Empecé a buscar un tema que estuviera a la altura de lo que mi amigo quería y la verdad es que di vueltas y vueltas sin dar con nada que fuera medianamente alegre. «Debe haber algo», me dije, «pero me cuesta encontrarlo».
Pensé, entonces, en escribir sobre la oración de intercesión; sin embargo, aunque este es un tema positivo, tendría que referirme a situaciones dolorosas. Y, de nuevo, lo indeseado. Quería seguir indagando cuando Westinghouse me dijo: «No importa. Di algo sobre eso aunque no dediques todo el artículo al tema».
Como este amigo mío tiene un poder de convencimiento que abruma, opté por hacer lo que me decía.
Creemos en la eficacia de la oración. Y en la eficacia de la oración intercesora. No creemos en que Dios se mueva más rápidamente para respondernos cuando hay mil o diez mil orando por una cosa que cuando lo hace una sola persona. El mérito no está allí sino que está en que la oración intercesora debilita el egoísmo y el egocentrismo unificando y fortaleciendo el sentido de comunidad en el que fuimos creados y en el que Dios quiere que vivamos como una sola gran familia.
Cuando yo intercedo por alguien que está sufriendo al otro lado del mundo o en la casa de enfrente, lo que estoy haciendo es relegando mis propios dolores y necesidades a un plano secundario; estoy quitando los ojos de mi propia angustia y poniéndolos en la de mi prójimo; estoy renunciando a la auto conmiseración para identificarme con el dolor ajeno. Con esto, estoy dando lugar a que otros intercedan ante Dios por mí con lo cual se crea una cadena de intercomunicación espiritual y afectiva que no puede ser destruida por nada ni por nadie. Nos hace partícipes, además, de la alegría que experimenta la persona por la que hemos orado cuando recibe la respuesta de parte de Dios; o de la pena cuando los designios divinos van por otro lado.
Hoy tengo una media docena de personas por las cuales quisiera pedir que oremos.
El martes 20 el reverendo Ángel Bonilla acaba de ser intervenido quirúrgicamente en la ciudad de Nueva York con miras a solucionar un problema prostático. Ángel ha ejercido un largo ministerio pastoral en Chile, Puerto Rico y Nueva York. Fue, además y por muchos años, vendedor de la Sociedad Bíblica Americana. Actualmente, y cuando debería estar disfrutando de un merecido retiro dedica su tiempo y talentos a iniciar una obra en North Rochelle, N.Y.
En la ciudad de Concepción, Chile, mi colega y amigo Néstor Pino está a punto de someterse a un tratamiento de quimio-radioterapia previo a una intervención quirúrgica para extirparle un tumor maligno radicado en el colon. Néstor es el esposo de Ana María, la amiga que me escribió en julio del año pasado y cuya carta dio origen al artículo ¡Cuidado con la depresión!
Nuestro representante en España, Juan Carlos Martín, se encuentra por estos días aquejado de un mal que pareciera ser una tendinitis rebeldota y que le afecta en forma bastante dolorosa una de sus extremidades.
Ivo, un querido hermano y amigo de Temuco, se encuentra sin trabajo desde principios de año; él y su esposa, Angélica, siguen confiando en que en medio de la crisis que se vive en el mundo occidental por la escasez de empleos Dios les habrá de proveer lo que requieren con urgencia. Igual situación es la que vive nuestro hermano Joel Rivera-Oquendo, de Puerto Rico quien, después de 22 años de servir en una compañía, acaba de perder su trabajo en Miami.
Oremos por Ángel, Néstor, Juan Carlos, Ivo y Joel además que muchos otros que seguramente conocemos, para que Dios intervenga con poder en cada situación.
Pero no era de esto que quería escribir hoy.
Me produjo una grata impresión ver, en la portada de P+D y en lugar destacado, el anuncio de la nueva novela de César Vidal,
Lo-ruhama. Y la noticia del «aterrizaje» de Thomas Nelson en España. ¡Enhorabuena por ambos acontecimientos que, en este caso, conforman uno solo! No tardaremos en conseguir un ejemplar de esta nueva producción de nuestro estimado
concertino.
Nosotros, sin embargo, en ALEC tenemos también una excelente noticia. Obviamente, no está llamada a ocupar sitiales preferenciales pero es, sin duda, una buena noticia.
Dos de entre los varios autores que están surgiendo dentro de las letras cristianas de habla hispana y en cuyo desarrollo ALEC ha tenido algo que ver, acaban de ver publicadas su segunda novela.
Se trata de Miguel Ángel Moreno Gómez cuyo estreno en sociedad ocurrió el 2006 con su novela
Peones ciegos; y Febe Jordà que también entró al ruedo de las publicaciones cristianas hispanas ese año, con la novela
La llave.
Publicadas por ALEC dentro de lo que llamó Colección Primicias, fueron adquiridas por el Grupo Nelson junto con
Potifar y publicadas con su sello en noviembre del 2007.
La segunda novela de Miguel Ángel, La vidriera carmesí fue también publicada por Nelson este año en tanto que Los papeles del abuelo de Febe, apareció bajo el sello de Noufront, de Barcelona, editorial dirigida por nuestro amigo Juan Triviño. Juan se encuentra por estos días en Nueva York, abriendo rutas nuevas para sus libros, incluyendo la novela de Febe y las que pudieren venir en el futuro no solo de ella sino de otros de los nuevos autores que están surgiendo.
La vidriera carmesí, que tuvimos ocasión de leer antes que saliera publicada, la lanzó Nelson en una edición de casi total lujo. Pasta dura, atractiva sobrecubierta, 311 paginas, excelente diagramación todo para presentar una historia que se ambienta muy dentro de una congregación dada y en la que personajes principales son gente de iglesia: pastores, esposas de pastores, hijas de pastores, líderes laicos, jóvenes nacidos de nuevo y personajes malévolos que, enquistados con fines espurios dentro del grupo de creyentes, encuentran en algunos de ellos espíritus afines para desarrollar planes que se contraponen a la existencia santificada de la iglesia.
Los papeles del abuelo nos llevan, un poco por caminos misteriosos que otros
autores, incluso seculares, han recorrido y que tanto han cautivado a lectores aficionados al misterio.
A diferencia de
La vidriera carmesí,
Los papeles del abuelo nos acaba de llegar de España y cuando escribimos esta nota, estamos empezando a leerla. En lo poco que hemos avanzado, sin embargo, captamos la presencia de elementos enigmáticos que sin duda llevarán al lector a disfrutar una obra de misterio que se inscribe dentro de la categoría a la que pertenecen las novelas de Harry Potter, las de Dan Brown e incluso algunas de Coelho.
Pero, aparte de la calidad de estas nuevas producciones de Miguel Ángel y Febe, está el hecho mucho más significativo y que nos llena de satisfacción: que estos dos hermanos están definitivamente tomando la delantera en cuanto a llegar a ser escritores permanentes (o profesionales) según lo ha concebido ALEC y que es por lo cual luchamos y nos esforzamos.
Nota aparte merece la siguiente anécdota que seguramente hemos expuesto ya antes de ahora. Pero la repetimos porque es pertinente a este artículo y porque nos habla de lo que nosotros identificamos como la astucia de Dios para llevar adelante las cosas que le interesa promover.
Nos llamó la atención que el Grupo Nelson no haya acogido la novela de Febe siendo que ella es una de las buenas escritoras que han venido surgiendo últimamente. Al principio nos invadió un poco la tristeza y el desaliento pero no permitimos que esta desilusión pasara más allá de la epidermis que protege nuestros espíritus. No dejamos de confiar en que Dios habría de proveer una vía para que este manuscrito se transformara en un libro. Y cuando menos lo esperábamos, nos llega la noticia que Ediciones Noufront, de Barcelona, había decidido publicarla. ¿Dónde está la astuta movida de Dios? En que ahora son dos editoriales, en lugar de una sola, las que acogen la literatura cristiana de ficción.
A esta apertura, sin embargo, debemos responder con obras de calidad. Y esto, en la mayoría de los casos, son cumbres que siguen estando ahí, como un reto que nos empuja al esfuerzo incesante.
Felicitamos a Febe y a Miguel Ángel y los animamos a que perseveren sin descanso en procura de la excelencia en su narrativa. Lo conseguido hasta aquí es significativo pero aun hay mucho territorio por conquistar.
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