En la medida que el gobernador de Jalisco ejercita su piedad católica, en esa proporción deja de proteger los derechos de los “sectarios”, de los indeseables advenedizos que en sus delirios creen tener derechos.
Emilio González Márquez, como buen integrante del conservador Partido Acción Nacional, mira con recelo a los diferentes. Para él la “normalidad” está asociada a la moral católica, y quienes se desapegan de ella en el pecado llevan la penitencia.
Unas pocas familias huicholes (o Wixaritari, en su propio idioma) en Tuxpan de Bolaños, Jalisco, anexo de San Sebastián Teponahuaxtlán, Mezquitic, padecen fuertes hostigamientos de la mayoría tradicionalista. La causa: haberse convertido hace cinco años al credo
protestante/evangélico. El grupo religioso disidente es conformado por treinta adultos y entre quince y veinte infantes. El líder y pastor es uno de ellos, José de Jesús de la Cruz González.
El liderazgo tradicionalista presiona al grupo huichol evangélico para que obligatoriamente acepte cargos, por supuesto vinculados a una religiosidad no compartida por los protestantes, y coopere para la realización de las fiestas que se derivan del santoral católico.
En un escrito cuyo objetivo es dar a conocer la problemática que viven, los amenazados sintetizan las causas del hostigamiento que padecen: “La comunidad huichol de esta región celebra sus asambleas cada tres meses, y siempre sale el tema de la cultura y tradición, por lo tanto siempre se nos tacha de que ya no somos huicholes porque no cumplimos con la ritualidad huichol, motivo por el cual quieren desconocernos como comuneros. En septiembre del 2008 en la localidad de Mesa del Tirador comparecimos ante el pleno de la Asamblea, en la cual nos pedían que renunciáramos a nuestra creencia a lo cual nos negamos, después en diciembre del mismo año una vez más ante el pleno y la negativa nuestra, acordaron darnos 15 días para que desalojáramos nuestras casa y tierras. Ahora el 7 de junio pasado
la Asamblea acordó que dada nuestra negativa de volver al ritual huichol, nos expulsarían de manera inmediata. Ante esta situación nos vemos obligados a recurrir a las instituciones gubernamentales para hacer valer nuestros derechos como mexicanos que somos”.
Frente a lo anterior me surgen algunos interrogantes: ¿Quién y cómo determina la “huicholidad” de quienes considera deficitarios de identidad indígena huichol?
¿La cultura y la tradición huicholas son inmutables, y además de cumplimiento obligatorio?
¿Tienen derecho, o no, los huicholes protestantes a cambiar de creencias religiosas y a construir una ética cotidiana acorde con esas nuevas creencias? ¿Los derechos reconocidos para todos los mexicanos en la Constitución valen también para los huicholes o no? ¿Acaso no existen suficientes evidencias de que entre los pueblos originarios de México, y debido al cambio religioso hacia otras confesiones, se están construyendo otras formas de ser indios? ¿Por qué desde las fuerzas de izquierda no defienden los derechos de quienes deciden optar por otra identidad religiosa, diferente de la hegemónica y tradicional? ¿Y en esta caso atroz de violación de derechos humanos dónde están los gobiernos estatal y federal? ¿Acaso
tratando de convencer a los indígenas protestantes de su “perversidad” por convertirse a una fe que debe prohibirse a los indios e indias?
Además de su afán en otorgar millonarios apoyos para fomentar el turismo religioso (católico, por supuesto), el gobernador jalisciense podría sugerir a los diseñadores de la ruta un alto de los tours en Tuxpan de Bolaños. Allí los turistas que recorrerán,la por mí llamada, Ruta de la intolerancia, podrán solazarse al comprobar lo que sucede con los indígenas huicholes herejes. Otro punto del periplo bien podría ser Ahualulco, donde el 7 de abril de 1874 una turba arengada por el párroco Reynoso asesinó al misionero protestante John L. Stephens y su acompañante Jesús Islas. Componente esencial del recorrido sería la heroica gesta, así la consideran los conservadores clericales, de los Cristeros (1926-1929) en la zona de Los Altos de Jalisco, donde atacaron y descarrilaron trenes, desorejaron y empalaron maestros al grito de ¡Viva Cristo Rey!
Los huicholes bajo amenaza de expulsión saben que los tradicionalistas hablan en serio. En el pasado reciente fueron violentamente desarraigados de la zona varios indígenas evangélicos, “esto se encuentra en la historia y archivos de dependencias gubernamentales y no gubernamentales”; asientan en el escrito ya citado. Su situación es precaria, ya que por años han debido resistir los crecientes actos de intolerancia, al mismo tiempo que comprueban el desamparo producto de la inacción de las autoridades en garantizarles el respeto a sus derechos.
Como su antecesor en la gubernatura de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, también del Partido Acción Nacional, Emilio González ha recibido recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos por el caso de los huicholes evangélicos, y hecho caso omiso de las observaciones del organismo. La actuación de ambos ha sido coincidente en fallar al garantizar la libertad de creencias y culto a los indios que se obstinan en creer que tienen derechos y los defienden
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