Es muy conocido el énfasis tan grande que otorgó Monsiváis a la discusión de la laicidad y la forma tan dura en que criticó a los jerarcas de la Iglesia católica por su afán de intervenir en los asuntos del país. Este rasgo de su escritura le ocasionó varias críticas, como la de Christopher Domínguez, quien le reprochó la forma en que Monsiváis se convirtió en adalid de diversas luchas (2). Lo cierto es que, como bien escribe Bernardo Barranco:
Monsiváis se decía muy poco religioso, en cambio era clara su postura crítica al activismo político de la Iglesia católica. Reconocía su actitud anticlerical, pero no era anticatólico, sí registraba la existencia del anticlericalismo cuando campea de clericalismo, especialmente el clericalismo de Estado; y todos los intentos de censurar y regimentar a la sociedad, levantan aún más la idea de fortalecer el carácter laico del Estado. Decía respetar el catolicismo y la fe de millones de mexicanos pero no la forma en cómo la jerarquía católica pretende imponer sus convicciones a todos como si tuvieran el monopolio de la verdad.(3)
Unas palabras suyas, citadas por Barranco son más que elocuentes: “Mi experiencia de las repercusiones de la intolerancia religiosa me hace rechazar tajantemente el uso oficial de la religión. Por ello, agradezco y me siento orgulloso de haber estudiado en una escuela pública, porque me libré de prejuicios y haber podido afirmar así, en mi formación, el derecho de las minorías. Agradezco el laicismo y estoy convencido que la educación religiosa en las escuelas públicas sería un gravísimo retroceso que el país no merece”.(4) Célebre fue el agrio intercambio que tuvo con el ex secretario de Gobernación (Interior), Carlos Abascal (hijo de un líder cristero), cuando recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, ocasión que no dejó pasar para criticarlo porque “apenas toma la palabra instala su púlpito virtual”. Allí, “frente al [entonces] presidente Vicente Fox, el ensayista dijo que, como secretario de Estado, Abascal ´’no puede proclamar las ventajas de la fe […] porque el Estado laico conlleva obligadamente la ética republicana, que sin negar el papel de las religiones como espacio de formación de valores, deposita en la educación y las leyes los principios éticos de la sociedad no teocrática’. El laicismo, agregó, respeta todos los credos, pero no acepta el retorno a un dogma religioso como criterio único”.(5)
En su columna “Por mi madre, bohemios” aparecían con frecuencia muchas declaraciones de obispos ridiculizadas sin piedad. Lo primero que llama la atención es el amplio conocimiento que tenía Monsiváis de la historia de México y del pensamiento liberal, algo muy importante, pues queda la impresión de que los jerarcas de la Iglesia apuestan a la desmemoria de la sociedad con el fin de recuperar sus antiguos privilegios e influencia. De ahí la anécdota con que inicia el texto de Monsiváis (la afirmación de Ignacio Ramírez: “No hay Dios”, ¡en 1837!): “Un ateo que hace pública su falta de fe es un ciudadano en pos del uso estricto de las libertades”.(6) Desde ese punto de partida, Monsiváis presenta una argumentación histórica, ideológica y cultural en la que se transparenta la necesidad de asumir la laicidad de la sociedad mexicana como un proceso irreversible e irrenunciable. En esa línea, toca en su texto los grandes momentos en que la laicidad se fue imponiendo a contracorriente de los impulsos dirigidos por el catolicismo y que encarnaron en la lucha decimonónica entre los grupos conservadores y los núcleos liberales, los cuales a la postre se hicieron del poder y, desde ahí, desarrollaron políticas de confrontación que lograron imponer cambios constitucionales aceptados mayoritariamente por la población.
El dilema religioso del país, que siendo tan mayoritariamente católico, al mismo tiempo haya conseguido instalar la laicidad en los hechos, aunque muy recientemente esté por aprobarse este estatus en la Constitución, hizo que el protestante Monsiváis, disidente por definición, insistiera tanto en este asunto durante toda su vida de escritor y periodista, para denunciar, por un lado, episodios de persecución religiosa y, por otro, para promover la irreversible secularización y su correlato, la laicidad.
Monsiváis destaca la importancia que tuvo, para desembocar en el acto provocativo de Ramírez, el
Ensayo sobre tolerancia religiosa, de Vicente Rocafuerte, quien desde 1831 lanzó ese alegato a favor de un país respetuoso de la libertad de creencias. La Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma fueron, así, pasos fundamentales en el camino hacia la secularización. Ante ambos documentos, la reacción del conservadurismo, como lo ejemplifica el obispo Montes de Oca en 1856, para quien una sociedad que no es dirigida por el catolicismo no es capaz de subsistir “porque lo político y lo católico son ideas paralelas y han de marchar siempre unidas, quiérase o no, porque el movimiento de las ideas y la fuerza expansiva de las cosas son independientes de la voluntad”.(7) Contra este tipo de falacias, el liberalismo levantó una estructura político-cultural cuyos efectos llegan hasta nuestros días.
Con el ímpetu liberal de la época de Juárez y su generación, se establecieron las bases constitucionales que siguen vigentes hasta hoy. Monsiváis resume el contenido básico de los artículos específicos de las Leyes de Reforma, vistos con horror por los voceros clericales, como sigue: “…el Artículo Tercero implanta la libertad de enseñanza; el Quinto suprime los votos religiosos; el Séptimo establece la libertad de imprenta sin restricciones a favor de la Iglesia; el 13 declara abolido el fuero eclesiástico; el 27 formaliza la Ley Lerdo sobre desamortización de bienes eclesiásticos y comunales, y el 123 regala al poder federal el derecho de intervenir en asuntos de culto y la disciplina externa de la Iglesia”.(8)
Ése es el tenor de esta importante aportación de Monsiváis al debate sobre la laicidad.
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(1) C. Monsiváis, “El laicismo en México: Notas sobre el destino (a fin de cuentas venturoso) de la libertades expresivas”, en Benjamín Mayer Foulkes, coord.., Ateologías. México, Fractal-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2006, p. 47.
(2) C. Domínguez Michael, "Carlos Monsiváis, el patricio laico", en Servidumbre y grandeza de la vida literaria. México, Joaquín Mortiz, 1998.
(3) B. Barranco, “Carlos Monsiváis y los usos de lo sagrado”, en La Jornada, 23 de junio de 2010, www.jornada.unam.mx/2010/06/23/index.php?section=politica&article=019a2pol.
(4) Idem. Cf. Carlos Martínez García, “Las herencias de Carlos Monsiváis”, en La Jornada, 3 de enero de 2007, www.jornada.unam.mx/2007/01/03/index.php?section=politica&article=014a1pol.
(5) Fabiola Martínez, “Respeto a los fundamentalistas que me acusan de fundamentalista”, en La Jornada, 2 de febrero de 2006,
www.jornada.unam.mx/2006/02/02/index.php?section=politica&article=018n1pol. Cf. L. Cervantes-, o “El escritor Carlos Monsiváis defiende el laicismo ante el presidente Fox”, en ALC Noticias, 1 de febrero de 2006,
www.alcnoticias.net/interior.php?lang=687&codigo=6611.
(6) C. Monsiváis, op. cit., p. 20.
(7) Cit. por C. Monsiváis, op. cit., p. 25.
(8) C. Monsiváis, op. cit., p. 25.
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