BULLYING Y CIBERBULLYING (PARTE 2)
En la primera parte de esta serie sobre bullying y ciberbullying abordamos, principalmente el perfil de los agresores y de las víctimas, así como las alertas que debemos tener a la hora de detectar el acoso. Ahora nos preguntamos, ¿qué hacemos si sospechamos que un menor puede ser víctima de acoso?
Lo normal es que nos encontremos con un menor que está en una situación de parálisis o confusión sobre lo que debe o no debe hacer y tiene temor de las consecuencias de una confesión a sus padres o educadores, debido a las amenazas del acosador. Para poder abordarlo es imprescindible establecer un contexto de confianza, que disminuya el temor, sintiendo la protección, sin juicio, del adulto, para que la comunicación se haga posible.
Cuando hablamos de
“sin juicio” nos referimos a la mayor importancia y prioridad que le debemos otorgar a
que el menor no se sienta culpable por lo que cree que le está sucediendo. De ahí que nuestro trabajo debe dedicarse a generar esa atmósfera de confianza, de comprensión, de forma que pueda entender que le ayudaremos, y lucharemos junto con él o ella, para liberarlo de tal situación.
Esto no es fácil, pero es clave, por eso hay que ser prudentes y sabios en la comunicación y la evitación de la culpabilización, así como la transmisión de confianza, en el primer acercamiento al menor acosado. Para ello debemos tener capacidad empática, poniéndonos en el lugar de la víctima, dándole garantías reales de que puede contar con nuestra ayuda, sin tener porqué soportar más el abuso.
Podríamos desplegar un abanico de recursos empáticos de comunicación, pero
al menos debemos saber que debemos aprender a argumentar con el menor que debe abandonar las ideas que lo paralizan, como dejar pasar el tiempo, mostrar indiferencia al acoso, o la sumisión al abusador, el miedo… y mostrarle y buscar junto con él, las que son eficaces, como buscar documentación, la búsqueda de testigos y apoyos, el bloqueo de las vías de comunicación, la coordinación de la familia-escuela-iglesia, etc.
PREVENIR MEJOR QUE CURAR
Está bien que actuemos ante la situación de acoso, pero como padres, educadores, líderes de jóvenes y pastores, nos preguntamos, ¿podemos prevenir el acoso?
La pregunta no es sencilla de contestar ya que vivimos en la era de las comunicaciones, de internet, de red wifi en todo lugar, de móviles inteligentes, de tablets, ordenadores personales, de facebook, de twiter, y demás elementos que nos facilitan la comunicación al instante con aquellas personas que viven al otro lado del mundo.
Las nuevas tecnologías son imprescindibles en la sociedad que hemos construido. Los jóvenes han nacido nativos de la era digital y no podemos acotarles totalmente el uso de tales redes, no es posible, contemplan su mundo desde una perspectiva tecnológico-digital totalmente diferente a la generación de sus padres.
Evidentemente ha habido, hay y habrá mal uso y abuso de las TICs, pero eso no nos impide reconocer los avances y progreso que han traído a la sociedad en este siglo. Así que, como todo, hemos de aprender a utilizar dicha tecnología correctamente.
Hablar de prevención en el ámbito de las TICs, es absolutamente fundamental cuando hablamos de menores, los cuales están inmersos en esa atmósfera de redes, en la cual se mueven como pez en el agua. Hay que ayudar al menor a prevenir, y esta labor no es fácil, así que debemos comenzar por lo evidente: enfocarnos en la educación, en dos sentidos, el relacionado con la conducta y el relacionado con el tecnológico. El trabajo conjunto de familia y educadores (sea en el contexto escolar o de iglesia) es imprescindible.
Cuando nos referimos a la educación en el sentido de la conducta, hay que tener en cuenta varios aspectos:
Una
buena comunicación entre los miembros de la familia, de forma que cuando sucede algo pueda transmitirse, contarse; no hay lugares oscuros, ni temor a la represalia. Se conocen los valores de la familia, son transmitidos y vividos por todos; se conocen los sueños de los hijos y los de los padres… cuando hay este ambiente comunicativo, es una garantía de prevención del acoso.
Esto no se construye cuando se necesita, sino que está edificado cuando la tormenta azota nuestro hogar. De ahí que la falta de trabajo para levantar una atmósfera de buena comunicación en la familia, la falta de capacitación en habilidades comunicativas, hacen que muchas familias sean ineficaces a nivel preventivo.
He aquí uno de los grandes aportes que desde la pastoral de nuestras iglesias podemos hacer a la prevención del acoso: tenemos programas de formación para matrimonios, para jóvenes, para la familia en general, que fortalecen la comunicación intrafamiliar y, en consecuencia, generan elementos protectores sobre todos los miembros de la misma.
Inculcar el
valor del respeto a los demás. Hay que mostrarles que los demás menores tienen el derecho a ser como son, sin importar su origen, ni color, ni posición social, ni creencias, si es chico o chica, si comparte o no su estilo de vida. En resumidas cuentas, debemos hacer más sensibles a nuestros hijos. Pero también que conozcan el derecho a salvaguardar la intimidad y la propia imagen, así como la de otros.
Y cómo no, la
transmisión de valores morales, de forma que aprendan a que sus acciones tienen consecuencias que nos afectan a todos, para bien o para mal. Deben aprender a analizar las consecuencias de la información que se publica, cualquiera que sea, no es inocente si va cargada de juicio o tienen un fin denigrante: un insulto a un compañero, la dirección de la casa de una amiga, burlas por su forma de vestir o por “defectos” físicos, o una mentira respecto a una relación amorosa. Todas estas acciones tienen consecuencias que dañan a alguien, y no se deben tomar como “cosas de adolescentes”
Enseñarles control de impulsos,
dominio propio, autocontrol, para que no respondan a la provocación. Esto es muy importante, incluso la Policía Nacional advierte que en una situación de ciberbullying es vital NO RESPONDER a las provocaciones, y dejar bien claro que las acciones del acosador pueden ser constitutivas de delito y que se actuará en consecuencia.
En lo que corresponde a la formación en la utilización de los medios tecnológicos, lo que destacan los especialistas es:
· Limitar los horarios de uso, para evitar la dependencia de las redes sociales. Esto previene de muchos males, entre ellos la adicción y nos ayudará a impedir que los menores no pierdan el contacto con sus iguales más allá de la relación en red.
· Colocar el ordenador en un lugar común en el hogar. Nada de ordenadores y wifi en las habitaciones, para uso particular.
· Mostrarles los peligros de la red, por ejemplo, para el caso de menores, la suplantación de identidad.
· Instalar antivirus, cortafuegos y demás filtros para evitar páginas no deseadas.
· Un buen padre de nuestra iglesia, pactó con todos sus hijos que les diesen las claves de sus perfiles, para poder protegerlos de cualquier situación de riesgo, cosa que ya sucedió y se resolvió satisfactoriamente. Esta podría ser otra medida a utilizar en función de la edad del menor, lo que nos lleva a la siguiente propuesta.
· Definir un criterio por edad, tanto para el uso de los medios, como para los contenidos. ¿Realmente necesita un niño de 10 años teléfono móvil? ¿Por qué dejo jugar a la consola, conectada en red con otras, a mi hijo con otras personas que no sé quiénes son? ¿Debe un chaval de 12 años jugar a un juego para mayores de 18 años?. Los menores deben paulatinamente ir adaptándose, madurando, aprendiendo, integrando nuevos recursos personales y valores para poder afrontar los desafíos y peligros que la red introduce en sus vidas.
· Y no dejo de insistir en la formación en la moral. Tienen que entender que se pueden cometer delitos desde un ordenador o un móvil, si su uso es inadecuado. Tienen que conocer que un mal uso tendrá consecuencias inmediatas a nivel familiar, con castigos; en el ámbito escolar, con sanciones y expedientes; y si el caso es más grave, con consecuencias penales. En este último aspecto, el penal, tenemos la experiencia, después de dirigir centros de día e internamiento para menores infractores, según la Ley Orgánica 5/2000 de responsabilidad penal de los menores, de encontrarnos con muchos padres y jóvenes, de 14 a 18 años, que nunca pensaron que sus acciones tendrían una repercusión penal. El mundo judicial no está tan lejos de un menor que juega atentando contra la imagen o la integridad de otro compañero.
Aunque hemos apuntado algunas respuestas a lo largo de los dos artículos, hemos de preguntarnos si desde nuestras iglesias podemos aportar algo que, con la luz que la Biblia nos da, sirva de prevención y protección a nuestros jóvenes, y a un tiempo, podamos ofertarlo a nuestra comunidad como una propuesta de trabajo factible ante tal lacra social.
Pero esto será en otra entrega.
Marcos Zapata
Pte. Comisión de Familia y Educación de la Alianza Evangélica.
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