Ahíto de circunloquios, se dedicó a observar cómo florecen las rosas.
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Insiste en tu esperanza. Te oigan o no, insiste en tu esperanza.
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Sobrevivir al éxito y al fracaso, y caminar tranquilo por la ciudad que se despierta.
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No emprendas la travesía cargado de prejuicios, porque pueden guiarte por la senda equivocada.
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¿Qué cenizas seguirán ardiendo en el alma de Celestina? ¿Aún sigue por estas callejuelas salmantinas, manipulando a su antojo? Creí verla el otro día, de la mano de Areusa, pero es probable que todo fuera producto de mi imaginación.
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Él, dentro del bosque húmedo; Tú, arriba, abriendo el mundo con la luz que él aprendió a invocar.
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Por dolerle el mundo, un ermitaño se recuesta y sueña que en otras tierras las personas se han dado a la paz, rociando perfumes al paso del prójimo, poniendo el pan en la mesa del otro… En ese instante se despierta y, con su mano derecha, se propina un manotazo en la mejilla, recriminándose a sí mismo: “¡Otra vez con tus locuras sobre el hombre futuro!”. Y, aunque es de noche, pues por su ventana ve estrellas, ordena sus harapos y sale a juntar más piedras. Está construyendo otra cabaña, por si alguien se pierde de las rutas principales y llega hasta allí con necesidad de refugio.
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¿En alquiler o en venta? Ninguna de las dos opciones, aunque alguien haya prendido fuego al bolígrafo de tus anotaciones. Ya encontrarás algún resto de carbón y, sobre cualquier papel, escribirás el memorial de tropelías que se vienen cometiendo.
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Bello sacrificio el tuyo, alojándote en mí con los ojos cerrados.
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La poesía es el oficio del resistente. Cierto que en apariencia no soluciona nada, pero permite que algunos pasen la noche y esperen que llegue la semana venidera, y la siguiente y la siguiente…
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Duda del que se dice solidario pero no practica la caridad.
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Dino Buzzatti: “Los escritores queremos ser originales, pero somos herederos de una larga tradición, desde los griegos y quizá más, hasta de la Biblia. Yo creo que uno escribe para dialogar con los libros que admira”.
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El calor no descansa y hace que los días sean más lentos, más pegajosos.
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Multiplica tu desapego hacia el oropel de lo ostentoso. También hacia el afán por ejercer un poder que atrofie el corazón.
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¿Miedo cósmico al pecado? Las almas perdidas van quemando sus horas en frivolidades, en memeces, en acopiar más ácido para propulsar sus lenguas.
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Serena postura la de quien no disfraza su corazón.
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Peces de dramática hermosura espiritual. Peces con una idea clara en la cabeza. Peces que se acercan a la orilla del universo. Peces dejándose pescar desde el cielo.
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El herido por el asombro no tiene lisiada la memoria. Tan sólo propone otro orden para alcanzar la Fe.
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Cuesta, pero te acostumbrarás a tallar tu propia claridad, indispensable para no quedar crucificado por el ríspido hablar del parodiante.
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No crezcamos apócrifos en el espasmo inaudito de lo oscuro.
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A fuerza de sentir, lo amado no atardece. A fuerza de pensar no se entiende el por qué todo se cierra cuando más se necesita. Que no haya naufragio de mendigos ni nadie pulverice sus cráneos con la culpa que a otros les sobra.
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Ensancha tu boca y persevera hasta que se restituya el derecho de los más débiles.
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El hogar debe ser el recinto de los abrazos.
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Rodrigo Fresán, escritor argentino: “Los prólogos para mí son una actitud un poco evangélica. Solamente prologo lo que me gusta mucho, por una cuestión de “predicar la buena nueva” (…) Y, como te decía, tiene que ver con esto de la cosa evangélica, que es también lo que entiendo cuando hago las reseñas literarias. Yo no me siento crítico literario, sino que escribo sobre libros que me gustan, y cuando escribo sobre alguno que no me gusta lo hago con cierto pesar. No es algo que me guste hacer. Entonces es eso: poder hablar, no en voz alta sino en letra baja, sobre cosas que me gustan”.
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Abreva de la soledad que nunca estalla.
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Congrégate, no para sentarte y levantarte hasta el cansancio, sino para entregarte, una y otra vez, a Quien bendice a toda su milicia.
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Eres mi pastora del Líbano, con tus labios sobre el cuerpo de sal y cielo.
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