El gnosticismo no es una herejía organizada, más bien se trata de una corriente filosófica y religiosa que desde el principio intentó mimetizarse con el propio Cristianismo. Algunas de las características principales de estos grupos eran: cultos iniciáticos, dualismo, la salvación que se produce a través del conocimiento de los misterios, su visión de Cristo que es normalmente la de un maestro o iniciado más, pero nunca la de Dios hecho carne, la creencia de que el mundo está gobernado por un dios bueno y otro malo, reencarnación, etc. Muchas de estas corrientes siguen representadas en movimientos como la Nueva Era.
Dos de las escuelas gnósticas que se extendieron por la Península fueron la de los agapetas y priscilianistas. Juan Crisóstomo definió muy bien a los gnósticos cuando dijo de ellos:
“se llaman gnósticos porque pretenden saber más que los otros”.
Los gnósticos estaban preocupados por descubrir tres cosas: el origen de los seres, el principio del mal en el mundo y la redención.
El origen de estas filosofías fue la antigua Grecia, desde allí se extendieron por todo el Imperio Romano, aunque muchas de sus ideas provenían del Oriente, por ello sus ideas tenían vínculos con el Zoroastrismo y otras religiones de Persia. Algunos ven en Simón el Mago, del que habla el libro de los Hechos, al primer gnóstico cristiano.
El gnosticismo se extendió rápidamente por Egipto, Siria, Grecia e Italia, después pasó a otros territorios occidentales. En Hispania, los agapetas se introdujeron por la Galia en la segunda mitad del siglo IV. Un tal Marco de origen egipcio y un grupo de mujeres, extendieron sus doctrinas por la Península. Marco mezclaba ideas maniqueas con prácticas mágicas y de adivinación. Una de las mujeres que acompañaban a Marco era Agapea, la verdadera líder del grupo y de la que tomó el nombre. Sus prácticas escandalizaron a la Iglesia de la época, ya que su idea de que el cuerpo y lo material eran malos, pero su alma era pura, les permitía hacer cualquier cosa con sus cuerpos, sin que su alma se viera afectada.
Los priscilianistas nacieron de la misma rama herética, ya que Prisciliano había sido discípula de Agapea y de un tal Elpidio. Prisciliano también provenía de la Galia aunque era de origen hispano romano.
Sulpicio Severo describe a Prisciliano como:
“…de familia noble, de grandes riquezas, atrevido, facundo, erudito, muy ejercitado en la declamación y en la disputa; feliz, ciertamente, si no hubiese echado a perder con malas opiniones sus grandes dotes de alma y de cuerpo. Velaba mucho: era sufridor del hambre y de la sed, nada codicioso, sumamente parco. Pero con estas cualidades mezclaba gran vanidad, hinchado con su falsa y profana ciencia, puesto que había ejercido las artes mágicas desde su juventud (1.”
De Prisciliano y sus ideas hablaremos en otra ocasión.
Las doctrinas gnósticas tuvieron un éxito relativo entre la población, impregnando de una manera más fuerte a los estamentos más altos de Hispania. Muchas de ellas persistieron durante siglos cambiando de nombres y lugares, por sus características filosóficas, suelen regresar cíclicamente a la Iglesia, sobre todo en momento de crisis sociales y espirituales.
(1) SULP. SEV., Historia Sagrada, l. 2, en el t. 16 de la Bibliotheca Veterum Patrum.
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