Al llegar a la casa de la familia Vitali, ubicada en Salsipuedes, un pueblo de las sierras de Córdoba, no es extraño encontrar a una niña haciendo tareas escolares en lo alto de un árbol o sentada en el patio, con un conejito en brazos.
“Cambiaron de humor, comenzaron a estudiar con mejor ánimo y alegría. Notamos que aprenden los contenidos del programa oficial en menos tiempo y eso les da la posibilidad de incursionar en otras áreas de interés”, explica Claudia Vitali respecto a sus hijos (Melina de 12 años, Celeste de 9 y David de 7), haciendo referencia a la enseñanza que ella misma imparte en casa desde hace dos años.
Claudia y su esposo Sergio -15 años de casados- son cristianos evangélicos e inculcan en sus hijos valoresque, traducidos en conductas, los diferencian de otros niños. “Vivíamos en una zona industrial de la ciudad de Córdoba y nuestras hijas iban a una escuela pública donde concurrían niños de una zona marginal. Frecuentemente sufrían agresiones de parte de sus compañeritos por no querer participar en conversaciones y juegos contrarios a los principios que les inculcamos en casa”, explica el padre.
Melina tenía una compañerita de clase -y de infortunio, por ser también evangélica- cuya madre fue agredida físicamente en las inmediaciones de la escuela, por otra de las madres. “Mis hijas sufrían, iban al colegio llorando y volvían llorando. Al ver esto, decidimos comenzar el proceso para sacarlas de la escuela”, comenta Claudia, quien no tiene formación docente pero sí “corazón de educadora” y gran responsabilidad como madre.
Los cambios operados en las pequeñas han sido positivos a nivel emocional, en el rendimiento intelectual y también en la salud. “No están expuestas al contagio de enfermedades como antes”, comenta la madre-maestra.
Durante el invierno estudian en la cocina-comedor, tomando mate (bebida caliente, típica de Argentina). Cuando llega la primavera aprovechan el sol y tienen clases en el patio, a veces con alguna mascota en brazos o con Antonela -la menor de la casa, de sólo dos años- jugando bajo la mesa. David acaba de terminar primer grado y no conoce un aula escolar. Aprendió a leer sentado en la falda de su madre.
Algunos días los alumnos deciden ´llegar a clase en bicicleta´ y para ello salen de la casa, dan una vuelta a la plaza y vuelven a entrar. Al terminar el estudio, se despiden de ´Claudia-maestra´ y repiten el operativo, para retornar a casa y reencontrarse con ´Claudia-mamá´.
LA DECISIÓN
El matrimonio Vitali venía considerando la posibilidad de hacer la “escuela en casa” desde el 2008 y hubo un par de episodios que precipitaron la decisión: sus hijas vieron a otras niñas tocándose y besándose en el baño, algunas maestras insultaban a sus alumnos, Melina fue acusada injustamente de robo: alguien puso en su mochila útiles escolares de otra niña.
“Queremos que nuestros hijos tengan valores (cristianos) que la escuela no tiene”, recalca Sergio. “El diablo no puede matar a los niños –aunque a veces lo hace- pero los ataca constantemente. El bullyng se ha convertido en una epidemia, dicen los psiquiatras. Entre los alumnos de escuelas de zonas marginales hay códigos y a las chicas que no entran en el juego de las más ´pesadas´ les hacen cortes en la cara cuando cumplen 15 años”, agrega Claudia. “Nuestra hija de 12 años es inocente, lo cual no quiere decir que sea tonta o ignorante, y consideramos que no tiene que pasar por ciertas cosas para crecer o madurar”.
Sergio completa la idea: “Como padres, debemos cubrir a nuestros hijos y sacarlos del peligro. No voy a llevar a un niño a un prostíbulo para que desde pequeño aprenda a vencer la tentación. No tiene sentido”.
Para lograr la autorización del Ministerio de Educación, los Vitali debieron andar bastante, investigar, estudiar leyes y saber defender su postura en distintas instancias. Todo lo que averiguaron consta en un cuaderno prolijamente escrito por Claudia. Allí hay artículos de la Declaración Universal de los Derechos del Niños y de leyes nacionales y provinciales. “Es una situación que no está reglamentada en Argentina, pero la Ley de Educación no la prohíbe, por lo tanto está permitida”, explica ella.
EL ESPÍRITU DE LA LEY
El proceso administrativo tuvo dificultades, pero estos padres no se dieron por vencidos. “Dios fue abriendo las puertas”, reconocen. Al comienzo no fue fácil la relación con la directora del colegio que les correspondía por el lugar de residencia pero al mudarse al pueblo donde viven actualmente,
encontraron a una directora que los apoyó en su decisión. Hoy tienen una relación distendida con ella y los niños deben presentarse sólo dos veces al año para la evaluación.
El espíritu de la Ley de Educación es contrario a lo que se vive actualmente en muchos colegios. “La ley está para proteger al niño, y hoy los niños son agredidos, no son respetados. Detrás de este sistema hay una mente diabólica que ha introducido la homosexualidad y el ocultismo en el sistema educativo. Los niños reciben en la escuela estas enseñanzas”, apunta Sergio. Su esposa añade que otro tema que los animó a sacar a sus hijos de la escuela fue la celebración de Halloween: “Durante una semana recibieron enseñanzas sobre esta festividad y cuando fui a hablar con las maestras y les pregunté si conocían el origen de la celebración, me di cuenta de que ignoraban su significado espiritual”.
VIVIR EN UNA BURBUJA
Uno de los comentarios que frecuentemente reciben estos padres es que están perjudicando a sus hijos en cuanto a la socialización. Ellos lo niegan. “Se relacionan con otros niños en la iglesia, con los vecinos, con sus primos… Y ahora que vivimos en un pueblo, van a la plaza y enseguida están jugando con otros chicos”. Claudia comenta que incluso son más sociables que otros niños.
En cuanto a que “no es bueno criarlos en una burbuja porque luego no saben cómo enfrentar el mundo” –comentario recibido mayormente de parte de otros cristianos-, ellos consideran que no tiene fundamento y que, de una u otra manera, todos vivimos en una ´burbuja´. “En la misma iglesia se forman grupo de personas afines; siempre nos relacionamos con unas personas y nos apartamos de otras, no socializamos con todo el mundo”, opinan.
PADRES Y MAESTROS
Claudia, Sergio y sus hijos transitan un camino que otros padres no saben que es posible, o no se atreven a iniciar. “Muchas madres alegan que no tienen tiempo porque deben trabajar. Es cuestión de prioridades: si nosotros quisiéramos tener un nivel de vida superior al sencillo estilo que llevamos, yo también debería salir a trabajar”, enfatiza Claudia. Para contactarse con otros padres interesados en el tema, han abierto una dirección de correo electrónico: [email protected]
Si bien mantienen cierta flexibilidad en el horario de estudio, generalmente lo hacen durante la tarde. “Al comienzo hablé con ellos para que pudieran ver a su madre como maestra y la valoraran como tal. Ellos respondieron muy bien”, dice Sergio.
De momento, han perdido la “Asignación universal por hijo” que otorga el Estado argentino, ya que uno de los requisitos para cobrarla es que el niño concurra a un establecimiento educativo público. Frente a esta situación, los Vitali no se dan por vencidos y han presentado una solicitud para recuperar este derecho. Esperan, una vez más, que Dios abra puertas.
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