entran en
macro-burdeles, pisos de
masajes eróticos o compran sexo en la calle. La Guardia Civil estimaba ya en 2008 que
18.000 mujeres son traficadas a España cada año para explotarlas sexualmente. La mayoría provienen de Europa del Este, el África sub-sahariana y algunas regiones asiáticas.
EL NEGOCIO DE LA DEMANDA DE PORNOGRAFÍA
Pero muchas veces, el abuso es “indirecto”. Uno de los motores más potentes de la violación sistemática de mujeres y niños es el consumo de sexo online. Cada “click” en
páginas web pornográficas reafirma la demanda de sexo de los internautas globales. El usuario pide, y la oferta ‘debe’ producir nuevos contenidos.
El riesgo de que las personas que aparecen en las webs pornográficas estén allí contra su voluntad, es mayor o menor según el lugar de procedencia. Pero aun en países como EEUU, las investigaciones afirman que el porcentaje de contenidos grabados con personas traficadas es alto. No son una garantía la apariencia y las actitudes de los supuestos “actores” frente a la cámara, ya que, según los expertos, las
víctimas de tráfico sexual para explotación pornográfica son entrenadas como a profesionales.
DE LO VISTO EN LA PANTALLA AL ABUSO REAL
La visualización frecuente de sexo online,
como describía Marcos Zapata en un artículo anterior de esta serie, lleva a la necesidad de aumentar las dosis, hasta el punto de que la experiencia virtual ya no es suficiente. La adicción puede llevar a la
iniciación en el consumo de prostitución. Y el aumento de clientes lleva también al aumento de mujeres traficadas.
En relación a los lazos entre la pornografía y el abuso sexual,
Frank Pavesa, autor argentino, dice: “El contenido ideológico de la pornografía no viene a ser otro que
convertir en fuente de placer la horrible explotación del hombre por el hombre, del fuerte sobre el débil”.
“Las actrices se presentan habitualmente como siempre dispuestas, sin demandas, como objetos que pueden elegirse según el gusto del consumidor”, remarca la organización cristiana
Placeres Perfectos.
En los contenidos pornográficos, “la violencia y el sufrimiento físico son representados como una pantomima. El dolor de los protagonistas se presenta como un vehículo hacia el placer y el sufrimiento es un elemento de excitación sexual”.
A la larga, el consumidor habitual empieza a identificar de forma natural el sexo con la violencia.
“NOSOTROS SOMOS LA RAÍZ DEL PROBLEMA”
¿Dónde empezar a frenar todo este espiral? La raíz del problema, coinciden muchas de las organizaciones que luchan contra la esclavitud sexual, está en las decisiones de los hombres. Estas pueden tener efectos devastadores. Así que a ellos se dirige específicamente el proyecto
Unearthed.
El objetivo, es “acabar con la explotación sexual desde su raíz”. El problema, defienden los impulsores, “son hombres como tú y yo”.
“Nuestro uso de la pornografía, nuestra percepción de las mujeres y el sexo y nuestra no disposición a tener conversaciones relevantes con las próximas generaciones está perpetuando una demanda global de explotación sexual”. El texto en su
página web es contundente: “Nosotros somos la raíz del problema, nosotros somos la causa”.
SECUESTROS, PALIZAS Y VENTA DE NIÑAS
La venta de chicas jóvenes y niñas para ser explotadas la explora de forma muy contundente el documental
“Nefarious: Merchant of Souls” (“Nefarious: Mercader de Almas”). En el film, dirigido por Benjamin Nolot, un equipo de investigadores viaja a
Moldovia, Amsterdam (Holanda), Tailandia y Las Vegas (EEUU), donde centenares de miles de mujeres son explotadas con la complicidad de las autoridades.
Desde que se presentó en 2011, el documental ha ganado ya un total de 21 premios en festivales de cine independiente. El trabajo documenta la realidad de
niñas subastadas en clubes del sureste asiático para el consumo de turistas sexuales occidentales. También habla con prostitutas en lugares supuestamente legales como el “distrito rojo” de Amsterdam o los casinos de Las Vegas, en los que las condiciones de seguridad de las prostituidas son mucho peores de lo que se cree. Los testimonios en primera persona de mujeres que fueron rescatadas de las redes mafiosas no dejan lugar a dudas sobre la humillación total a la que están sometidas centenares de miles de mujeres en los lugares más inesperados.
El visionado de la película en España lo ha estado organizando
Esclavitud XXI, una organización que lucha por concienciar sobre el tráfico de personas.
Puede ver el tráiler del film aquí.
CONVERTIRSE EN ABOLICIONISTA
Ante esta inmensa injusticia, un creciente número de organizaciones y movimientos internacionales como
Stop the Traffik o
Exodus Cry animan a más y más ciudadanos a convertirse en “abolicionistas radicales”. En este sentido, dejar de consumir pornografía online puede ser el primer paso para unirse a la lucha contra la explotación de mujeres.
Este artículo es el cuarto de una serie de Protestante Digital titulada “Pornografía y Cristianos”. Puede leer los artículos anteriores aquí: “Sexo online: silencio en las iglesias”, “No puedo manejar esto solo (sexo online)” y “Ante la pornografía el cristiano tiene a autojustificarse”.
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