En varios artículos anteriores vimos las implicaciones y los desafíos, algunos muy importantes, que la genómica sintética, y la biología sintética en general, nos presentan. Un mundo en el que convergen biología, informática e ingeniería con un enfoque nanotecnológico. ¿Y cómo responder frente a todo a esto? En los dos artículos previos nos referirnos a tres grandes áreas de preocupación en este asunto: 1.- Cuestiones de bioseguridad y ambientales 2.- La amenaza bioarmamentista y bioterrorista y 3.- Cuestiones socio-económicas
Esta semana acabaremos de analizar las cuestiones filosófico-religiosas, que ya iniciamos el domingo anterior abordando si se trata de jugar a ser dios, los dos modelos teológicos ante este hecho científico, y la secularización de los dos modelos teológicos: el biotecnólogo como diseñador inteligente humano o como científico loco-ambicioso.
En concreto, abordaremos la respuesta a dos cuestiones. La primera, una pregunta, ¿nada más que materia?. Y la segunda el fin de las fronteras vivo/inerte, organismo/máquina, etc.
¿“NADA MÁS” QUE MATERIA?:.
Los resultados de la biología sintética afirman el carácter material de la vida, y sitúan su diferencia frente a lo no vivo en la estructura de su materia,en lugar de en su composición.(1) Los antiguos aristotélicos y sus seguidores escolásticos medievales hablarían aquí de “materia” y “forma”. Sin embargo, hay que evitar caer en un reduccionismo simplón.
El objetivo de los estudios del “genoma mínimo” es conseguir una máquina autorreplicativa “autónoma” en unas determinadas condiciones ambientales prefijadas. Los virus se replican; pero no se auto-replican porque no son totalmente autónomos, necesitan parte de la maquinaria celular para conseguirlo. Podríamos decir que los virus tienen un genoma “sub-mínimo”, no tienen todos los genes suficientes para hacerse autónomos.
En el caso de las investigaciones sobre el genoma mínimo bacteriano, lo que se crea no es tanto “vida”, sino esa “maquinaria autorreplicativa”. ¿Son ambas cosas equivalentes? Un reduccionista a ultranza diría que sí (p. ej. Dawkins considera a los organismos como máquinas replicativas). Pero, ¿es eso válido? ¿Es la autorreplicación lo único esencial de la vida? ¿Debemos considerar que todo lo demás es superfluo? Ya desde el punto de vista biológico, este enfoque reduccionista de la célula (meramente reproductivo) es sumamente estrecho y dejaría fuera multitud de funciones celulares, además de no tomar en cuenta los diferentes compartimentos de las células no bacterianas.(2)
Por otro lado, y especialmente cuando estos razonamientos se extienden a la vida humana, podemos preguntar: ¿tendría algún día sentido hablar de un genoma y un ser humano “mínimos”? ¿Cómo definiríamos “mínimo” en ese caso? ¿Simplemente capaz de replicarse? ¿Qué tipo de “vida humana” sería esa? Es cierto que desde el punto de vista de la reproducción, muchos aspectos de la vida humana son superfluos (¡aunque en determinadas circunstancias puedan también ayudar a la reproducción!). Pero, ¿tiene que ser ese nuestro enfoque? Mi profesor de microbiología en la universidad consideraba, medio en broma, que las bacterias eran el ser más “avanzado” que existe, argumentando que desde el punto de vista de la eficiencia de reproducción son los más rápidos (20 minutos y, donde había una, ¡hay dos!). Y ahí podría haber un teórico desafío bioético: ¿Existiría la tentación de crear una “sub-humanidad” de ese tipo? ¿Con qué fin?
Al mismo tiempo, y en sentido contrario, existe una tentación opuesta, y es la creación de humanos “maximizados”, humanos eugenésicamente mejorados que pudieran tener nuevas capacidades. Ahí entraríamos en lo que recientemente se ha denominado transhumanismo, e incluso, rayando la fantasía (pero no la imposibilidad), auténticos cyborgs. Tal vez es una fortuna que estas posibilidades parezcan técnicamente, hoy por hoy, lejos… pero ¿por cuánto tiempo?
En cualquier caso, el conocer los últimos recovecos y fundamentos de nuestra “maquinaria biológica” no debería suponer una minusvaloración de la maravilla del fenómeno que llamamos “vida” (aunque es posible que mucha gente no lo vea así y echen de menos el “misterio” de no saber los mecanismos del ser humano).
Tal vez debería fascinarnos aún más comprobar como con ese “barro” es posible algo tan fascinante como nosotros mismos, donde no sólo ha emergido la “vida”, sino después la “inteligencia”, desde sus facetas más simples, que compartimos con diversos animales, hasta los aspectos exclusivos del ser humano…(3) Este tipo de investigaciones deben hacernos reflexionar, parafraseando a Pascal, sobre la grandeza del intelecto humano que se refleja en los logros científicos; pero también en la bajeza del ser humano, un puñado de “polvo” animado por la gracia de Dios, quien creó este universo, extraño y extraordinario a la vez.
FIN DE LA FRONTERA VIVO/INERTE, ORGANISMO/MÁQUINA, ETC.
Diversos autores reconocen que el desarrollo de la biologías sintética puede apuntar a un replanteamiento del uso corriente de los conceptos vivo/inerte. Como dicen Boldt y Müller, generalmente se considera completamente diferente un ser vivo (al que automáticamente se ve como un agente autónomo que debe ser de alguna manera valorado) de un objeto inanimado (cuya valoración es nula o mucho menor, y en todo caso se valora por su “valor” para un ser vivo, p. e. la madriguera/cueva de un animal o las herramientas de un humano). El desarrollo de la biología sintética puede llevar a la aparición de “máquinas vivientes”, concepto en el que el ser vivo y la máquina inanimada se unen, y, “dada la conexión entre «vida» y «valor»”, se podría debilitar “el respeto de la sociedad por las formas superiores de vida que son corrientemente consideradas dignas de protección.”(4) En efecto, en un artículo-respuesta a éste, Ganguli-Mitra y colaboradores observan que: “La biología sintética también tiende a desdibujar los límites tradicionales entre vida y máquina, al igual que entre “natural” y “no natural”. Nos fuerza a cuestionarnos nuestra comprensión de los valores intrínsecos e instrumentales presentes en la naturaleza y los organismos vivos, […].”(5)
Se trata claramente de problemas ante los que habrá que estar vigilantes. Pueden no ser demasiado significativos a nivel social mientras la biología sintética se limite a generar bacterias artificiales microscópicas; pero nada garantiza que la ciencia se estanque ahí… Anna Deplazes y Markus Huppenbauer hacen un cuidadoso examen de los seres que pueden ocupar el espacio intermedio entre organismos y máquinas, así como sus propiedades y su consideración ética. En particular, analizan los llamados “organismos artificiales” y las “máquinas vivientes”, sugiriendo que: “Ejemplos ficticios de entidades híbridas como Frankenstein y Wall-e están desafiando nuestras ideas de una frontera entre organismos y máquinas, pero por su carácter ficticio están al mismo tiempo confirmando las categorías tradicionales, tal y como existen en el mundo real.”(6)
El informe del Proyecto Sociedad, Religión y Tecnología (STR) sobre biología sintética toma un camino “opuesto” y no sólo plantea los efectos de la biología sintética como una merma del valor que damos a la vida natural, sino que se pregunta por lo contrario, es decir, si ese valor debería extenderse a la vida artificial: “¿Es la vida “artificial” del mismo calibre moral que la vida “natural”? ¿Es la vida artificial también digna de protección en el mismo sentido que creemos que la vida “natural” lo es (o lo debiera ser)?”(7) Esta es una de las preguntas que planteaban ya el robot protagonista de la famosa película “Blade Runner” hace varias décadas. ¿Podrían un día los cyborgs y los androides llegar a ser nuestros “prójimos”?
EN BUSCA DE UNA POSTURA CRISTIANA POSITIVA Y CRÍTICA A LA VEZ
Para terminar, creo que hay que ser cauto con las visiones pesimistas, que ven en cada descubrimiento científico un paso hacia el abismo de aquellos que “juegan a ser Dios”, y también cauto con el entusiasmo optimista, que está continuamente perfilando la historia como un progreso hacia un paraíso tecnológico.
Ante esta lucha que hemos descrito entre dos visiones teológicas contrapuestas, el teólogo protestante Peter Dabrock se pregunta: “¿Actúa el hombre como co-creator Dei (al llevar a cabo la visión optimista de creatio a novo) o contradice de raíz lo que es su lugar en la creación de Dios y actúa, en términos teológicos, pecaminosamente?”(8) Este autor rechaza ambas opciones, afirmando que el ser humano no puede realmene aspirar a rivalizar con Dios como un co-creador, por argumentos como los que hemos expuesto más arriba (sección 4.1), sino, como mucho, puede ser un co-operador de Dios, “dado que el poder de crear (en el sentido estricto de
bara(9)) es exclusivamente divino y no puede ser reivindicado por los seres humanos.”(10) Y respecto a la segunda sugerencia, afirma: “Puede concluirse que la biología sintética, per se, no es pecado – lo cual, por cierto, ocurre también con la mayoría de las actividades humanas. En todo caso, lo que ocurre es que la investigación y las aplicaciones en este campo pueden, como en cualquier otra actividad, descarriarse por el poder del pecado y acabar en fracaso.”(11) Y más adelante:
“Los conceptos teológicos de creación y pecado muestran que este campo de investigación no conquista un supuesto dominio divino sacrosanto. Ni se puede tampoco etiquetar esta tecnología per se […] como más rechazable que cualquier otra tecnología, acción humana o institución concebibles”(12)
Los desafíos, que ésta y otras tecnologías nos presentan, deberían impulsarnos a recuperar la visión bíblica de ser buenos “administradores” de la creación, más allá del optimismo o el pesimismo sobre la naturaleza humana que podamos tener.(13) En efecto, como dice el teólogo Ted Peters:
“Pase lo que pase vamos a cambiar la faz de la tierra. La pregunta es ¿queremos hacerlo responsáblemente o no?”(14) Es por ello que se requiere una visión equilibrada de la situación. El informe del
Proyecto Sociedad, Religión y Tecnología (STR) sobre biología sintética advierte de dos peligros, y hace una propuesta cristiana:
“La relación de la humanidad con el resto de la creación no debe confundirse con una dominación y explotación erróneas. La creación tampoco debe percibirse como sagrada, con un algo dado que necesita mantenerse intocable (panteísmo). Más bien, es necesario verla como un regalo.”(15)
Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
1) Véase un artículo previo en esta misma serie.
2) M. K. Cho y col. (1999). Ethical considerations in synthesizing a minimal genome. Science 286:2087-2090.
3) Para una visión reciente sobre el fenómeno de la “emergencia” de la mente, véase el libro recientemente publicado de los catedráticos de psicología cristianos Malcolm Jeeves (a quien entrevistamos en un artículo anterior) y Warren S. Brown: Neurociencia, psicología y religión. Editorial Verbo Divino, 2010.
4) J. Boldt y O. Müller (2008). Newtons of the leaves of grass. Nature Biotechnology 26:387-389.
5) A. Ganguli-Mitra y col. (2009). Of Newtons and heretics. Nat. Biotech. 27:321-322.
6) A. Deplazes y M. Huppenbauer (2009). Synthetic organisms and living machines. Syst. Synth. Biol. 3:55-63.
7) Church of Scotland. Church and Society Council (2010). Op. cit., p. 21.
8) P. Dabrock (2009). Playing God? Synthetic biology as a theological and ethical challenge. Syst. Synth. Biol. 3:47-54.
9) Para el sentido de esa palabra hebrea, véase nota 6.
10) Idem.
11) dem.
12) Idem.
13) Cho y col. (1999). Op. cit.
14) Citado en S. Borenstein (19/8/2007). Scientists struggle to define life. USA Today..
15) Church of Scotland. Church and Society Council (2010). Op. cit., p. 23.
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