El libro de William R. Estep,
cuya reseña iniciamos en nuestro artículo anterior, le sigue la pista antes y después de lo acontecido en la fecha arriba mencionada a los personajes que confluyeron en la sencilla ceremonia. Con la realización de ésta, para Estep, “se fundó la primera iglesia de los ´hermanos suizos´. Este fue, sin duda, el suceso más revolucionario de la Reforma. Ningún otro suceso simbolizó tan claramente la ruptura con Roma. Aquí, por primera vez en el curso de la Reforma, un grupo de cristianos se atrevió a fundar una iglesia según lo que ellos juzgaron ser el modelo del Nuevo Testamento. Los hermanos enfatizaron la necesidad absoluta de una entrega personal a Cristo como algo esencial para la salvación y como prerrequisito para el bautismo”.
Lo acontecido en la gélida noche invernal de Zurich es tanto un punto de llegada como una línea de partida. Un punto de llegada porque representa la implementación de convicciones cuidadosamente construidas, y una línea de partida porque conociendo las repercusiones negativas que el acto celebrado pudiese traerles a los participantes en él, estuvieron dispuestos a afrontar los costos de ir a contracorriente tanto de la Iglesia católica como de las iglesias protestantes en el asunto de practicar exclusivamente el bautismo de creyentes.
Antes de proseguir con el relato de los hechos que consigna William Estep en su obra,
es importante detenerse en la explicación del vocablo anabautistas. El término les fue adjudicado desde afuera, ya que practicaban el rebautismo. Las iglesias que bautizaban infantes, al juzgar la práctica de quienes decidieron solamente bautizar a los y las que previamente se convirtieran al camino de Jesús, consideraron el hecho como un rebautismo, dado que ya tales personas habían sido bautizadas en su infancia. Fue así que a los practicantes del bautizo de creyentes, y contrarios al paidobautismo, se le comenzó a llamar anabautistas, es decir, rebautizadores.
Volvemos a los prolegómenos de la decisión de Grebel, Manz, Cajakob y otros de nada más bautizar creyentes confesos. En octubre de 1523, y bajo el patrocinio del Concejo de Zurich, tiene lugar un debate/audiencia sobre los pasos que debería seguir la reforma religiosa en la ciudad. La autoridad teológica más destacada es Ulrico Zwinglio. También participan algunos de sus discípulos con quienes había estado estudiando la Biblia, particularmente el Nuevo Testamento en griego editado por Erasmo de Rótterdam en 1516, desde casi dos años atrás.
En la audiencia se debate sobre la misa, las imágenes religiosas, el purgatorio, el sentido de la santa cena y otros temas. Conrado Grebel y otros condiscípulos comienzan a distanciarse públicamente de su maestro Ulrico Zwinglio. Él, aunque está de acuerdo con Grebel y los otros en que deben ajustarse las prácticas eclesiásticas a las enseñanzas neotestamentarias, es decidido partidario de la
real politik y solamente está dispuesto a reformar hasta donde el Concejo de Zurich permita hacerlo. Grebel, Manz y Simón Stumpf son contrarios a las formas respaldadas por Zwinglio; ellos consideran que no debe dejarse en manos de las autoridades políticas la decisión sobre qué debería enseñarse y practicarse en las iglesias cristianas. Porque la ortodoxia y la ortopráxis ya estaban claramente normadas en la Palabra. Stumpf negó las prerrogativas del Concejo en tales cuestiones: “Si sus señorías adoptan y deciden darle al asunto otro curso que se oponga a la decisión de Dios [en su Palabra], yo pediré la dirección del Espíritu Santo y predicaré y actuaré en contra”.
Durante todo el año de 1524 el grupo disidente de Zwinglio fortalece sus convicciones a través de reuniones secretas de estudio bíblico, mayormente en casa de Félix Manz. Además comienzan a tener lugar pequeños actos contrarios a la ortodoxia aprobada por las autoridades gubernamentales. En Wytikon, un poblado cercano a Zurich, el pastor Wilhelm Reublin es el primero entre los ´hermanos suizos´ en predicar contra el bautismo de infantes. Tres padres de familia de Zollikon, contrarios a la enseñanza de la iglesia territorial, se habían negado a bautizar a sus hijos. El sacerdote Johannes Brötli apoyó su decisión. La prédica contra el paidobautismo le costó a Reublin, en agosto de 1524, ser encarcelado y después tener que abandonar Zurich.
Uno de los acontecimientos que desata la radicalización de Conrado Grebel y los demás que con él concordaban, es que Ulrico Zwinglio haya faltado al compromiso de celebrar la Cena del Señor en la Navidad de 1523 de acuerdo al modelo neotestamentario. Su estudio detallado del Nuevo Testamento lleva a Grebel, Manz, Stumpf, Cajakob y los otros a descubrir que el bautismo de creyentes era una consecuencia del entendimiento que se tuviera de la naturaleza de la Iglesia. Es verdad que sus primeros descubrimientos habían sido hechos bajo la dirección de Zwinglio, pero se deslindaron de él para seguir por sí mismos en el estudio de la Palabra y actuar en consecuencia. Conrado Grebel lo puso así: “Éramos oidores de los sermones de Zwinglio y lectores de sus escritos, pero un día tomamos la Biblia misma en nuestras manos y fuimos instruidos de una mejor manera”.
El mote anabautistas es reduccionista, porque sobre enfatiza una de las características de los propugnadores de la Iglesia de creyentes de tal manera que hace aparecer casi como único distintivo del grupo la oposición al bautismo de infantes. Lo entiende bien William Estep, al referir que ya para cuando tienen lugar el 21 de enero de 1525 los bautizos en casa de Manz “el movimiento radical enfocaba mucho más que sólo la misa, o incluso el bautismo de creyentes. Para entonces también se incluía el tema de la naturaleza de la Iglesia. El concepto de una Iglesia de creyentes comprometidos con el Señor había sustituido al de una Iglesia compuesta por una multitud mixta. Esta nueva Iglesia, como la de los apóstoles, iba a estar compuesta sólo por los que confesaran a Cristo como Señor y recibieran el bautismo de creyentes, en lugar de estar compuesta por todos los nacidos en una determinada parroquia. La Cena del Señor sería practicada por los bautizados en una forma sencilla, despojada de sus adornos medievales, como un compromiso de amor fraternal en memoria del sacrificio de Cristo, una vez hecho y más que suficiente”.
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