La crisis no sólo nos deprime, sino que nos puede matar. Dos informes, uno realizado por la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas) y otro realizado por el Gobierno estadounidense, coinciden en alertar de que la precariedad económica es fuente de enfermedad. ¿Los peligros? La depresión, los trastornos de ansiedad e incluso el suicidio. Pero no sólo hablamos de problemas mentales: la salud cardiovascular es también una seria amenaza.
En su capítulo «Las políticas de flexibilización laboral contra la crisis», el «Informe Sespas 2010», subraya que «hay evidencia de que el desempleo y la inestabilidad laboral se asocian a trastornos de salud y mayor mortalidad». Ana M. García, profesora de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia, señala que «la situación del mercado laboral en España es preocupante para la salud por la alta tasa de desempleo», un 20 por ciento de la población activa. ¿Los grupos de riesgo? Las mujeres, los jóvenes, los obreros de baja cualificación, los inmigrantes y las personas mayores que se quedan en paro. De hecho, la experta cita una situación concreta en la que no es necesario estar parado para que la crisis impacte negativamente en la salud: el denominado «presentismo» laboral. Es decir, el caso de los trabajadores temporales con más insatisfacción laboral y síntomas psicosomáticos, «pero con menos bajas debido a que acuden a trabajar incluso estando enfermos por temor a perder el empleo».
Un dato este último que coincide con lo expresado este año por la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP). Su presidente, Jerónimo Saiz, señaló que el número de bajas por depresión en España había disminuido «considerablemente» desde que se desató la crisis. ¿El motivo? La presión por no perder el puesto de trabajo se ha hecho «más fuerte».
LA MAYOR AMENAZA
«El desempleo es una de las mayores amenazas. Y desde el punto de vista de la salud mental, posiblemente la peor», afirma a este diario Jerónimo Saiz. Para el psiquiatra, la persona que ha perdido su trabajo «pierde su autoestima, se culpabiliza, desorganiza su vida, crece la angustia y desesperanza». En este sentido, Saiz señala la importancia que han tenido en nuestro país las redes sociales y, sobre todo, familiares. ¿Ejemplos? Los abuelos que cuidan tanto de sus hijos como de sus nietos, o todos aquellos hogares que, pese a padecer la crisis, han encontrado la forma de ayudar a cualquiera de sus miembros. «Ahí se han visto la solidaridad y el espíritu de apoyo. Gracias a estas redes, se han salvado situaciones que parecían casi insalvables», apunta el psiquiatra.
Señala el informe de Sespas que la reducción de prestaciones sociales para desempleados y desfavorecidos, las pérdidas de empleo en el sector público y el resurgimiento de la economía informal están siendo otros de los detonantes. Y es que «han tenido como consecuencia diferentes problemas de salud que varían según los niveles de explotación, dominación y discriminación». Durante la presentación del informe, el presidente de Sespas, Andreu Segura, hizo también hincapié en que «el aumento de suicidios es muy frecuente con la crisis».
«Trabajar es bueno. Te permite socializarte y relacionarte. Eso sí, se ha de trabajar en buenas condiciones», afirma la investigadora Vicenta Escrivá, coeditora del informe. Escrivá estima que trabajar en condiciones de precariedad «dobla, como mínimo, el riesgo tanto de sufrir un trastorno de salud cardiovascular como de padecer trastornos de salud mental», según apuntan varios estudios. El infarto, la hipertensión y los trastornos musculo esqueléticos son algunos de los legados de la inseguridad laboral.
SIN SEGURO SANITARIO
Así, la solución ante estas consecuencias «invisibles» a primera vista pasa por que los estados «tengan que considerar el impacto sobre la salud antes de tomar cualquier decisión sobre el mercado laboral, los modelos económicos o las condiciones de empleo y trabajo».
Mientras, las conclusiones que revela el reciente informe elaborado por el Gobierno de EE UU no distan mucho de las del estudio español. El 20 por ciento de los norteamericanos padecen alguna enfermedad mental, lo que incluye depresión y ansiedad. Es decir, a medida que la economía se ha deteriorado, los desórdenes mentales se han agravado. Aparte del desempleo, las deudas y las ejecuciones hipotecarias también han contribuido a deteriorar la salud de uno de cada cinco norteamericanos.
Además, el problema en EE UU se agrava si tenemos en cuenta que la falta de un seguro sanitario, motivado por el desempleo, provoca la imposibilidad de recibir un tratamiento médico adecuado. Con todo, el sector de la población que más se ha visto afectado por las enfermedades mentales se sitúa en la franja de edad que va de los 18 a los 25 años. Casi uno de cada tres jóvenes presenta estos problemas.
El tratamiento psiquiátrico para estos pacientes pasa por «reestructurar la organización de su tiempo y buscar otras actividades o una mayor dedicación a la familia», asegura Jerónimo Saiz.
UNA VIEJA ADVERTENCIA DE LA OMS
- Recuerdan desde Sespas que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había advertido hace dos años de los problemas de salud que podían venir derivados de la crisis económicas. «No deberíamos sorprendernos o subestimar la turbulencia y las posibles consecuencias de la actual crisis financiera. Estamos viendo una enorme brecha en la atención de las personas con gran necesidad», dijo en su día la directora general de la OMS, Margaret Chan. Por supuesto, las personas que viven en países de bajos y medianos ingresos podrían resultar especialmente vulnerables». «No debería resultar sorprendente que sigamos viendo más tensión, suicidios y desórdenes mentales», aseguró Chan.
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