Y eso precisamente es en realidad el éxito de la siembra invisible: perpetuar la herencia que otros dejaron para nosotros. Debemos ser de los que ven el legado que damos en el presente en forma de una siembra para el futuro.
Pero esto no tiene sentido para aquellos que tienen una visión egocéntrica, que es la que parece normalizada en el entorno que nos rodea; sin que nadie esté dispuesto a pagar el precio para bendecir a otros, y que es lo que ha convertido a nuestra sociedad en una sociedad anestesiada.
Lo que yo llamo la siembra invisible es todo lo contrario. Supone trabajar, sembrar, pero no para recoger tú el fruto de tu trabajo; sino sabiendo que se lo va a llevar otro. Sé que quizás esto pueda parecer absurdo en los tiempos que corren, donde la gente se mueve sólo por intereses personales más que por el bien común.
Pero debemos ser conscientes de lo que puede generar el hecho de trabajar por el resto de la sociedad.
Y en esto una vez más la Biblia nos enseña acerca de los beneficios y de la riqueza profunda que entraña el hecho de sembrar para otros.
Pro 11:17 A su alma hace bien el hombre misericordioso; mas el cruel se atormenta a sí mismo.
Pro 11:18 El impío hace obra falsa; más el que siembra justicia tendrá galardón firme.
Pro 11:19 Como la justicia conduce a la vida, así el que sigue el mal lo hace para su muerte.
Sal 126:5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
Sal 126:6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Stg 3:17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
Stg 3:18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.
Les contaré una pequeña historia. En una ocasión un jeque árabe andaba por el desierto buscando un lugar para descansar y así poder comer algo porque el camino era angosto y duro. Al levantar su mirada observó que unas palmeras asomaban en la llanura del caluroso desierto. Al ir allí se encontró con un beduino que lo saludó y le ofreció compartir la sombra de aquellas palmeras.
Mientras hablaban y comían, se dio cuenta que este beduino mantenía en sus manos cinco dátiles, sin que los usase para alimentarse. Movido por la curiosidad le preguntó: ¿Para qué quieres esos dátiles, por qué no te los comes? El beduino le respondió: Esos dátiles los quiero para sembrarlos junto a esta palmera.
Enseguida le dijo el jeque, sorprendido, “Pero si no vas a recoger fruto hasta dentro de muchos años”. De nuevo habló el beduino: “Sí, es verdad, pero no siembro para mi. Siembro para que otros en el futuro puedan disfrutar de la sombra y los dátiles de estas semillas, al igual que yo estoy disfrutando de los frutos de esta palmera gracias a que otros sembraron en el pasado una semilla igual que éstas. Y gracias a eso tu y yo podemos disfrutar hoy de su sombra y sus dátiles.
El jeque árabe se quedó impactado con aquella reflexión, y con el testimonio de aquel beduino y le dijo: “Toma, he decidido darte unas monedas para que así puedas comprar más semillas, y sembrar un espacio mayor”. El beduino contestó agradecido: “Mire señor, no sólo esta siembra dará frutos en el futuro a otros, sino que ya antes de ser sembrada ya ha dado su cosecha con estas monedas que usted me regaló”.
QUIZÁS PARA MI SEA MUY DIFÍCIL SEGUIR SEMBRANDO PORQUE LAS CIRCUNSTANCIAS ME DEJARON CASI SIN FUERZAS, PERO CON LAS POCAS QUE ME QUEDEN SEGUIRÉ LUCHANDO PARA QUE OTROS SE BENEFICIEN. AUNQUE YA PARA MI NO HABRÁ RECOMPENSA, PERO SI SE QUE OTROS MUCHOS SE SALVARÁN GRACIAS AL ESFUERZO REALIZADO. ESTA ES LA SIEMBRA INVISIBLE.
DIOS LES BENDIGA.
Si quieres comentar o