Los estudiantes que acostumbran a darse atracones puntuales de bebidas alcohólicas en prácticas como el botellón, generalmente los fines de semana, tienen más dificultades para aprender que los que no participan de ese hábito. Así se demuestra en el estudio “El exceso de bebida y la memoria declarativa en estudiantes universitarios”, que acaba de realizar el Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva y Afectiva (NECEA) de la Universidade de Santiago, coordinado por el profesor Fernando Cadaveira.
El trabajo pone de relieve “la vulnerabilidad de estructuras como el hipocampo adolescente a los efectos neurotóxicos del alcohol” y certifica
“un efecto perjudicial del consumo excesivo de alcohol sobre la memoria declarativa”, que es aquella que acumula conocimientos y experiencias (aprendizaje) susceptibles de retenerse a largo plazo.
En las pruebas, a las que se sometieron 122 estudiantes bebedores y no bebedores, se presenta una historia, un guion que ellos han de repetir lo más fielmente posible. Los alumnos con consumo excesivo de alcohol retienen la historia de una manera menos completa y pierden además velocidad de respuesta.
Según Cadaveira, “el alcohol actúa sobre la formación de nuevas memorias”, confluyendo su trabajo con estudios en animales, en los que
“se constata que la reproducción de las neuronas se ve detenida o al menos ralentizada”. Este grupo de investigación trata de saber también hasta cuándo se produce esa pérdida. “Por ahora sabemos que se mantiene al menos dos años”, agrega el experto.
Pero la memoria declarativa no es al única afectada por esta ingesta excesiva (en inglés, binge drinking), que
en España se asocia sobre todo al botellón. El estudio demuestra que también se deteriora la memoria de trabajo. Esta es la que no se graba en el cerebro de forma definitiva, sino como apoyo puntual para actividades cotidianas. Es la que se usa, por ejemplo, para retener por un instante un número de teléfono.
Una de las conclusiones del trabajo es que el consumo intensivo de alcohol se asocia a una menor capacidad para aprender información nueva, al menos en las tareas de laboratorio, un hecho especialmente llamativo entre jóvenes dotados para el estudio y habituados a memorizar.
El estudio de la USC se publicará en agosto en la prestigiosa revista Alcoholism: Clinical and Experimental Research, pero su versión digital, difundida a nivel internacional por el sistema estadounidense Eurekalert, ya ha encontrado eco en periódicos de la talla de USA Today, Daily Mail o Telegraph. El trabajo se hizo con la colaboración de la Consellería de Innovación e Industria, el Plan Nacional sobre Drogas y el Ministerio de Ciencia e Innovación.
DATOS PREOCUPANTES
Además, se constata que
sigue bajando la edad de iniciación al consumo. Los datos oficiales la sitúan entre los 13,5 y los 14 años, pero esa media significa que hay niños que empiezan con 12,5.
Otro de los objetivos de las casas comerciales,
las chicas jóvenes, son el último nicho de mercado conquistado en algunas comunidades, gracias en parte a diseños de los envases cada vez más atractivos. La ingesta suele afectar más a la mujer. Una adolescente pesa 55 kilos. Un chico de su edad, 75. La concentración en sangre es más alta con idéntico consumo.
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