Tengo algunas preguntas sobre esta crisis y espero que ustedes me ayuden a contestarlas.
¿Por qué los funcionarios, pensionistas y grandes dependientes han de pagar lo que otros causaron?
¿Por qué la crisis se traduce en España en mucho más paro? Grecia está mucho peor, pero en este momento su tasa de paro es del 10 por ciento, la mitad de la española.
¿Hay una razón estructural? ¿Hay una razón social? ¿Hay mucho trabajo sumergido en España y la cifra de paro no es real? Sí, pero no creo que explique toda esa tasa.
¿Son los empresarios españoles más reacios a invertir en creación de empleo? No parece, porque sus mayores quejas hoy se dirigen a las restricciones al crédito de los bancos.
Hay que afinar las respuestas, porque corremos el riesgo de seguir dando palos de ciego con medidas de pan para hoy y hambre para mañana, como lo fue –en mi personal criterio– el Fondo para las Entidades Locales del Plan E: 11.000 millones de euros invertidos en iniciativas no productivas, generadoras de un empleo fugaz, que tienen su ejemplo extremo en el millón de euros que el ayuntamiento de Vícar, con un 10 por ciento de parados, invertirá en un monumento al agricultor y en un revestimiento de mármol. En todo esto hay claros elementos de ética social (responsabilidad, mentira, solidaridad, inconsciencia, etc.) que a los creyentes no nos deben pasar desapercibidos.
Mucho se ha hablado de las acciones especulativas del mercado contra España, pero la especulación actúa cuando ve riesgo y éste sólo se reduce desde el realismo y la anticipación en la respuesta; el mercado es implacable con la debilidad, la incoherencia y la imprevisión. La parábola del rey que iba a construir una torre es plenamente pertinente en nuestra situación (1).
Me siento especialmente perplejo porque no se nos ha venido diciendo la verdad de las cosas. En un viaje en barco, nos encontramos con un tremendo temporal que obligó a cambiar los planes de desembarco, pero las informaciones de la tripulación fueron confusas; mi propuesta a ellos fue: “no son ustedes responsables del temporal, pero son responsables de decirnos la verdad de lo que está pasando”.
El gobierno no es responsable de todo lo que se nos viene encima, pero es responsable de decirnos la verdad de todo.
Nos dijeron primero que la crisis no era tal, sino desaceleración, y al poco tiempo nos ilusionaron con unos brotes verdes que nunca rompieron a crecer; en su presentación del Plan E, el presidente nos dijo:
“los tres años consecutivos de superávit presupuestario nos permiten ahora incurrir en déficit sin poner en riesgo la credibilidad de las finanzas públicas; la entrada en vigor de nuevas políticas sociales (como la ayuda por nacimiento) y rebajas fiscales (tanto en el IRPF como en el Impuesto de Sociedades) permiten a las familias una mayor renta disponible y a las empresas mejorar su competitividad”.
Y hace sólo unos días nos dijo:
“No voy a tomar medidas drásticas”. Sus contradicciones flagrantes ponen en riesgo nuestros bolsillos y su credibilidad. Ningún gobierno tendría en esta situación soluciones mágicas, entre otras cosas porque las causas y las respuestas de la crisis no dependen sólo de la política gubernamental, pero todo gobierno es responsable de decirnos en todo momento la verdad; es la primera muestra de respeto a la ciudadanía.
Podemos sacar también conclusiones de estrategia política: rechazar de plano las medidas de ajuste propuestas por la oposición puede darte de entrada una imagen de fuerza, pero se convierte en debilidad cuando a los pocos días te ves obligado a tomar esas medidas ante las indicaciones de la UE, los EEUU y el mercado. Habría sido más sabio pactar con la oposición un acuerdo de actuaciones, con lo que la harías co-responsable de las impopulares medidas. En cuanto a la oposición, entrar a degüello sobre las debilidades y contradicciones del gobierno no le concede credibilidad; lo que la puede otorgar confianza como oposición es presentar un programa alternativo de actuación pormenorizado.
Y hay una lección de estrategia política para los evangélicos: la participación en la UE ha beneficiado el desarrollo económico de este país y nos otorga una eficaz cobertura en tiempos de crisis, pero esto se paga con la pérdida de independencia.
Ha sido dramática la imagen de Zapatero diciendo un día una cosa y viéndose obligado a presentar la contraria a los pocos días, al dictado de la Unión Europea. Ésta acaba de crear un mecanismo de salvaguarda de países en dificultades, pero
la Comisión Europea habla ya de revisar los presupuestos de los Estados antes de que sean aprobados por los parlamentos estatales; se recorta así drásticamente la independencia de los países.
Los evangélicos debemos entender esta lección: podemos decidir libremente acceder a ayudas institucionales, lo que nos da medios para trabajar con seguridad, pero debemos saber igualmente que en cualquier momento estos mecanismos se pueden convertir en corsés que restrinjan nuestra independencia; si decidimos hacerlo, que sea con plena consciencia del riesgo de pagar un precio de libertad.
(1) Lc 14.28
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