Es como estar delante de un mapa de carreteras, pero a escala planetaria. Un mapa en el que, sin embargo, las cosas no son lo que parecen, y la M45 no es una circunvalación de la capital de España, sino una mutación genética del cromosoma «Y» ocurrida a un grupo de varones que hace 35.000 años se encontraban, a la sazón, en Oriente Medio, pero que apenas cinco milenios después, según indica otra mutación, la M173, encaminaron sus pasos hacia el oeste, esto es, hacia Europa. Ellos fueron los primeros pobladores de nuestro mal llamado «viejo» continente.
Cuando este mapa esté completo, será capaz de reflejar con exactitud las múltiples bifurcaciones del camino iniciado hace cerca de cien mil años por un único grupo de seres humanos, los primeros en ser como nosotros, desde las lejanas tierras centroafricanas. A partir de ahí el hombre se extendió, en pocos miles de generaciones, a todo el resto del mundo, y los descendientes de aquel grupo inicial poblaron el planeta con múltiples razas que parecen, pero no son, diferentes entre sí.
Este mapa de la humanidad será igualmente capaz de reflejar, además, cómo fue y qué características tuvo el «padre» del hombre moderno, ese «Adán científico» que fue portador de la única carga genética que logró perpetuarse en el tiempo y que nosotros, todos, compartimos en la actualidad.
DIEZ GRANDES REGIONES
Para llegar hasta él, centenares de biólogos de diez laboratorios del mundo han unido sus esfuerzos en una tarea de cinco años conocida como «Proyecto Genográfico». Auspiciada por la sociedad National Geographic y financiada también por IBM y la Fundación Waitt, los científicos responsables del proyecto han dividido el planeta en diez grandes regiones. En cada una de ellas se realizarán, a partir del próximo mes de enero, cerca de diez mil análisis genéticos, cuyos resultados se compararán después minuciosamente en busca de los rasgos y mutaciones comunes que, según su antiguedad y localización, irán haciendo posible elaborar ese mapa cuya primera versión, fruto de investigaciones anteriores, aparece en estas páginas.
Lluis Quintana-Murci, investigador del instituto Pasteur es, además del único científico español implicado en el proyecto, el máximo responsable del mismo en Europa. Durante una breve estancia en Madrid, explicó a ABC que «en este momento estamos en la fase más ingrata y difícil, pero al mismo tiempo más importante, que es la selección de las poblaciones que vamos a estudiar. No es lo mismo, por ejemplo, estudiar Europa, donde todo el mundo tiene la misma procedencia y la misma historia, que África, rica en poblaciones muy antiguas, arraigadas e interesantes, como pueden ser los bosquimanos o los pigmeos... poblaciones con una historia antropológica de gran interés».
EL ÁRBOL EVOLUTIVO, AL REVÉS
Se trata, según explica el investigador, de recorrer «al revés» el árbol de la evolución, desde la fina ramificación actual a ramas cada vez más gruesas y generales, hasta llegar al tronco único, que corresponde al portador de toda la carga genética de la humanidad actual. «Este estudio -afirma- se diferencia de los muestreos genéticos realizados hasta ahora en que es el primer proyecto que ha puesto a trabajar juntos a diez laboratorios del mundo. Los diez usarán los mismos tipos de análisis moleculares y estadísticos, y eso significa que los datos conseguidos en Asia, en África, en Europa o en América sean comparables. Cada uno de esos laboratorios podrá crear su propia historia continental, que luego se unirá a las demás para remontarse hasta el ancestro común».
A diferencia de otras investigaciones, que se basan en ADN mitocondrial, una parte de nuestra herencia que se transmite sólo por vía femenina, de madres a hijas, el Proyecto Genográfico ha elegido el cromosoma «Y», que es el masculino. Por eso, en lugar de buscar a Eva, ahora se busca a Adán... «Nosotros -explica Lluis Quintana-Murci- estudiaremos ambas cosas, el cromosoma «Y», y el ADN mitocondrial, pero lo haremos sólo en hombres porque es la única manera de estudiar las dos cosas. El cromosoma «Y» se transmite de padres a hijos. Los varones, por el contrario, no transmiten el ADN mitocondrial, pero lo reciben de sus madres. Por eso, si estudiamos varones, podremos investigar las dos cosas al mismo tiempo. Esa es la única ventaja. Otros estudios se han centrado en el ADN mitocondrial de las mujeres. Pero nosotros no pretendemos establecer líneas genealógicas familiares. Nosotros queremos establecer líneas genealógicas poblacionales».
Para el responsable del Proyecto Genográfico en Europa, este ambicioso estudio es sólo el principio: «Cuando terminemos, dentro de cinco años, existirá la posibilidad de extender estos estudios a otras zonas del genoma. Ahora mismo, lo que investigamos (cromosoma «Y» y ADN mitocondrial) sólo representa una parte reducida de la totalidad del genoma. Pero hay regiones enormes, que no codifican proteínas ni funciones biológicas concretas, regiones que se conocen injustamente como «ADN basura». En esos vastos territorios se guardan seguramente las claves que nos faltan para entender la historia del hombre. Y seguro que habrá grandes sorpresas».
Al final del camino, la recompensa aguarda. En forma de nuevos datos sobre la historia y la evolución de la humanidad, de nuevas claves para conocer el proceso que llevó a un grupo aislado de humanos a poblar el planeta entero y a conocer cómo pudo ser nuestro primer antepasado. «Se trata -explica el investigador español- de añadir nuestro grano de arena y ayudar a entender cómo se originó el hombre».
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