En definitiva, «la escala de valores de los españoles ha cambiado, se ha rejuvenecido», concluye la investigación «Valores sociales y drogas 2010», realizada por la FAD, Obra Social Caja Madrid y la delegación del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas, presentado ayer. El objetivo era analizar qué valores tienen los españoles de 15 a 64 años y para ello se han realizado 1.200 entrevistas a domicilio.
La forma de pensar de los ciudadanos ha cambiado en lo que concierne a conceptos como la vida o la muerte. Somos más tolerantes con la eutanasia (60%), hay más partidarios de la pena de muerte para delitos muy graves (36%) y el 54% admitiría la libertad para abortar. Pero da que pensar el hecho de que haya más tolerancia frente a la pena de muerte (más de 12 puntos porcentuales) que frente a fumar en edificios públicos.
Eso sí, los españoles están contentos con su vida. El 65% cree que ha sido mejor de lo que sus expectativas marcaban. Entre el diez y el veinte por ciento de la población justifica el suicidio, beneficiarse de una promoción profesional jugando con ventaja, hacer trampa en exámenes u oposiciones, incluso emborracharse en lugares públicos o fumar porros y tener una aventura fuera del matrimonio. Sin embargo, hay muy poco grado de tolerancia hacia otras cuestiones que se consideran inadmisibles como conducir bebido o a una velocidad excesiva, contratar en peores condiciones a un extranjero por su condición de inmigrante, mentir en interés propio, aunque perjudique a otros, y buscar disculpas para coger bajas laborales de manera injustificada.
La «fotografía» que arroja el estudio revela que los españoles también nos hemos acostumbrado a la comodidad y a la seguridad, hemos perdido la capacidad de arriesgar para emprender proyectos nuevos y, en esas condiciones, «no se puede progresar». De hecho, los ciudadanos parecen sentirse un tanto culpables por ese acomodo excesivo en el que está envueltos.
Tampoco parece que las cosas vayan a cambiar para las futuras generaciones, porque «disfrutan de un bienestar que se les concede de partida sin mayor esfuerzo. De ahí la dificultad para buscar lo nuevo, para asumir los riesgos y avanzar. En este caso, «una vez más la presencia de inmigrantes sirve de detonante para este proceso, porque han sabido arriesgar, han abandonado lo seguro y esto sirve de revulsivo para la toma de conciencia de los ciudadanos», puntualiza el informe.
AUMENTA EL VALOR DEL TRABAJO
Pero si hay una cosa que se valora ahora por encima de todo, en época de crisis, es el trabajo. Siempre fue importante para los españoles porque se ha considerado un instrumento que garantiza el bienestar, la seguridad, y era sinónimo de éxito social.
Ahora, la crisis económica ha hecho valorar mucho más el disponer de un puesto de trabajo. Es más, tener un empleo «parece haber pasado a ser un valor en sí mismo. Ya no es prioritario por lo que permite, sino que es el objetivo final. Es más importante conseguirlo que las cualidades que posea. Se aspira al trabajo, sin más exigencias».
Otro aspecto analizado es la continua falta de tiempo para todo a la que recurrimos con frecuencia. Nos falta tiempo para nosotros mismos, para responder a exigencias comunes, para atender a las reponsabilidades a las que tenemos que dar respuesta.
En definitiva, «aparece como metáfora y ejemplo de frustración en la vida, de fracaso personal y se señala casi como una carencia de principio, como algo que condiciona de entrada, y no tanto como resultado de la forma de vivir. Por eso se ve como irresoluble y como expresión de una vida frustrada». Así, la falta de tiempo, nos afecta no sólo a nosotros mismos, también impide que se cumplan tareas y responsabilidades frente a los hijos, compromisos colectivos...
Y otra cuestión importante. Los españoles viven en una paradoja sin solución, según Ignacio Megías, coordinador del estudio. «Ante las dificultades necesitan más que nunca apelar a soluciones colectivas, al Estado, precisamente en el momento en el que menos creen, en el que más lejos se sienten de ese poder organizado». Más aún, «los españoles son solidarios porque tienen pensiones, recursos sanitarios para los desfavorecidos, educación gratis... Son organizados porque tienen normas, Policía, servicios de limpieza», pero a nivel individual, «son menos solidarios, organizados y limpios».
CUATRO TIPOS DE CIUDADANOS
El informe detecta cuatro tipos de personas en los que enmarcar a la mayoría. Son:
- El integrado: destaca por su defensa de los valores morales y se opone a comportamientos insolidarios (fraude fiscal, hurtos, trampas en el trabajo o borracheras). En él se integra el 47,5% de los ciudadanos.
- El egoísta: es el llamado «listillo». Justifica comportamientos como mentir en provecho propio o robar en tiendas, y es más tolerante con los comportamientos incívicos. Representa al 21,5% de los españoles.
- El asocial: se despreocupa de todo lo que pasa fuera de su círculo más íntimo, desvaloriza la política como instrumento de acción social y justifica el engaño a Hacienda o la trampa en un examen (Son el 14,8%).
- El transgresor: destaca por su desprecio confesado por las normas sociales y por una cierta confrontación con el modelo de convivencia. Rechaza la autoridad. Con este modelo se identifica el 16.2% de españoles.
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