La desoladora imagen de un oso polar náufrago, nadando en aguas abiertas sin una placa de hielo en la que posarse, es apenas un flash en una película que sucede en las latitudes más boreales del planeta. El Ártico se calienta, se funden sus hielos y la vida salvaje en esas tierras únicas se transforma a toda velocidad debido al cambio climático. La mutación es tan amplia, y se agudizará en el futuro, que “el Ártico que hoy conocemos será pronto cosa del pasado”. Es el corolario triste de un amplio estudio multidisciplinar sobre la biodiversidad ártica, publica ‘Science’.
Un equipo internacional dirigido por Eric Post, profesor de Biología de la Universidad Estatal de Penn, documenta en la revista un amplio catálogo de respuestas biológicas y transformaciones en especies vegetales y animales inducidas por el aumento de temperaturas. Desde 1.900, los registros térmicos en el Ártico han subido al menos un grado Celsius debido a la concentración de gases industriales de efecto invernadero en la atmósfera, el doble que en la media del planeta. Hasta esa fecha la región se había venido enfriando a razón de 0,2 º C por milenio. El factor humano ha revertido ese enfriamiento natural que, según estudios recientes, debiera haber continuado cuatro milenios más debido a movimientos cíclicos de la órbita terrestre, y está empujando una mutación acelerada en todos los ecosistemas árticos.
El declive de los hielos marinos y la fusión de glaciares, entre otros factores, hace que “especies terrestres y acuáticas sufran las consecuencias adversas del comportamiento humano en latitudes muy alejadas de donde tienen lugar esos procesos industriales. Da igual hacia donde mires, tierra, mar o aire, por todas partes vemos signos de cambios muy rápidos”, señala Post.
Osos polares, gaviotas nivales, morsas, focas, narvales, especies icónicas del océano ártico, acusan un rápido declive paralelo a la pérdida de enormes extensiones de banquisa. Los investigadores señalan en especial a osos y focas anilladas como candidatos perfectos a la extinción a medio plazo. Ambas especies crían en cubiles y oquedades entre la nieve y pierden a un gran número de cachorros cuando la nieve se funde debido a las cada vez más tempranas lluvias primaverales.
Esos grandes especialistas de los hielos no tienen a dónde emigrar. Otras especies que viven más al sur disponen de algún margen y ya se han documentado movimientos hacia el norte y procesos invasivos. Animado por el alza de las temperaturas, el zorro rojo está desplazando al zorro ártico de su hábitat natural, antes demasiado fresco para el pariente del sur, y otro tanto ocurre con algunas aves, insectos y especies vegetales. Éstas últimas cambian la composición del suelo, promueven actividad bacteriana que, a su vez, altera la cubierta vegetal, atrayendo al norte especies de herbívoros más meridionales, como el buey almizclero, renos o caribúes. Sus deposiciones abonan el crecimiento de praderas que, a su vez atraen a gansos y especies migratorias y así una larga serie de efectos en cadena que, al cabo, terminarán dibujando un escenario radicalmente distinto al actual.
Y todo eso, dicen los investigadores, con un aumento de las temperaturas de un grado en poco más de una centuria. “Es difícil predecir qué puede pasar si se cumplen los pronósticos y las temperaturas suben 6 grados más durante este siglo”, apostillan los autores.
RESPUESTAS DIFERENTES
El estudio habla de cambios generalizados, pero también de diferentes respuestas ante un mismo fenómeno. A los renos salvajes del archipiélago noruego de Svalvard les viene bien el deshielo acelerado. No migran y, con menos nieve, su temporada de reproducción se alarga, disponen de más forraje y cae la mortalidad entre las crías. Por el contrario, sus hermanos salvajes y migratorios, los caribúes del sur de Groenlandia, pierden población de forma notoria porque no son capaces de sincronizar su ritmo de cría a los cambios en la vegetación de la que se alimentan.
“La gente cree que el Ártico es un ecosistema relativamente simple, con un número limitado de especies, que podía ser comprendido fácilmente, pero es de hecho muy complejo y responde de manera completamente distinta en unos lugares de otros al calentamiento”, rubrica Post. Al frente de un equipo con especialistas de EEUU, Canadá, Noruega, Dinamarca y Reino Unido, Post reclama la creación de una base de datos pan-Ártica que permita a los científicos hacer un seguimiento a largo plazo de las transformaciones físicas en la región ocasionadas por el cambio climático.
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