¿Que no sabe usted quién fue Hus? ¿Hemos perdido su memoria? Gracias a Dios su nombre no está borrado de Su memoria y está grabado para siempre en el libro que Él escribe, el de la Historia de verdad. Allí está también otro ferviente protestante checo, Comenius, del que nuestros estudiantes evangélicos sólo saben que en su nombre viajan por media Europa.
Para las crónicas de acá Jan Hus fue un derrotado, y parece que los derrotados no escriben la historia. Este profesor universitario, como Lutero (¿se dan cuenta de cuántos profesores universitarios han sido cruciales entre nosotros los protestantes?), reclamó la centralidad de la Biblia y la salvación por la fe en 1419. La universidad de Praga, el pueblo y sus dirigentes le siguieron con convicción. La curia romana le llamó a capítulo al concilio de Constanza; él ya sabía cómo se las gastaban y temió por su vida, pero el emperador Segismundo le firmó un salvoconducto certificando que, una vez expuestas sus ideas, podría volver sano y salvo a Praga. Cuando llegó a Constanza los cardenales convencieron al emperador: “No hay por qué cumplir la palabra dada a un hereje”. Hus fue quemado vivo.
Su memoria quedó denigrada y su mensaje fue falseado por la jerarquía católica, tanto que muchos, como Lutero, le consideraban un hereje, hasta que un día Lutero le leyó directamente y dijo con humildad y contundencia: “todos somos husitas”.
La universidad de Praga y el pueblo se atrevieron a contestar al imperio y a la iglesia oficial y mantuvieron su adhesión a la Palabra predicada por Jan Hus. Reclamaron libertad para vivir su fe, pero les fue contestada. Doscientos años después fueron derrotados en la batalla de la Montaña Blanca y se impuso la tiranía de los Habsburgo.
Es una crónica de derrotas, pero desde esas derrotas Dios escribió Su historia y permitió que la identidad nacional checa se construyese sobre las fuentes del husismo derrotado. Hoy la estatua de Hus preside con orgullo la principal plaza de Praga y en una iglesia en esa plaza estoy compartiendo con mis hermanos husitas la memoria de la muerte de Jesús, también ejecutado y derrotado para los hombres, pero victorioso Señor de la Historia.
Vuelvo a recorrer Hebreos 11: “por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas… otros fueron muertos a filo de espada”. Hus y Lutero: los dos predicaron lo mismo, los dos alcanzaron el corazón del pueblo, pero uno fue quemado y el otro conquistó media Europa. Jeremías y David, uno ignorado y otro recordado, Esteban y Josué, uno apedreado y otro ensalzado, todos esenciales en la construcción de la historia de la humanidad que escribe Dios; el concepto del éxito que Él valora es muy diferente del nuestro, no consiste exactamente en ganar todas las batallas, sino en ser fiel hasta la muerte. Nadie le haría creer a Jan Hus, derrotado al pie de la hoguera, con su memoria borrada, que seiscientos años después alguien llegaría hasta Praga desde donde Europa muere en el mar, y le recordaría conmovido, dando gracias a Dios por él.
El órgano llena pared a pared de “Castillo fuerte es nuestro Dios” y canto en checo ¬(no, querido Marcos, aún no hablo en lenguas) siguiendo el texto del Zpenvik, el himnario que me han prestado. Sí; Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza; por tanto, no temeremos aunque la tierra sea removida; Señor, Tú nos has sido refugio de generación en generación, desde el centro de Europa al fin del mundo, el Finisterrae de donde vengo.
Me dejo ir por las calles de Praga y entro en la reconstruida iglesia en donde empezó a predicar Hus. Miro al púlpito desde el que trazó la Palabra y lo hago con el mismo solemne respeto y amor con el que me acerqué a la silla de Calvino en la catedral de Ginebra. Desde este púlpito se abrió la Biblia y sonó con poder, de las tinieblas resplandeció la luz; tenía razón Lutero: todos los protestantes nos levantamos bajo la Palabra de Dios, todos somos husitas.
Me siento bajo el púlpito y oro para que en la noche de Europa vuelva a abrirse paso la luz. En el libro de visitas alguien acaba de escribir: “Que Deus abenzoe a este país ca lús que prendeu no Seu servo Jan Hus. Manuel Suárez. Galicia”.
Si quieres comentar o