Sin embargo, una buena escuela de música, un conocido
autor de sardanes, un bailarín de
fama internacional, un
festival internacional de música, el
festival alternativo de rock, y
uno de los estudios de grabación underground más reconocidos en el estado dan a la localidad un
status especial en cuanto a la música.
Realmente, no está mal para una localidad de la costa, que se ha resistido a lo fácil de venderse sólo al turismo de la marca “Costa Brava”. Pero como en muchos otros sitios, el hecho de que siga habiendo ciertos privilegios culturales para quien los sepa apreciar, depende en gran medida de ésa media docena de personas clave, que pese a las frustraciones de comparar el coste con los resultados, siguen adelante,
por amor al arte (totalmente literal, en este caso).
Es increíble lo frágil que es la música, cuando no hay grandes patronatos detrás, o ayuntamientos con grandes presupuestos, o multinacionales que necesitan limpiar su imagen. Y es increíble lo difícil que es mantener viva la llama de la cultura en el ámbito local. Sobretodo cuando da la sensación que cuando se consuma la cerilla, no habrá nada más sólido allí para consolidar el fuego.
Pero eso es tan importante una ´especie´ muy ´especial´ de músicos: un tipo de
artistas-soñadores locales que no se queman nunca las manos, pese a tener que sostener la antorcha solos siempre. Para ganarse la vida acompañan como músicos de reparto a algún cantante famoso de música popular, o graban como mercenarios (en el sentido musical) para alguna banda del momento. Pero lo hacen para ir tirando económicamente. Su verdadera motivación es el servir, lo que realmente les apasiona, es proveer al pueblo en el que viven con música.
Año tras año, se pasan el invierno haciendo decenas de llamadas para conseguir que una vez más acepte venir al frágil festival local ese grupo pop nacional que hará que las cuentas cuadren, vendiendo las entradas necesarias para que sea posible pagar los honorarios de los otros artistas del festival que dejarán asientos vacíos, pese a ser las verdaderas perlas del programa. Al artista-soñador local se le puede reconocer fácilmente por ser el individuo que cuando empieza el concierto que ha organizado casi sin ayuda de nadie más, prefiere sentarse en los escalones de la entrada del local para resoplar a gusto mientras el resto disfruta del espectáculo.
Es un tipo de personaje que levanta simpatía en el pueblo, se le quiere por su trabajo humilde, por su ilusión por ofrecer algo especial a quiénes están a su alrededor, por pensar en lo creativo mientras el resto prefieren pensar en sus negocios. Es también, sin embargo, el tipo de músico bohemio al que meses antes del festival la gente prefiere no encontrarse, no sea que haya que ayudar en algún detalle (“me gustaría, ya que es para el bien del pueblo, pero ya sabes que voy muy ocupado”). El artista-soñador local es ese ´número dos´ que hace todo el trabajo excepto la rueda de prensa, que es trabajo del regidor de cultura. Y es el músico (y con experiencia!) al que pocas veces escuchamos encima del escenario, porque prefiere montar y desmontar para otros.
Se contenta con el premio de escuchar como otros se llevan los aplausos.
En Sant Feliu de Guíxols, el pueblo-ciudad que marca la frontera sur de la Costa Brava, muchos músicos jóvenes se han inspirado por el trabajo en la sombra de esas 6-7 personas que pese al talento que tenían, no se quedaron en Barcelona, o la ciudad post-moderna europea en la que estudiaron, sino que volvieron a casa. Gracias a su aprecio por su pueblo de toda la vida, han impulsado bandas de rock, orquestas de música clásica, estudios de música especializados. Muchos proyectos, algunos de los cuales han aguantado más allá del empuje inicial, y se han consolidado.
Pero aunque estos músicos-soñadores locales han sido la inspiración detrás de las ideas de quiénes se han encontrado con las herramientas para experimentar con la música, muy pocos se lo agradecerán. Muchos no se preguntarán qué es lo que hizo falta para que que se formara ese festival en el que escucharon por primera vez a esa banda de Islandia. De hecho, la mayoría ni se plantearán de donde ha salido toda la cultura a la que tienen acceso.
Pero el músico-soñador local tampoco hará ningún esfuerzo por atraerse los méritos. Le hace feliz ver cómo otros en el pueblo empiezan a despertar su curiosidad por nuevos tipos de música, comienzan a crear por su propia cuenta e intentan hacer el salto a la fama que él nunca intentó. Y así nuestro artista-soñador-inspirador local se irá a casa con una sonrisa de satisfacción, tras llegar a la conclusión de que el esfuerzo por montar algo nuevo ha ayudado a que otro grupo de jóvenes del pueblo se plantee buscar un sitio para empezar a ensayar.
No sólo en Sant Feliu de Guíxols la cultura musical se sostiene por este tipo de personajes. En cada pueblo o ciudad mediana hay algún músico que en lugar de mirarse el ombligo trabaja contracorriente para que otros descubran lo que ellos en su momento también pudieron descubrir.
Autor: Joel Forster
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