Estas palabras con que Carlos Monsiváis respondió a la pregunta expresa sobre si escribía poemas, lo muestran de cuerpo entero como lo que fue toda su vida: un frecuentador incesante de la producción lírica de todas las latitudes, en especial la mexicana, aun cuando renunció a escribir.
El mismo entrevistador, Juan Domingo Argüelles, recuerda que lo más cercano a un poema que se conoce en la obra prosística del autor de
Principados y potestades es “Informe confidencial sobre la posibilidad de un mínimo equivalente mexicano del poema Howl (El aullido) de Allen Ginsberg”, escrito en 1967, que como bien señala su título es una glosa y parodia (obviamente) del famosísimo texto de uno de los más notables poetas de la generación
beat. Dicho texto comienza así: “He visto las mejores mentes de mi generación/ destruidas por la falta de locura, medrosas pensando/ que alguien pueda darse cuenta de su desnudez,/ apiñándose a la puerta de los poderosos, enviando telegramas/ conmovedores.// políticos de cabeza dócil y sumisa, que se han/ desvanecido en el esfuerzo de evitar que se piense que/ ellos posiblemente podrían crear problemas en un/ momento dado, Dios no lo quiera// con niñez de barriada y adolescencia de casa/ de huéspedes y juventud desafiante y anticonformista,/ con discursos emotivos pronunciados en tabernas/ frenéticas donde todos deciden hacer la Revolución. […]//que desfilaron por las universidades recitando/ poemas de Neruda y Nicolás Guillén y Miguel/ Hernández, y discutieron con pasión en las calles las/ tesis de Sartre o de Bertrand Russell o José/ Ingenieros”.(2)
Como se ve, Monsiváis retomó el aliento versicular y autobiográfico de Ginsberg (de raíz bíblica también) y lo traslada al México de la
dictadura perfecta, un año antes de los sucesos de Tlatelolco: represión y anticomunismo a manos llenas… Y es que al constante asedio a la realidad política y cultural, lo acompañó con la sólida percepción que le permitió su conocimiento minucioso de la poesía mexicana, expresada en tres momentos climáticos de su trabajo ensayístico y cronístico: a) 1966, con la antología de poesía mexicana del siglo XX que reeditó posteriormente (en 1979 y 1985)(3); b) 1976, con su panorama cultural del país en la
Historia general de México (4); y c) 2001, por sus conferencias en la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey.(5) Resulta natural que, entre estos tres momentos, haya evidentes vasos comunicantes mediante los cuales Monsiváis fue afinando su perspectiva de lector y analista de la poesía mexicana contemporánea. Entre esos años, se acercó con mayor detalle a autores que le resultaron especialmente cercanos, como Salvador Novo, Octavio Paz y Amado Nervo, a quienes dedicó sendos volúmenes dentro de lo que denominó, siempre dominado por el énfasis genérico, “crónicas de vida y obra”.
Luis Felipe Fabre se ha referido también a esta renuncia a escribir, relacionándola con la pasión confesa con que leía poemas: “En el fondo poco importa que Monsiváis escribiera o no poemas en secreto. El signo es el mismo: Monsiváis no se asume poeta. Es un no poeta y lo importante aquí es la negación. Porque es ese “no” el que le permite aproximarse a la poesía como no se aproximan los poetas. Monsiváis no aborda la poesía desde la poesía (tampoco desde la academia, por supuesto) sino desde un afuera y hacia un afuera. Digamos que Monsiváis traza en torno al cada vez más estrecho círculo de la poesía un círculo más amplio: el de la cultura, entendida esta como un vínculo social”.(6)
En el caso de su antología, reconocida por Paz como uno de los mejores trabajos al respecto de la poesía mexicana (pues en 1966 apareció también
Poesía en movimiento, otra muestra de poesía mexicana promovida por el futuro Premio Nóbel mexicano),(7) el tono de su abordaje analítico es el de alguien que, antes que todo, disfrutaba profundamente el lento repaso por la trayectoria de una tradición cuyo inicio situó, para el siglo pasado en José Juan Tablada (1871-1945), y veía culminar en las nuevas promociones de autores/as nacidos en los años 40 y 50. En su introducción (de 50 páginas), explica muy bien los criterios que normaban su juicio antológico a la hora de acercarse a la poesía en su ámbito socio-cultural, con enormes alcances propositivos y con un enorme respeto y una gran valoración de la tradición literaria del país:
¿A qué se alude al hablar de la poesía
mexicana? En literatura (y especialmente en poesía) el adjetivo indica la nacionalidad de los autores y las sucesivas negaciones y afirmaciones de una tradición (siempre redefinida). No es dable encontrar ―porque no existe― lo
específicamente nacional, la poesía que represente o sintetice a una colectividad o a una suma de colectividades o clases sociales. Si hay
poesía mexicana, en el sentido de la historia de una producción cultural, no hay en cambio poemas mexicanos o muy mexicanos. En todo caso, disponemos de textos escritos por nacionales que, al margen de ortodoxias se van ubicando en función de órdenes de calidad universal.
De manera nítida, nuestra poesía no consiente ideas de “atraso” y “subdesarrollo”. […] Los nombres son el lado más visible de movimientos, tendencias, gustos, influencias, marginaciones, inclusiones, ilusiones, creencias y teorías sobre la poesía, sobre la función del arte y el artista, sobre las prácticas literarias al servicio o a contracorriente de una sociedad.(8)
A partir de estas ideas, desfilan en la antología los nombres más aceptados en el canon poético mexicano (López Velarde, Reyes, Villaurrutia, Paz) al lado de autores que Monsiváis fue de los primeros en reivindicar, como Renato Leduc, Elías Nandino o Manuel Maples Arce, este último perteneciente al movimiento estridentista, una vanguardia mexicana que causó mucha polémica, lo mismo que poetas más recientes como Jaime Reyes (1947), Ricardo Yáñez (1948) y Kyra Galván (1956) ―en la reedición de 1979―. La agudeza de Monsiváis para advertir los brotes nuevos de la poesía mexicana acertó en la mayoría de los casos.
| Artículos anteriores de esta serie: | |
| | | | |
| 1 | | Monsiváis y la poesía |
-------------------------------------------------------
(1) J. Domingo Argüelles, “Carlos Monsiváis y la poesía”, en La Jornada Semanal, núm. 596, 6 de agosto de 2006, www.jornada.unam.mx/2006/08/06/sem-juan.html.
(2) C. Monsiváis, en Días de guardar. México, Era, 1970, pp. 290, 291. El texto completo se puede leer en: www.lajornadamorelos.com/suplementos/correo-del-sur/62989-informe-confidencial.
(3) La poesía mexicana del siglo XX. México, Empresas Editoriales, 1966. Reediciones: Poesía mexicana II. 1915-1979. México, Promexa, 1979; y Poesía mexicana II. 1915-1985. Segunda parte de La poesía: siglos XIX y XX, en la colección Clásicos de la literatura mexicana. México, Promexa, 1985, pp. 301-844. (Reeditada, a su vez, en 1992.)
(4) “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX”, en Daniel Cosío Villegas, coord.., Historia general de México. Tomo 2. México, El Colegio de México, 1976, pp. 1375-1348 y, en especial, pp. 1428-1445, 1469-1471, 1482-1484 y 1504-1506.
(5) Las tradiciones de la imagen: notas sobre poesía mexicana. México, ITESM-Ariel, 2001. Reedición: Fondo de Cultura Económica, 2003.
(6) L.F. Fabre, “Monsiváis y la poesía”, en Letras Libres, julio de 2010, www.letraslibres.com/index.php?art=14762.
(7) Un párrafo redactado por Paz, que fue excluido de la introducción a Poesía en movimiento decía lo siguiente: “"La presente selección no es, ni quiere ser, una ‘antología’... La reciente aparición de La poesía mexicana del siglo XX de Carlos Monsiváis cumple con creces este propósito. En sus páginas el lector interesado puede encontrar una penetrante historia crítica de nuestra poesía moderna y una selección, a un tiempo amplia y rigurosa, de sus tendencias y nombres representativos”, cit. por J. Domingo Argüelles, op. cit.
(8) C. Monsiváis, Poesía mexicana II. 1915-1979, p. XV. Énfasis agregado.
Si quieres comentar o