Para la Navidad no falta nada y para Reyes sólo poco más.
Es el momento de plantearse qué regalos -y sobre todo cuántos- es conveniente que reciban los niños. Muchos psicólogos, pedagogos y profesionales del ámbito infantil llaman a evitar el exceso y sugieren que los obsequios sean sólo tres, aunque ellos mismos recalcan que no hay que tomarse la cifra de modo literal, sino como un
llamamiento a la sensatez.
Si bien la situación económica marcará en muchos hogares la ausencia de regalos o el número reducido de los mismos, en otros casos la llegada de regalos navideños encargados por abuelos, tíos y demás familiares puede provocar abundancias desatinadas.
Para Maria València, presidenta del Moviment de Centres d'Esplai Cristians Catalans (Mcecc) de la Fundació Pere Tarrés, con sede en Barcelona, la cuestión no es establecer un número exacto de regalos que han de recibir los niños y niñas, sino “hacer esos regalos de forma sensata. Cuando uno dispone de mucho, se corre el peligro de que deje de ser valioso, y
los niños han de tomar conciencia de que no se puede tener todo, y de que las cosas cuestan y merecen un esfuerzo".
EN SU JUSTA MEDIDA
Por su parte, Maria Victòria Gómez Serés, doctora en Pedagogía y representante en Lleida del Col·legi de Pedagogs de Catalunya, nos recuerda que "los niños no son capaces de asimilar ni valorar los regalos si son excesivos; todos tenemos la experiencia de que, cuando hay superabundancia, los niños sólo abren regalos, pero no aprecian su contenido. Por eso
es necesario valorar cuáles harán más ilusión a nuestros niños".
En definitiva, lo importante es que niños, padres, abuelos y demás familia apliquen la cordura y busquen el lado educativo de una tradición que los críos adoran, evitando que el día 25 a pie de árbol de Navidad o en la mañana del 6 de enero el niño, enfrentado a diez o más paquetes, ni acabe de desenvolver y mirar qué hay en uno para lanzarse a abrir otro.
"Se produce una sensación de abundancia irreal, que en plena crisis económica como la actual, hace que el niño no participe ni se conciencie; y al final, se devalúa el regalo", apunta el psicólogo educativo Miguel Martínez, director del Instituto de Orientación Pedagógica EOS, de Madrid. Martínez emplaza a los padres a "dialogar con el resto de la familia, a no eludir su responsabilidad; a que pidan a los familiares que no contribuyan a maleducar a los hijos a través del exceso".
EXCESO Y ABURRIMIENTO
La pedagoga y psicóloga Marta Fernández, directora de la escuela Nemomarlin Turó Park de Barcelona, dedicada a niños de 0 a 3 años, señala que “no por recibir más juguetes, el niño va a ser más feliz”. Fernández advierte también que “el exceso anula la fantasía y la imaginación de los niños; demasiado estímulo puede generar aburrimiento".
En general, los profesionales piden contención ante los obsequios, pero desaconsejan inducir a los Reyes Magos a que entreguen carbón a los niños. "Regalar carbón es regodearse en el fracaso -alerta Miguel Martínez-, un castigo emocional muy duro e innecesario". Si no va a haber regalos, mejor enseñar solidaridad, explicándoles a los pequeños que los regalos que los Reyes no llevan a esa casa irán a otros niños que quizá los necesitan más.
REGALOS ¿POR GRACIA O POR OBRAS?
Otro punto a tener en cuenta en cuanto a los regalos es
su naturaleza. En algunos padres existe la tendencia a transmitir a los hijos la
idea de una vinculación entre regalo y esfuerzo. Para el psicólogo Miguel Martínez, de EOS esto es correcto: "Los regalos deberían recibirse también en la medida en que el niño se los está ganando, son también producto de un esfuerzo; es un aprendizaje que le acompañará toda la vida".
La pedagoga Gómez Serés -que coordina el grupo de trabajo de pedagogía y escuela en el Col·legi de Pedagogs- discrepa. "Jamás se debe presentar un regalo como premio al esfuerzo -afirma-.
El regalo es un regalo, es decir, algo que se da gratuitamente sin esperar nada a cambio, para hacer feliz a otro o porque me da la gana simplemente".
Según Gómez Serés, "el esfuerzo forma parte de la vida humana; es necesario para conseguir lo que nos proponemos. Por ejemplo, un estudiante debe esforzarse por sacar buenas notas, porque es su obligación, y no se debe premiar con un regalo”.
Si bien se le puede hacer un regalo al niño o el joven “porque estamos contentos con su trabajo”, no debe hacerse porque se haya esforzado. “Esa su tarea ante la sociedad", recalca la pedagoga.
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