Así se lo describí
en
el último artículo de Tubo de ensayo. Aprovechando su estancia entre nosotros le he planteado varias preguntas sobre la ciencia, la fe cristiana y las relaciones entre ambas. Estas son sus respuestas.
¿Cuándo empezaste a interesarte por la ciencia?
Desde que tenía 10 años recibí clases de ciencias en el colegio. Mi interés por la ciencia se desarrolló de forma natural a partir de ahí.
¿Por qué pasaste de un interés general por las ciencias más “tradicionales” al estudio experimental de la psicología?
Conseguí entrar en la Universidad de Cambridge para estudiar física, matemáticas y química en 1945; pero retrasé el inicio de la carrera al ser llamado a filas en 1945. Durante ese tiempo serví como oficial de infantería, y durante algún tiempo mi batallón estuvo estacionado en Hamburgo. Esto me dejaba tiempo libre en las tardes, y me permitió ampliar mis lecturas, incluyendo algunos libros de psicología. Los encontré fascinantes, y cuando salí del ejército en 1948 y fui a Cambridge, me aconsejaron firmemente que primero terminase mis estudios en ciencias naturales para tener una base científica segura de cara a cualquier estudio posterior en psicología. Éste fue un consejo enormemente sabio.
¿Cuándo empezaste a interesarte por las relaciones ciencia y fe?
Durante mis estudios universitarios empecé a pensar sobre las implicaciones de la ciencia que estaba aprendiendo para la fe cristiana que ya tenía.
No estabas presente en el primer encuentro del grupo Cristianos en la Ciencia en 1944, pero te uniste muy pronto, ¿puedes contar las circunstancias?
En 1944 conocí a Donald Mackay, que posteriormente fue uno de los pensadores clave en la
Comunidad Cristiana de Científicos Investigadores, que más tarde se convertiría en
Cristianos en la Ciencia (
Christians in Science).(1) Después de la guerra continué en contacto con Donald Mackay, y cuando en 1952 la BBC invitó a la
Comunidad Cristiana de Científicos Investigadores a realizar una serie de cinco programas sobre ciencia y fe, fui uno de los cinco que realizaron estos programas. Posteriormente fueron publicados por Inter Varisity Press in 1953 con el título de “El encuentro entre ciencia y fe”. Los otros participantes fueron James Torrance, Donald Mackay, Robert Boyd, and Oliver Barclay.
¿Cómo has podido tener una vida académica de éxito, y el respeto y admiración de tus colegas, en un campo como la psicología que, durante el siglo XX, muchos considerarían que era un campo impenetrable para un cristiano?
Las opiniones de los colegas profesionales se basan básicamente en los logros que uno tiene en la disciplina a la que uno se dedica y en la que investiga. Yo estuve muy implicado, no sólo en investigación, sino también en la construcción de un laboratorio en St. Andrews, y participando en comités científicos de mi disciplina a nivel nacional e internacional. El mejor modo de dar testimonio de la fe de uno, en estas, como en cualquier circunstancia, es, fundamentalmente, por la calidad de tu propio trabajo. Si alguien preguntaba por una explicación sobre cómo podía ser un cristiano activo y un científico investigador entusiasta, yo estaba encantado de explicar las razones por las que no veía necesario un conflicto entre ambas. Lo importante en temas de ciencia y fe es tener una mente abierta, pero no una mente vacía.
¿Cuál crees que ha sido tu mayor logro en el ámbito profesional?
Creo que es mejor dejar a otros la respuesta a esta pregunta, aunque me sentí muy honrado cuando, en 1996, fui elegido Presidente de la
Royal Society de Edimburgo, que es la Academia Nacional de Ciencias y Letras de Escocia.
¿Y en el campo ciencia y fe?
Creo que la respuesta a esa pregunta es la oportunidad que he tenido durante cinco décadas para contribuir con una serie de libros y artículos compartiendo mis pensamientos sobre la mejor manera de entender las relaciones entre lo que he aprendido de las Escrituras y lo que he aprendido de la ciencia. Como suele decirse, el asunto es cómo relacionar lo que hemos aprendido por el estudio del “libro de las obras de Dios” (nuestra ciencia) y “el libro de la Palabra de Dios”.
¿Qué cosa/s te gustaría hacer en el futuro, y en qué proyectos estás trabajando actualmente?
Admiro tu entusiasmo y optimismo. Tienes que recordar que ya tengo 83 años. Sin embargo, actualmente estoy trabajando en un libro destinado a ayudar a los estudiantes universitarios en neurociencia, psicología y biología evolutiva a pensar de forma constructiva sobre los problemas que surgen cuando intentan relacionar la ciencia que estudian con sus creencias cristianas. Se trata de preguntas reales que me han sido planteadas por estudiantes reales, y no algo que yo quiera escribir por mi propio interés.
¿Cuáles crees que son los mayores desafíos que la ciencia plantea a la fe cristiana?
El mismo día que recibí estas preguntas me llegó una invitación para participar en un encuentro internacional para discutir las enormes implicaciones de los rápidos avances en las técnicas de imagen cerebral. Este tema hace surgir todo tipo de preguntas éticas y legales, y pienso que necesitamos pensar en una respuesta cristiana adecuada que implique a abogados, especialistas en ética, teólogos y científicos, que puedan encontrarse de forma regular para discutir estos temas para dar una respuesta bien pensada.
¿Cómo ha cambiado esa situación desde los años 50, cuando empezaste tu carrera académica?
En los cincuenta había relativamente poco interés en los temas de contacto entre ciencia y fe cristiana. Actualmente esto se ha convertido en casi una pequeña industria. Los mayores cambios se han producido en los temas de debate en cada década. Recientemente, y con ello me refiero a los últimos 30 años, el área de mayor debate, discusión y producción literaria han sido los cambios extremadamente rápidos en la neurociencia, en su punto de contacto con la psicología y la biología evolutiva.
¿Cómo puede sobrevivir la fe sencilla de unos pescadores de hace 2000 años en el mundo cibernético cada vez más sofisticado hacia el que parece que vamos?
Lo que llamas “la fe sencilla de unos pescadores de hace 2000 años” estaba centrada en la vida, la enseñanza, la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo. Por muy sofisticados que podamos llegar a ser, una persona honesta y abierta del siglo XXI se enfrenta a los mismos desafíos que los primeros cristianos. Un buen científico estudia la evidencia con una mente abierta y crítica. Yo creo que cualquiera que adopte el mismo enfoque a la evidencia de las Escrituras, de la historia de la Iglesia y a los testimonios personales sobre Jesús de Nazaret encontrará, como Él prometió, que “si alguno quiere conocer la verdad, la conocerá”.
¿Qué consejo darías a aquellos en las iglesias que no son científicos, especialmente pastores y líderes, a la hora de enfocar los temas de ciencia y fe?
Creo que hay muchos desafíos actualmente para los pastores y líderes de iglesias. Es extremadamente difícil mantenerse al día y comprender plenamente, no sólo los avances en la ciencia, sino las implicaciones de esos avances para cosas como nuestra fe cristiana. Es por ello importante que, en aquellas congregaciones donde hay científicos, éstos piensen a fondo sobre las relaciones entre ciencia y fe y estén preparados para compartirlo con sus compañeros cristianos de una manera accesible y que sea de ayuda.
¿Qué consejo darías al naciente Grupo Bíblico de Ciencias a la hora de dar sus pasos iniciales?
Aconsejaría al nuevo grupo seleccionar uno de los temas más destacados en la interfase entre ciencia y fe cristiana hoy día y organizar pequeños grupos asociados a los diferentes miembros del grupo para estudiar diferentes subtemas relacionados con ese tema principal y al final del año encontrarse para compartir los resultados de sus deliberaciones y buscar llegar a una serie de ideas útiles para ellos mismos y para compartir con las iglesias locales de las que provienen.
Entrevistador: Pablo de Felipe, doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
1) Véase http://www.cis.org.uk/
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