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Que los hay, ¡los hay!

Nick Woodbury es un colega de la Misión Latinoamericana con una cantidad de años de servicio parecida a los de este escribidor. No tiene nada que ver con mi amigo Westinghouse a quien cito de vez en cuando en algunos de mis escritos. Nick tiene su oficina a unos veinte metros de la mía. Cada vez que me atrevo a visitarle, tengo la precaución de quitarme los zapatos antes de entrar pues soy consciente que estoy a punto de pisar terreno sagrado.
EL ESCRIBIDOR AUTOR Eugenio Orellana 12 DE SEPTIEMBRE DE 2009 22:00 h

Ayer, Nick me hizo una pregunta que pareciera haber sido lo suficientemente interesante como para dar origen a este artículo. Me dijo: «¿Por qué de entre las iglesias evangélicas españolas surgen tantos y tan buenos escritores y de las iglesias latinoamericanas no?»

No le pregunté en qué se basada para creer tal cosa; y no se lo pregunté porque en mi mente ya tenía la respuesta y di por un hecho que los mismos datos míos los tenía él, lo cual puede no ser así; de todos modos, a lo menos en la experiencia de ALEC (que por cierto, es posible que a partir de su onceavo año de vida cambie de nombre y de algunas otras cosas) hemos visto surgir excelentes escritores a quienes no solo hemos publicado sino que algunas editoriales de prestigio los han adoptado como sus proveedores permanentes de manuscritos. Solo en el primer seminario efectuado en Alcalá de Henares en el año 2003 se revelaron como toda una promesa cuatro de los asistentes. Al poco tiempo, estos cuatro escribieron su primera obra. Son ellos Luis Ruiz (con «Potifar», ambientada en el Egipto de José, Génesis 37), Febe Jordà (con “La llave”, en la que el personaje central es Dalila, de quien Febe hace una pintura de excepcional calidad llevándola desde la niñez a la ancianidad pasando por la adolescencia, la adultez y haciéndola recorrer con alegría y dolor los caminos siempre inciertos del amor), Miguel Ángel Moreno Gómez (con «Peones ciegos» ambientada en la Europa de la Segunda Guerra Mundial) y Ana Rando (con su «Desesperanza», una serie de 12 relatos de gran factura basados en diversos personajes bíblicos en los que, para mi gusto, destacan «El árbol derribado» sobre Nabucodonosor y «Gómer: la prostituta rescatada»).

La pregunta de Nick me llevó a darle una respuesta múltiple.

La primera es que si bien, es cierto lo que se afirma en el sentido que España produce buenos escritores, América Latina también los tiene. Y tan buenos como los mencionados más arriba. Solo que sacarlos a la luz pareciera ser un poco más difícil.

En estos días he tenido que dedicar algo de mi tiempo a un ejercicio más que gratificante: Leer obras de ficción de personas desconocidas; quiero decir, desconocidas como escritores. Y cada novela que he leído ha venido a confirmar lo que digo: aquí tenemos grandes talentos.

Damos gracias a Dios por los españoles, pero al mismo tiempo damos gracias a Dios por los ecuatorianos, los mexicanos, los argentinos, los peruanos, los guatemaltecos, los puertorriqueños, los venezolanos.

Para la segunda respuesta déjenme comenzar contándoles lo que el miércoles de esta semana (9 de septiembre) me dijo Eva Rodríguez, la hija de Luciano Rodríguez, y que es quien maneja la Distribuidora Luciano, de Miami. «Lo que pasa», me dijo, «es que nuestra gente no lee novelas». Yo le repliqué: «¿Sabe, Eva? No es que nuestra gente no lea novelas, lo que pasa es que nuestra gente no lee». Punto.

Adicto a los libros, soy miembro de un Club de Lectores. Mes a mes el Club me está mandando una revista y otro material promocional para inducirme a comprar. Y la gran mayoría de los libros que ofrece son novelas. En el mundo secular se están produciendo chorros de novelas. Y nuestros distribuidores, librerías y editoriales no quieren trabajar este género porque dizque nuestra gente no lee novelas. Y al no leer, no compra. Y al no comprar, no se venden…

Hay que hacer algo para sacudir al creyente latino. Algo se está haciendo. Hay editoriales como Nelson, Noufront y movimientos como ALEC que estamos trabajando en este campo. Los frutos se están empezando a dar aunque lentamente, pero tenemos que armarnos de paciencia hasta ver que el goteo se transforme en lluvia.
Volviendo a Eva, me decía: «Yo leí la novela “Potifar” y me fascinó, pero como nuestra gente no lee, se mueve muy poco».

Noufront, de Barcelona, está intentando encontrar un camino para traer sus libros a América. Estamos buscando la vía que lo haga posible pero pareciera que todavía estamos en la época de limpiar el terreno, quitar las piedras y la maleza y preparar el terreno para sembrar. Y si de eso se trata, en eso estamos. Pablo sembró, Apolo regó, pero el crecimiento lo da Dios.

Han estado surgiendo algunos concursos de novela cristiana. Y eso está muy bueno. Nosotros en ALEC compartimos sólo en parte esta iniciativa. Hemos aprendido un poco mejor a apoyarla porque creemos que ayuda a sacar a la superficie a los buenos talentos entreverados con los no tan buenos que hay diseminados y perdidos en la multitud de nuestras congregaciones. No obstante, seguimos adelante con nuestro empeño de capacitar antes de publicar. Y, de paso, tratamos de desalentar, hasta donde sea justo y positivo, el prurito de ver nuestros nombres en la portada de un libro. En muchos casos, ese pareciera ser el leitmotiv para escribir algo, lo que sea. Nosotros creemos que cualquiera cosa que se escriba y se publique debe ser para honra y gloria de Dios y no para honra y gloria nuestra (aunque en el intento nos ganemos algunos centavos); sin embargo, esto a veces pareciera ser tan utópico como el intento de la primera iglesia de «tener todas las cosas en común».

Respecto de los concursos, nos preocupa una cosa. Cien, ciento cincuenta o más personas envían sus obras esperando ser los triunfadores. Solo uno o dos lo lograrán. Y nuestra pregunta es: ¿Qué hacer con los otros noventa y nueve juntos? Algo hay que hacer para rescatar de entre ellos a los que tienen un verdadero talento. Por ahora las alternativas no son muchas; en ALEC, sin embargo, seguimos intentando dar con la fórmula.

Pero los problemas no se reducen a encontrar talentos y ayudarles a desarrollarse. Tenemos que trabajar para que más editoriales abran sus puertas a la literatura cristiana de ficción. En el año 2001, cuando tuvimos nuestro seminario aquí en Miami, como una de las actividades llevamos a cabo con ejecutivos de editoriales una mesa redonda donde discutimos asuntos varios sobre el libro cristiano en español. Y allí se dijo que no se publicaban novelas porque la gente cristiana no las lee. Lo mismo que ocho años después nos dice Eva. (Le pregunté a Eva: «Si nuestra gente no lee novelas, ¿cree que leerá un libro de exégesis bíblica o un tratado de teología o una obra como “El poder de lo alto” de Alberto Benjamín Simpson?») Pero cuidado, que en estos ocho años se han venido dando pasos concretos. Una editorial, Thomas Nelson se está jugando la vida (¡es un decir!) publicando novelas, llamando a concursos y apoyando, directa e indirectamente, el trabajo de ALEC. Esto es un avance cualitativo tremendo. Damos gracias a Dios por Thomas Nelson porque hace que nos sintamos acompañados en este peregrinar que a veces se pone cuesta arriba. Ha surgido una segunda editorial, Noufront, de Barcelona, que ha dado pasos para unirse a esta campaña. Noufront ha publicado la segunda novela de Febe Jordà y esperamos que le vaya tan bien en su venta que sigan abriéndose sus puertas para nuevas obras de ella y otras de nuevos autores.

A las dos mencionadas habrán de unirse otras editoriales. Y de esta manera, iremos conquistando metas y rompiendo viejas marcas.

Pero ahí no termina la tarea. Queda aun algo tanto o muchísimo más importante que detectar buenos escritores y transformarlos en productores permanentes de manuscritos. Algo más que interesar a las editoriales a que publiquen. Queda el problema de la distribución. Y aquí sí que necesitamos dar pasos de animal grande. Se impone la creación de una Gran Distribuidora que no solo promueva y venda a los nuevos autores que están surgiendo, sino una gran distribuidora que trabaje en el desarrollo de nuevos lectores. Para esto no basta con tener las bodegas en Miami, Buenos Aires o Bogotá llenas de libros esperando que lleguen los compradores. Debe ser una distribuidora que salga a la calle, pregón en la mano, a trabajar con nuestro público latinoamericano y enseñarle a disfrutar de una buena novela más que de una pobre telenovela. Solo entonces, se acabará aquel juicio de que nuestra gente no lee; entonces proliferarán las editoriales que corran a publicar literatura cristiana de ficción. Y solo entonces se andará tras los escritores, ofreciéndoles un buen incentivo económico para que escriban.

Si somos visionarios (y en ALEC procuramos serlo y no solamente eso sino que sabemos lo que hay que hacer para lograr lo que decimos en el párrafo anterior) y miramos el futuro como que es Dios y no la mezquindad humana la que determina los rumbos, vamos a ver cosas grandes. Siempre me ha impresionado «la movida» que tuvo que hacer el profeta Eliseo para que su siervo Giezi se convenciera que hay un ejército del cielo acompañándonos en cada paso que damos en esta dura tarea que Dios nos ha impuesto.
«Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces, su criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos? El le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo» (2 Reyes 6:15-17).

¡La victoria es nuestra, mi hermano Juan, así es que, a no desmayar!
 

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