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No podemos dejar de decir

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas Así clama por ti, oh Dios, el alma mía Fueron mis lágrimas mi pan de noche y día Mientras me dicen todos dónde está tu Dios. ¿Por qué te abates, oh alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios porque aun he de alabarle Porque Él es para mí salvación y ¡ay! Dios mío Espera en Dios porque aun he de alabarle Porque Él es para mí salvación y ¡ay! Dios mío.
EL ESCRIBIDOR AUTOR Eugenio Orellana 20 DE NOVIEMBRE DE 2009 23:00 h

Salmo 42

«Por este medio os compartimos que nuestra hermana Adela Sánchez, esposa de Antonio Iglesias, anciano de la iglesia [Iglesia de Cristo «Dos Hermanas», Sevilla, España] ha sido intervenida quirúrgicamente en el día de ayer en el Hospital de Valme para extirpar un tumor maligno. La operación ha durado la mitad del tiempo previsto, ya que los médicos se han sorprendido al encontrar todo de un tamaño menor y mucho “mejor” de lo que se imaginaban. Finalmente, todo ha sido un éxito y podemos decir que la mano de Dios ha estado presente una vez más. En el nombre de Adela y su familia agradecemos las oraciones que habéis hecho a su favor y juntamente nos alegramos por la victoria. ¡Dios sea loado! Sinceramente, Hugo Alonso, Sevilla, España».

«Te confieso que cuando vi esa lista tan larga sentí: ¡qué pereza!, ¡orar por tanta gente! Pero luego ha sido un gozo poder hacerlo, sintiéndome una con todas esas personas a quienes ni siquiera conozco, pero que tienen el mismo Señor... Ora por Samuel [uno de sus hijos] que está con un poco de fiebre. Carolina Galán, Buffalo, New York».

«Don Eugenio: Soy su hija espiritual, la latosa, que ahora ya no quiere despegarse de ALEC; hace poco, cuando me incluyó en las oraciones de intercesión estaba pasando por una fuerte crisis de dolor de mi brazo por el lifedema (cirugía de mama); además, mi rodilla estaba ultra inflamada y en tres días más ya usaba bastón para ir a trabajar; y para colmo, los análisis de sangre salían con un marcado tumoral disparado y en el examen de tórax áreas inflamaciones raras; los médicos no me daban explicaciones o soluciones satisfactorias, los medicamentos me seguían haciendo mucha reacción al grado que un día me sentí desfallecer; en fin… comprenderá que estaba yo muy mal y en eso me llegó su correo de intercesión que me conmovió hasta las lágrimas por dos cosas: por incluirme en mi problema de salud en el que me sentí comprendida y porque me sensibilicé con todos los demás hermanos en sus problemas por los que había de orar… así que desde entonces, cada noche lo he hecho, pidiendo por cada uno por sus nombres… en unos casos, he sentido más necesidad que en otros, al momento de orar… he pedido mucha fortaleza para todos y bueno… ¿qué cree?... dejé de tomar los medicamentos del dolor y ya casi no me duele el brazo, ya casi no uso el bastón… yo temía que me tuvieran que operar y el ortopedista me dijo que mejor me daría tratamiento; y hoy, el neumólogo me dijo que no encontraba ningún aspecto grave de momento en mis pulmones, que esa inflamación no era grave… Estoy cierta, porque así lo siento, que la oración de todos ustedes fue poderosa y Dios me está sanando, aunque sea un lugar común, milagrosamente, es que no hay otra explicación… también he experimentado sanidad y calma en mi ánimo y he sentido claramente que están intercediendo por mí… en este momento lloro, conmovida por la respuesta de Dios, y el amor de ustedes que, sin conocerme, pidieron por mí… gracias a todos… gracias a Dios… huelga decir que también uno mi oración por Keny y la respuesta de Dios a su vida. Elda Judith Vásquez Merino, San Luis Potosí, México».

«Querida hermana: Me ha impresionado mucho su testimonio. Verdaderamente hace honor a su nombre demostrando su capacidad de lucha y su fe en Jesús y la animo a seguir descansando en Él, tal y como lleva haciendo hasta aquí. En cuanto a la escritura, me identifico mucho con su experiencia porque también yo, aunque he escrito prácticamente desde niña, sólo hace unos años me he dado cuenta de que lo que creo que debo hacer es escribir. Pero no piense que tenemos el tiempo en contra, en nuestro caso no es cierto. Tenemos la eternidad a nuestro favor y allí sin dimensiones de tiempo ni espacio conseguiremos mucho más, al menos a mí me anima este pensamiento. Me abruma escuchar acerca de su dolor físico y aún así de sus planes para seguir sirviendo a Dios con su trabajo y estoy segura de que Él sabrá recompensarla por su fidelidad y espero que si Él lo permite podamos llegar a conocernos en la Cumbre y compartir más. Bendiciones para usted y su hijo. Ana Rando, Málaga, España».

No es fácil entender el dolor del otro cuando nosotros nos sentimos bien de salud; no es fácil compartir la angustia de alguien que percibe cómo la enfermedad va minando su organismo y las fuerzas decaen gradualmente.

Cuando alguien como Elda Judith nos cuenta, a modo de testimonio, lo que ha significado para ella saber que otras personas que nunca antes habían oído de su existencia estén clamando a Dios por su salud no podemos sino conmovernos. Y ratificar la fe y la confianza que tenemos en el valor de la oración.

Adela Sánchez, a quien posiblemente nunca lleguemos a conocer, ha venido librando su propia batalla contra el cáncer; y de pronto, sin ella casi darse cuenta, percibe que hay un pequeño ejército de intercesores clamando por su sanidad. Su espíritu se fortalece, su confianza en el poder de Dios se renueva y, como consecuencia, la enfermedad empieza a retroceder de modo que cuando los médicos la vuelven a examinar, comprueban que allí ha ocurrido algo rato. Lo raro es lo que se logra con la oración; lo raro es el poder de Dios manifestándose a favor de esa persona; lo raro es que cuando nos olvidamos de nuestros propios problemas, ponemos toda nuestra atención en los de nuestro hermano, nuestra hermana, nuestro amigo, nuestro hijo, hija, madre o padre, Dios interviene. E interviene no solo para beneficio de la persona por la cual orábamos, sino que también por nosotros, que oramos.

Hace unos días llamé a mi colega Néstor Pino para saber cómo iban los planes previos a la intervención quirúrgica para extirparle un tumor maligno estacionado en el intestino. Lo noté tranquilo y hasta alegre. Se sentía optimista. Me dijo: «Hoy, precisamente, he comenzado las treinta sesiones de quimio-radioterapia. Me toman desde las siete de la mañana hasta las once de la noche pero me siento bien y creo que mi organismo va a resistir sin mayores contratiempos». Le prometí que seguiríamos orando por él. Y pidamos para que cuando los médicos quieran operar, vean que ya no es necesario. El tumor se habrá ido.

Acabo de llamar al reverendo Ángel Bonilla, a Nueva York. El informe que me dio su esposa es preocupante en el sentido que el periodo de recuperación se ve demasiado extenso: seis meses. Pero va sintiéndose mejor día con día. Sigamos orando por él.

«¡Qué pereza! Orar por tanta gente», decía Carolina; sin embargo, se dispuso a orar por esa larga lista. Y en una línea perdida de su correo, me pide que oremos por Samuelito. Este es otro de los hechos portentosos de esta práctica. De pronto, el pequeño Samuel pasa a ser parte de mi preocupación. Y al orar por él, nace un vínculo espiritual que es el tejido que une a toda la familia de Dios sea que vivamos en un extremo u otro del planeta.

En Hechos 4.13-22 nos encontramos con el típico espíritu del mundo, de querer acallar, ignorar, minimizar, hacer nada, las cosas grandes de Dios. En este caso, Pedro y Juan «hombres sin letras y del vulgo» daban a conocer, sin proponérselo «que habían estado con Jesús». Y junto a ellos, un ex cojo que había sido sanado. Allí estaban los actores de uno de los muchos milagros que Dios se agrada en llevar a cabo. Para los críticos e incrédulos, aquello no significaba nada. «¿Un cojo sanado? ¡Un pordiosero menos! Una experiencia sin mayor trascendencia ¡Guárdela para usted! ¡No la comente con nadie. No vale la pena!»

Igual que Hugo Alonso, Elda Judith siente que debe compartir su experiencia. A esto se le llama en nuestra jerga cristiana testimonio. Los testimonios sirven para llevar aliento al que ora y a aquel por quien se está orando. Para glorificar a Dios por la respuesta recibida y a seguir confiando en lo que Dios hará y dará. «No podemos dejar de decir lo que hemos visto, oído y experimentado». «Si estos callan, las piedras gritarán». El testimonio nunca ha perdido su valor como elemento central en la vida del creyente. «Si es pecador, no lo sé; lo único que sé es que antes yo era ciego y ahora veo». ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!

Sigamos orando los unos por los otros. Y cuando sienta la necesidad de compartir lo que está ocurriendo en su vida, no dude en escribirnos, en decirlo, en proclamarlo, en alzar la voz aunque los enemigos de la fe o aquellos que prefieren guardar para sí los tesoros espirituales que Dios reparte como resultado de la oración, le digan que se calle. «Jesús, hijo de David! ¡Ten misericordia de mí!» «¿Qué quieres que te haga?» «Maestro, que recobre la vista» Y en seguida Bartimeo recobró la vista y seguía a Jesús en el camino, seguramente que brincando y gritando a los cuatro vientos lo que el Señor había hecho con él.

Testifiquemos no con propósitos de ostentación o de vanagloria sino para hacer pública nuestra convicción de que Dios contesta las oraciones.

Escucha, una vez más, al Coro Instrumental de la Iglesia Metodista Pentecostal «Cóndores de Chile» en el Salmo 42. Y no dejes de decir lo que has visto, oído y lo que Dios ha hecho en tu vida. ¡Para gloria Suya!

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía
Fueron mis lágrimas mi pan de noche y día
Mientras me dicen todos dónde está tu Dios.
¿Por qué te abates, oh alma mía?
¿Por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios porque aun he de alabarle
Porque Él es para mí salvación y ¡ay! Dios mío
Espera en Dios porque aun he de alabarle
Porque Él es para mí salvación y ¡ay! Dios mío.

 

 


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