Los lectores de Monsiváis, además de tener ante sí una obra muy prolífica, se enfrentan a un abanico de temas que necesariamente los disgregan por los gustos y preferencias de los múltiples asuntos a los que se refirió en su escritura quien dijo le hubiera gustado vivir en un sitio utópico, conformado por una privilegiada zona de New York y el populoso barrio de la capital mexicana donde Carlos habitó desde su infancia hasta su muerte: “Manhattan esquina con Portales” (entrevista de José Luis Perdomo Orellana,
La Jornada, 23/IV/1988). Porque hay quienes siguieron con gran interés sus trabajos sobre tolerancia y derechos de las minorías; pero no prestaron atención a tópicos muy importantes para Carlos, como la poesía y el cine. Otros y otras han sido fieles lectores de sus crónicas urbanas, pero prácticamente desconocen la producción de Monsiváis sobre los liberales mexicanos del siglo XIX.
Monsiváis regresaba una y otra vez a la cuestión de los derechos de las minorías religiosas (sobre todo las protestantes), de su arrinconamiento y ataques en su contra. Pero como ya lo hemos señalado en otras ocasiones, pocos de sus lectores registraron la recurrencia de esa temática en la producción monsivaisiana. Pero no nada más los lectores marginaron el tópico, también lo han hecho los especialistas en su obra (el creciente contingente de
monsivaisólogos profesionales), a tal grado que en los múltiples recuentos bibliográficos del autor prácticamente ha estado ausente el libro de Monsiváis publicado en el 2002 por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos:
Protestantismo, diversidad y tolerancia.
Cuando le compartí la idea a Carlos de reunir varios de sus textos previamente publicados en periódicos, revistas o ponencias dadas en diversos foros sobre el tema antes mencionado, él aprobó el proyecto con la salvedad de que ya agrupados los escritos haría a los mismos correcciones y adiciones. Entonces le comenté que eso se llevaría un buen tiempo, y que como él era, entre otras cosas, bien conocido por su obsesión de revisar una y otra vez sus ensayos y artículos, el proyecto podría naufragar al quedarse los trabajos a incluir en
Protestantismo, diversidad y tolerancia, ahogados en el mar de papeles de su escritorio. Le dije que me diera su visto bueno, que aceptara ya no reescribir los textos. Engulló una porción de sus enfrijoladas con chorizo (casi siempre en nuestros desayunos consumía ese platillo), dio un sorbo a su jugo de naranja tamaño gigante, y finalmente con una sonrisa dio un sí.
Me di a la tarea de compilar los textos de Carlos Monsiváis para ese libro, y hacer el prólogo. Por la premura en que la obra debió ser compilada quedaron fuera varios escritos anteriores al año en que la CNDH publicó el volumen. Pero esa carencia será corregida en la segunda edición (a publicar por una editorial distinta a la anterior), que Carlos Monsivaís autorizó con generosidad. Por ejemplo el que considero es el primer artículo
monsivaisiano sobre la estigmatización y discriminación de los mexicanos protestantes/evangélicos, va a ser incluido en la nueva versión del libro. Se trata del texto “Las demás iglesias: los mexicanos de tercera clase” (
Cuadernos de Nexos, octubre de 1989).
En aquel artículo Carlos tocó el tema del concepto peyorativo que, desde distintas ópticas (ya fuese el clericalismo católico y/o la izquierda miope), se ha endilgado a las iglesias que
no son católicas: “En el fondo, a veces disfrazada, la vieja tesis: son
ilegítimas las creencias no mayoritarias. Antropólogos, sociólogos y curas insisten con frecuencia, sin mayores explicaciones (tal vez por suponer que el asunto es tan obvio que no lo amerita), en el ‘delito’ o la ‘traición’ que cometen los indígenas que, por cualquier razón, desisten del catolicismo. ‘Dividen a las comunidades’, se dice, pero no se extrae la consecuencia lógica del cargo: para que las comunidades no se dividan, que se prohíba por ley la renuncia a la fe católica (a los ateos se les suplica que finjan). Este retorno a la intolerancia (este olvido de la libertad de cultos) se acompaña de los registros ominosos del término
secta que evoca de inmediato clandestinidad, conjura, sitios macabros, sesiones nocturnas a la lívida luz de la luna, miradas cómplices de los enanos que se reconocen a simple vista”
Incorporamos un ensayo del 2002, que Monsiváis encabezó de la siguiente forma: “¿A poco no le da gusto estar excluido? (las marginalidades por decreto)”, donde afirma: “Como a los miembros de las otras minorías, los protestantes o evangélicos también son excluidos múltiples. En este caso, de la identidad nacional, del respeto y la comprensión de los vecinos, de la solidaridad. No se reconoce su integración al país en lo cultural, lo político y lo social, y lo mismo a fines del siglo XIX que a fines del siglo XX la intolerancia ejercida en su contra no desata mayores protestas”.
La nueva edición de Protestantismo, diversidad y tolerancia incluye un amplio escrito de Monsivaís que originalmente presentó en el Segundo Simposio Internacional el Protestantismo Evangélico en América Latina y el Caribe, que tuvo lugar en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, en octubre del 2004. Entonces compartió con los asistentes sus reflexiones –que no trascendieron más allá porque el libro que recogería los trabajos presentados no pudo ver la luz por razones financieras– y dentro de poco serán conocidas por un público más amplio. Carlos eligió titular su texto de una manera muy peculiar: “Aunque me llamen un aleluya… Las ventajas y las desventajas de las minorías religiosas”.
La primera edición de Protestantismo, diversidad y tolerancia vio la luz en diciembre del 2002. Su primera reacción al ver el resultado en su conjunto fue que debió haber revisado los textos de cada capítulo, que notaba puntos en los que hubiese sido mejor reescribirlos. Incluso mencionó que tenía serias dudas sobre la pertinencia de incluir en el libro el artículo “¿Por qué estudiar al protestantismo mexicano”? Por mi parte defendí mi tarea de compilador y los criterios en que me basé. Pasado un tiempo, Monsiváis compartió conmigo y otros comensales de nuestros acostumbrados desayunos que ya visto un poco a la distancia el volumen le parecía consistente y de valía sobre el tema de la defensa de los derechos de las minorías religiosas. Manifestó que retiraba su objeción anterior a que yo hubiese integrado al volumen el artículo “¿Por qué estudiar al protestantismo mexicano?”, y para sorpresa mía, y de Carlos Mondragón que participaba en la tertulia, ¡me felicitó por haber defendido ese escrito!
Casi un año después de haberse editado el libro del que nos hemos venido ocupando, y ya con la perspectiva de haber dejado reposar el volumen, entrevisté a Carlos Monsiváis y le hice la siguiente pregunta: “En tus escritos recopilados en el libro
Protestantismo, diversidad y tolerancia se constata la preocupación que de mucho tiempo atrás has tenido en la defensa de los derechos de las minorías religiosas. ¿De dónde viene ese interés?”
El escritor fue claro y preciso en su respuesta:
En primer lugar por un asunto de formación personal. Vengo de una familia protestante de largo tiempo en México, lo cual no suele ser muy habitual. Por lo tanto he comprobado cómo la persecución ha sido no sólo inicua y monstruosa, sino dirigida, también, contra una minoría que en lo fundamental procura llevar vidas responsables; procura practicar la honradez y tiene una ética del trabajo, de la convivencia, no diría ejemplar porque eso no existe en ningún lado, pero que se acerca a la ejemplaridad en muchísimos casos y que, sobre todo, intenta una responsabilidad de acuerdo a la creencia en la relación personal con Dios. Entonces viniendo de esa familia, y constándome lo que ha significado la persecución en el medio protestante, y sobre todo en los medios regionales, que antes se llamaban de provincia, y constándome también el tipo de vida que los protestantes llevan, aún cuando la mayoría esté en desacuerdo con las creencias y ridiculice el modo en que se profesen las convicciones, se tiene que admitir que son –en el sentido de la honradez, de la práctica de la vida cotidiana, etcétera– minorías que tienen que ver con el ejercicio ciudadano de la mejor manera. Todo esto me llevó a interesarme, porque es un asunto que viví desde niño, en la defensa de los derechos religiosos de las minorías.
Continuamos con el cuestionario e hice el siguiente planteamiento y pregunta: “Además de la experiencia personal, familiar, de conocer de primera mano el tema, en un país que se va pluralizando, diversificando, cada vez más en todos los terrenos, ¿qué otras razones encuentras para defender a las minorías religiosas?” Monsiváis reviró en los siguientes términos:
Hay las que te marcan la Constitución mexicana, las que te marca la convicción creciente que los derechos humanos son la gran fuerza unificadora de la nueva conciencia nacional e internacional. Y están las que te marcan simplemente la saña, la estupidez, la absoluta incuria y la barbarie de los que persiguen. Si uno no reacciona ante esto, estamos de alguna manera renunciando a una visión integral de los derechos humanos, y esto es lo que ha pasado en México. No se puede hablar con tanta tranquilidad de los derechos humanos cuando se ve lo que ha sido la persecución criminal, homicida, y además ilegal desde cualquier punto de vista, de las minorías religiosas.
La charla, que tuvo lugar en casa del entrevistado, incluyó varias preguntas más. Reproduzco una de éstas: “¿Tú crees que ahora, dado que en el país existe una conciencia mayor sobre la defensa de los derechos humanos que la prevaleciente hace algunos años, tenemos un mejor panorama para las minorías religiosas?”
Entonces expresó su parecer sin ambigüedades:
Todavía no hay un mejor panorama para estas minorías, porque todavía se sigue considerando ajeno, extraño, exótico al protestantismo. No se ha concebido, verdaderamente, la pluralidad de creencias porque se sigue profesando, en el fondo e íntimamente, la absoluta necedad marcada por legiones de obispos de que los mexicanos pueden ser incluso ateos pero que todos son guadalupanos. Desde esta base ya estás expulsando de la mexicanidad, o de la condición mexicana, o de la nacionalidad, o de la protección de las leyes, a todos aquellos que no somos guadalupanos. Yo me reivindico como mexicano porque eso dicen mis papeles y eso asegura mi pasaporte, y porque nadie me ha exigido que para conseguir mi pasaporte tengo yo que ser guadalupano. Entonces me resulta cada vez más inconcebible que esta banalidad, esta creencia estadístico mística de que si somos mexicanos somos guadalupanos, todavía continúe ejerciendo una influencia suficiente como para que las personas cuando ven la persecución contra los protestantes sientan que sucede en otro país.
Con seguridad hay mucho de Carlos Monsiváis por venir, gracias a que dejó escritos por aquí y por allá que serán compilados para publicarlos como libros. Respecto a la temática desarrollada en el presente artículo, nos encontrábamos ultimando los detalles de la segunda edición de
Protestantismo, diversidad y tolerancia. Conversamos con Carlos sobre los nuevos contenidos, revisamos algunos de los textos a ser agregados. La idea era concluir el libro con una entrevista en la que él diera su opinión acerca del estado y repercusiones de la diversificación religiosa en México.
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