Hace exactamente diez años, cuando me encontraba haciendo las maletas para dirigirme a mis cuarteles de invierno y me aprestaba a darme cuatro gustos haciendo lo que hasta entonces no había podido hacer, el Jefe me salió al paso y me dijo: «¡Un momento, joven! ¡Páreseme ahí, que tengo algo para usted!» Y en lugar de mandarme a freír monos a Guayaquil, me ordenó vaciar las maletas, arremangarme y ponerme a trabajar en serio (como si hasta entonces todo hubiese sido un juego de pelota).
Así nació ALEC, la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos. Ni más, ni menos.
Al principio, ni yo sabía qué era eso de ALEC. Menos aún los espectadores; es decir, los que se encontraban cerca de la sala de partos. Como lo he dicho antes y lo he venido repitiendo a lo largo de estos primeros diez años, cuando nació, ALEC era feíta, como casi todos los recién nacidos; pero, al igual que estos, a poco andar empezó a ponerse buenamozona. Como es ahora.
Hoy, ALEC ha entrado en su segunda tanda de diez años. Los primeros diez, desde 1999 a 2009 ya son historia. Se hizo lo que se pudo y lo que no se pudo hacer se compró hecho. Así, como suena.
Dentro de algunos días, nos reuniremos en Miami para celebrar la Cumbre del Décimo Año.
Supongo que no seré el primero a quien le tiemblan los pantalones a medida que se acerca la fecha; seguramente que otros, que como yo se saben incapaces de cosas grandes pero que de todos modos insisten, como yo, en meterse en honduras, habrán sentido lo mismo.
Como ocurre con quienes, declarándose incapaces de resolver sus problemas solos no tienen otra alternativa que alzar sus ojos a los montes de donde esperan que venga su socorro, yo he hecho lo mismo. Y no me ha ido del todo mal (que Dios me perdone pero no quiero ser irrespetuoso ni mal agradecido con Él). Le he pedido ayuda y me la ha venido dando. Un poco a regañadientes o con cuentagotas, pero no me quejo ni envidio a aquellos que las reciben en baldadas (baldadas = de balde. Balde = Cubo que se emplea para sacar y transportar agua, dice el diccionario; y yo añado, agua que se vierte en cantidades utilizando para ello un balde). Un día de estos, para no ir más atrás, sentí que como un manto fatídico se me estaba dejando caer encima un principio de
flu, de esos nuevos y a los que hay que tenerles miedo por las cepas y viruses rebeldes que traen consigo y que son capaces de reírseles en la cara a los antibióticos más pintados. Fuerte dolor de cabeza, dolor de garganta aumentando por momentos y un frío persistente empezaron a mandarme mensajes preocupantes. (Lo del frío persistente fue causado por una baja de la temperatura más allá de lo usual aquí en el Sur de la Florida donde nos vanagloriamos de tener calores de sobre 30ºC a lo largo de todo el año). Consciente que por estos días me puedo permitir lo que sea menos enfermarme, alcé mis ojos a los montes y de allá bajó en segundos un fuerte viento que barrió con el dolor de cabeza, con el malestar de garganta y toda amenaza de catarro. («Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra» ¡Aleluya!)
Pero, como venía diciendo, del 1 al 7 de febrero tendremos la excelente ocasión de reunirnos en Miami un grupo de soñadores para celebrar los 10 años de ALEC. Estarán presentes los que tienen que estar. Ni uno más, ni uno menos. A veces creemos que eso de que «donde hay dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo, en medio de ellos» ya es cosa del pasado. Y que lo que vale ahora son las multitudinariedades; en otras palabras, es más grande y más importante a los ojos de Dios el que logra reunir más gente bajo un mismo techo. O que es capaz de convocar a cincuenta mil personas en un estadio. O que puede contar por millones los que visitan su sitio en la Internet. Desde jovencito, les he rehuido a las multitudes; en realidad, soy antimultitudinariedades. Cuando era adolescente allá en la ciudad que me vio nacer, mi hermano mayor y yo decidimos viajar casi 500 kilómetros para ir a la capital del país a ver un partido de fútbol, de aquellos que por esos años se daban solo de vez en cuando. Hoy no. Porque con la estrategia de la FIFA de mantener a todo el mundo jugando y generando dinero a lo largo de todo el año (*) es posible ver uno de esos encuentros espectaculares incluso cómodamente instalados frente el televisor de la casa. Pues, que fuimos a ver ese partido pero nos encontramos con una multitud tan grande que se movía alocada como una gran marea sin control antes que abrieran las puertas del estadio que cuando las abrieron se produjo una estampida que estuvo a punto de aplastarnos. Nos salvamos solo porque Dios es grande, como años después diría mi colega periodista Francisco Arturo Zúñiga cuando estuvo a punto de atropellar a un transeúnte en la Avenida Balmaceda de la ciudad de Temuco. De todos modos, aquella vez murieron cinco aficionados que, lamentablemente, no alcanzaron a ver el partido.
Además que al director internacional de ALEC no le atraen las multitudes, este movimiento tampoco tiene los atractivos como para juntar muchedumbres. Más bien es como el Siervo sufriente de Isaías 53: «Sin atractivo para que le deseemos». Se nos unen solo los que creen en la validez del esfuerzo. Algunos vienen, pasan un tiempo con nosotros y se van; otros vienen y se quedan. Hay quienes llegan pensando que (como lo hemos dicho antes) se van a encontrar con la mesa puesta de modo que solo será cuestión de sentarse y esperar que les sirvan. Al ver que tienen que empezar por lavar los platos, calentar el agua y poner la mesa se van, decepcionados. En este mismo contexto, quizás el más contundente ejemplo de fidelidad a ALEC lo dé Melsy Navarrete, de Chillán, Chile, autora de
Los hijos del cautiverio. Y lo menciono porque pienso que su caso puede servir de inspiración y de ejemplo a otros.
Acabo de hablar con ella. Está preparándose para exponer sobre el pasado de ALEC. Quizás sea la que mejor pueda hacerlo pues es la única de los ochentaicinco chilenos que figuran en los anales de ALEC como los fundadores por haber sido quienes asistieron al primer seminario en la ciudad de Temuco, en noviembre de 1999. Pero para Melsy, profesora de Estado de Lengua Castellana y Comunicación, madre de cinco hijos y que por muchos años ha tenido que cumplir con las funciones de padre y madre al mismo tiempo, las cosas no son fáciles. Aun no tiene el dinero para comprar su tiquete aéreo pero confía que lo tendrá. Lo que ha logrado reunir, alguien se lo prestó. Como si esto fuera poco, su patrono, la Municipalidad de San Fabián de Alico, pueblo donde venía enseñando, la despidió al término del año escolar 2009, de modo que está sin trabajo y sin ingresos no sabe por cuánto tiempo. ¿Qué ha hecho Melsy ante esta situación? Sin dar lugar al desaliento ni menos cancelar su concurrencia a Miami, ni ponerme como condición de asistir a la Cumbre que yo me haga cargo de sus gastos, ha alzado sus ojos a los montes de donde vendrá su socorro. Le he prometido que estaremos convocando a nuestra cadena de oración para que Aquel que hizo los cielos y la tierra no solo le provea el dinero que le hace falta para viajar sino que le abra las puertas de un nuevo trabajo. Ella me decía hace unos momentos: «Tengo mi título de profesora de Estado y mis manos sanas, de modo que puedo trabajar donde sea, desde Arica hasta Puerto Williams». Melsy es digna del más efusivo reconocimiento por su fidelidad y su confianza en el Todopoderoso. Es una inspiración para nosotros.
De modo que anticipamos un tiempo de provecho en esta Cumbre. Habrá ocasión para analizar y exponer ideas acerca del futuro del libro cristiano de ficción en nuestro idioma. Tendremos dos talleres para escritores con profesores de primera calidad y, como regalo especial, el historiador Nº 1 de la iglesia cristiana española, nuestro hermano y amigo Gabino Fernández Campos ofrecerá una serie de conferencias públicas e incluso un seminario a una de las iglesias más progresistas de la ciudad de Hialeah. Clausuraremos la Cumbre con nuestro acostumbrado Retiro Carles Pujol, en el que no solo haremos recuerdos de nuestro hermano que ya está con el Señor sino que estrecharemos los vínculos de amistad que nos unen a los que pertenecemos a ALEC.
La Cumbre será una celebración sencilla, pero digna. Quizás hagamos algo más ostentoso cuando la «niña» cumpla sus quince.
(*)Y a propósito ¿sabe alguien quien controla los dineros que maneja la FIFA? ¿Quién les hace auditoría? ¿A qué organismo superior tienen ellos que dar cuenta? Son solo unas cuantas preguntitas que posiblemente los que estén más cerca de Zurich, Suiza estén en condiciones de contestar.
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