En cuanto a los síntomas, el elemento esencial es el fracaso en resistir el impulso, y el deseo o tentación de llevar a cabo algún acto que es dañino para el propio sujeto o para los demás. Se manifiesta mediante una sensación creciente de tensión o activación antes de llevar a cabo el impulso. En el momento de consumar el acto el individuo siente placer, gratificación o liberación, sin embargo, después puede haber sentimientos de pena, culpa, autorreproche, etc.
Es un trastorno explosivo. Quienes tienen problemas para controlar sus impulsos suelen sufrir episodios de pérdida del control de los impulsos agresivos, dando lugar a actos violentos, graves o a destrucción de la propiedad. La agresividad manifestada no es en absoluto proporcional al motivo desencadenante.
TODA UNA GENERACIÓN
Nacieron a partir de los años 80. Han adoptado un modelo de vida condicionado por la irrupción de las nuevas tecnologías, ligadas a ellos desde su etapa adolescente o niñez. Son la generación móvil, la generación internet, la generación «botellón» y la generación de las redes sociales.
La conducta impulsiva de parte de algunos de estos jóvenes para con determinados hábitos ha activado en los últimos años las alarmas de los profesionales de la salud mental ante un problema emergente: «Están apareciendo otro tipo de patologías de comportamiento», informa el doctor Francisco Ferre, jefe de psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón.
Es lo que los especialistas denominan como trastorno del control de los impulsos, que conlleva desórdenes de personalidad y que son tratados por la psiquiatría de la adicción.
Bajo este diagnóstico, los entendidos de este campo apuntan a un grupo de personas con
el siguiente perfil: «Joven, muy inestable desde el punto de vista afectivo y muy impulsivo en lo que se refiere a alimentación, sustancias tóxicas u otras prácticas. Algunos se autolesionan», especifica el doctor Ferre. Son jóvenes que pierden el control ante prácticamente todo. Son la generación del desenfreno.
Otra eminencia de la salud mental, Jerónimo Sáiz, catedrático de la Universidad de Alcalá y jefe del servicio de psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, dedica parte de su estudio a los trastornos en el control de impulsos.
Tanto Sáiz como Ferre consideran que
la influencia sociocultural y la oferta «brutal» que existe de todo actúa en el consumo sin control de sustancias, en las adicciones (no de componentes tóxicos) y, a su vez, en el incremento de las patologías mentales, «especialmente en las leves como ansiedad, depresión e impulsividad», dice Ferre.
Estas nuevas patologías, según los psiquiatras, tienen un elemento en común: no controlar los impulsos. Por dos razones: «La gente va muy urgida por el ritmo de la ciudad y muy presionada por los valores de competitividad, cultura de éxito e imagen que promueve la sociedad», explica Sáiz. El jefe de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal enumera una serie de factores que promueven estos trastornos: «La pérdida de cohesión familiar, la tendencia al individualismo, el hedonismo y el descuido de la educación de los hijos», elementos en los que tiene un papel importante el elevado uso de las tecnologías.
MUJERES JÓVENES IMPULSIVAS
En la unidad de Psiquiatría de la Adicción del Hospital Gregorio Marañón, según explica el jefe de esta disciplina, se enfrentan a las bulimias multiimpulsivas, una patología grave tratada por la psiquiatría de la adicción.
«Son mujeres jóvenes que, aparte de tener atracones de comida, se pegan atracones de alcohol, de horas y horas frente a internet... de todo un poco. En nuestro grupo hemos detectado que casi el 30% de estas chicas consume drogas, concretamente cannabis», señala Ferre.
Los profesionales de la salud mental aseguran estar ante un nuevo reto de la psiquiatría.
«Aunque parezca que nada tienen que ver un cocainómano y una bulímica, sí lo hay, y es que no son capaces de diferir la gratificación. Existe un elemento de vulnerabilidad común: la impulsividad», cuenta el jefe de Psiquiatría del Gregorio Marañón.
Este fenómeno no es nuevo. Recientemente, Francisco Babín, director general del Instituto de Adicciones de Madrid, presentó el estudio «Uso problemático de las tecnologías de la información, la comunicación y el juego entre los adolescentes y jóvenes de la ciudad de Madrid» ante la preocupación de los padres por el uso de las tecnologías de sus hijos.
Y es que cada vez hay más jóvenes que consumen compulsivamente internet, juegan patológicamente, o viven «enganchados» a su teléfono móvil, perdiendo los vínculos afectivos y la capacidad de relacionarse si no es a través de las nuevas formas de comunicación.
«Se convierten en personas dependientes. No se puede hablar de adicción claramente, pero sí de un uso problemático», argumenta Ferre. Sáiz especifica que no es malo, «pero se convierte en un riesgo para determinadas personas».
MÁS DE 12 HORAS EN LA RED
El último estudio europeo Mediascope de la EIAA (Asociación Europea de Publicidad Interactiva) desveló que los hábitos de consumo de medios están cambiando, especialmente en España, por ejemplo en lo que concierne al consumo de internet.
El 53% de los españoles utilizan internet semanalmente. De esta cifra, el 90% son jóvenes. Dedican una media de 12,1 horas semanales a navegar por la red, el dato más elevado hasta el momento.
Extrapolado al ámbito europeo, el estudio de EIAA advierte de que el 83% de los jóvenes europeos de entre 25 y 34 años se conectan a internet semanalmente, y el 63% lo hace diariamente.
MÁS CONSUMO DE TODO
Resulta alarmante que cada vez más los menores hagan uso de todo tipo de sustancias tóxicas para disfrutar de su tiempo libre. Según datos estadísticos de la Policía Municipal de Madrid, los menores que consumieron drogas en los entornos escolares de la capital creció un 68% en la primera mitad de 2009. La posesión de estupefacientes entre escolares menores subió en la primera mitad del año hata un 27%.
En referencia al consumo de alcohol en la vía pública por parte de este colectivo, en el mismo periodo, las denuncias se incrementaron un 59%. También crecieron las denuncias por venta de alcohol a menores en locales de ocio representando una subida astronómica del 209%.
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