Amor, agradecimiento, responsabilidad, o las tres cosas a la vez, mueven a los seres humanos a cuidar de los suyos, de los enfermos, de los discapacitados, de los mayores. Todos conocemos a alguien, o formamos parte de ese grupo de personas que cuidan a otros.
Pero, ¿quién cuida al que cuida? Quienes dedican su tiempo a la abnegada labor de cuidar a otros, están especialmente predispuestos a sufrir un agotamiento mental y físico, que se conoce como ‘síndrome del cuidador’.
La fatiga, frustración y el estrés del cuidador o cuidadora pueden causar problemas de salud, aislamiento del entorno y resentimiento de sus relaciones sociales. En muchos casos, el familiar cuidador tiene que abandonar su trabajo o reducirlo, lo que implica también reducir las relaciones personales, incrementando el aislamiento.
Las demandas del cuidado pueden sobrepasar a cualquiera, especialmente si sentimos que tenemos poco control sobre lo que ocurre o nuestra situación financiera no nos permite “externalizar” alguna de las rutinas del cuidado.
AYUDA NECESARIA
En algunos casos pueden existir dificultades reales para ser sustituidos en las labores de cuidado, por no contar con más familia, amistades o contactos de confianza. En otros, los cuidadores creen que la ayuda tiene que surgir de manera espontánea del entorno, y además coincidir en la forma en la que esperan ser ayudados. De tal manera, que si no se dan estas condiciones, no se sienten ayudados y la sensación de sobrecarga aumenta.
La progresión en el deterioro que manifiesta el enfermo, implica una sobrecarga cada vez más intensa en el cuidador. Esta sobrecarga es tanto física como emocional, y provoca un desgaste prolongado, que afecta a la calidad de vida de éste y por tanto, a la calidad de su labor como cuidador.
PERFIL DEL CUIDADOR
Un estudio español sobre el perfil del cuidador afirma que “responde en su mayoría al de una mujer, principalmente hija de la persona atendida, con una edad media de 52 años”. Sólo uno de cada 10 hijos que se hacen cargo de sus progenitores es varón.
Otro dato del informe es que un alto promedio de estas personas dedica más de 40 horas semanales al enfermo. Información más que importante a la hora de evaluar el síndrome, ya que como concluye el informe: “El aumento de la cantidad de horas semanales incrementa el valor de la sobrecarga”.
Por otra parte, en un extenso informe publicado en el British Medical Journal, se señala, entre otras cuestiones, la relevancia de los síntomas depresivos en los cuidadores. Los investigadores recogen una incidencia de casi el doble en estos síntomas en los cuidadores, que en la población general.
CÓMO PREVENIR
La asociación “helpguide.org” propone una serie de medidas para prevenir el ‘síndrome del cuidador’. Esta guía puede ser útil para quienes se encuentran en situación de cuidar o cerca de alguien que lo hace.
Aprender todo lo que podamos sobre la enfermedad de nuestro ser querido. Cuanto más sabemos, más efectivos seremos y mejor nos sentiremos.
Conocer nuestros límites. Seamos realistas acerca del tiempo que podemos dedicar a nuestra labor. Establezcamos límites claros y comuniquemos esos límites a los demás.
Aceptar nuestros sentimientos negativos. Cuidar puede provocar muchas emociones difíciles de abordar, como enfado, miedo, resentimiento, culpa, indefensión y pena. Permitamos estos sentimientos siempre que no comprometa el bienestar de la persona cuidada.
Confiar en los demás. Debemos contar cómo nos sentimos y no “embotellar” nuestras emociones. Si tenemos la posibilidad de acudir a un grupo de ayuda, hagámoslo. El apoyo de familiares y amigos es también algo muy importante, así como el que podamos recibir de un profesional.
Por último, es importante saber que
si sufrimos el síndrome del cuidador, no somos útiles para la persona que estamos cuidando. Nuestra salud mental y física es importante tanto para nosotros como para el desempeño de nuestra labor y sólo cuidándonos nosotros seremos capaces de hacernos cargo de esa persona querida.
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