Breviario del sosiego/ 24

Aquello que uno ama es como un vaso lleno de luz indicando el lugar de la Verdad.
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Haz de mí un Bienaventurado, y que en el fin esté mi nacimiento.
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Si buscas edificar la paz no lo hagas con el corazón cauterizado.
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Silabeas los genuinos mandatos de Su Justicia, pero muchos que dicen haber leído lo mismo te desdeñan, llamándote “loco”, “comunista” o “utópico”. Por la intemperie va la Memoria en llamas, alejándose de la antigua vigilia debido a la inexacta o parcializada explicación del Reino.
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Miguel Hernández refulge contra el pasado de tanto desatino.
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Verdad que recomienza la del pastor sediento; plenitud que dobla angustias la del pastor sediento; trascendencia del escarnio la del pastor sediento:
¿Qué conflagración absurda encarceló al amante del Amor? ¿Qué vértigo mortal hizo saltar de gozo a los caínes?
¿Qué clero de miseria acumulada no quiso oír su voz : “Sin arrimo de nadie,/ con mi fe, con mi arrimo;/ regraciado con Dios,/ con el mundo remiso”.
Dije al pintor Elías: “No vayamos al osario sino a la espejeante eternidad. Vayamos a la Tierra Prometida de su Verbo, volvamos a su Mediterráneo suelo, pues sólo así el ángel Miguel se alzará en resurrección, sea como salmo, lienzo o herida no cicatrizada por ser lámpara de fuego que irrita los ojos de quienes amortajan a los empobrecidos:
¿Acaso la convicción no es más fuerte que el miedo?
“Todo se aclarará”, me respondió el pintor. Y su taller se cubrió de telas, de bocetos, de pinceles dando consistencia a otra Vida que desploma los Tiempos…
Ahora los tres respiramos juntos porque nos embriaga la misma nostalgia por los acentos natales. Ahora, por el campo charro y la meseta castellana, los tres cantamos unos versos que aclaran nuestra religación con esta tierra:

Ya verdeció en el surco el pan temprano
que el labrador sembró sobre Castilla…
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El enojo es leña seca para el horno ardiente de los daños.
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Nada desvía tus pasos, ni el enseñoramiento de aquellos que caminan entre sus vómitos.
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¡Auxíliame con tu Potestad de disidente al margen de ataduras ceremoniales!
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Los necios se vuelven papagayos; las necias se vuelven híbridas: ambos no tienen escapatoria al estéril rechinar de dientes.
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Un colibrí sobre la rosa sedienta: embriaguez del paraíso.
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Observa el sepulturero cómo se entierran ellos mismos.
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¡Qué adherido está el mundo dentro de la iglesia! El mundo está en nosotros porque parece hacernos demasiada falta: sólo cuando en verdad realicemos la revolución de nuestra propia vida, la resurrección circulará en los ejemplos que ofrezcamos. Otra opción sería la vuelta a los primigenios kibutz, pero no creo que muchos quieran colectivizar sus propiedades: además, eso huele demasiado a comunismo. Pareciera más sencillo (¿o no?) hacer lo que nos enseña el manual de la práctica evangélica, el Libro de los Hechos: “Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y los repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el Templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón…”. Hasta aquí pensaba citar, pues entre creyentes se sobreentiende que primero es Dios. Pero terminemos el versículo, no sea que alguno se vaya por las ramas y no reflexione sobre el meollo de lo anotado: “…alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hch 2: 44-47).
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Recluido dentro de tu casa ¿cómo, pues, los otros conocerán aquello que aprendiste?
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¿A cuántos ha desahuciado tu olvido?
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Pide a Dios que el agua no amanezca seca. Y tampoco tu fe.
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Refriegas por seguir acumulando metales. Refriegas por perpetuarse en sillones de poder que alejan del Espíritu. Refriegas, codazos, indirectas por querer sembrar en tierra fértil donde ya brotó la semilla.
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No envidies mi tristeza, Tú, pájaro de fuego que vuelas por la edad de los crepúsculos.
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¡Quien mejor ha catado el sabor del exilio es el Cristo que me despierta como si yo fuese profeta!
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Mujer: sirve tú el vino porque desde la Boda te corresponde el pequeño milagro. Tu empeño propicio la savia de salvación.
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¿Quién se detiene a limpiar los días sucios? ¿Quién hace comunión de manos con los dolientes? Decidme, ¿quién que requiere reposo sale a la calle para apurar el infinito con el movimiento de su alma?
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Zumban como moscas los que discuten consigo mismos.
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¿Puerta extranjera o puerta de todas las naciones? ¿En qué quedamos? ¡Decídanse, pues!