En el servicio cristiano ocurre lo mismo. El que tiene dinero hace planes, estructura un presupuesto, se proyecta, se promueve a través de un bien elaborado programa de publicidad, alcanza fama y asciende en la escala de valores que manejan él mismo y los demás. Y, por supuesto, tiene todas las posibilidades de lograr sus objetivos.
Con recursos, muchas veces nos sentimos tentados a prescindir de la fe. Total, las cuentas se pagan con dinero y si lo hay a qué preocuparse de lo demás.
Hay organizaciones misioneras, como la Misión Latinoamericana (Latin America Mission, 1921- ) que son movimientos de fe cuya proyección ministerial será más o menos agresiva dependiendo del grado de confianza y dependencia que sus ejecutivos y el resto del personal que la integran tengan de la provisión divina. Los movimientos nacidos a su sombra suelen desarrollarse dentro de estos mismos patrones.
Pero vivir por fe no tiene que ver, únicamente, con dinero.
Vivir por fe en la función cristiana es tener la seguridad de que lo que hacemos corresponde al plan de Dios y no al nuestro; es tener claro el llamado y el camino señalado para ir en pos de la meta. Cuando esto ocurre, sin importar los tropiezos y las angustias que se vivan en el proceso, los propósitos se alcanzarán, tarde o temprano.
Alguien quizás diga: «¿Y qué de Abraham que sí tuvo ambas cosas: fe y dinero?» ¡Enhorabuena, porque una cosa no excluye a la otra!
Vivir por fe en el servicio cristiano es, además, esperar que Dios tome la iniciativa en ciertos aspectos del trabajo, correspondiéndonos a nosotros saber interpretar en forma correcta lo que está ocurriendo o lo que está por ocurrir. Y complementarlo haciendo, en la mejor manera posible, la parte que nos toca.
Decimos todo lo anterior para señalar un hecho que acaba de emerger, casi diría por sí solo, dentro de la experiencia global de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos, ALEC. Y que nosotros estamos interpretando como una de las astutas estrategias a las que Dios nos tiene medio acostumbrados.
Para ponernos en la perspectiva correcta, digamos que una de las metas troncales de ALEC es quitarle algo de protagonismo a los medios seculares de comunicación de masas especialmente en aquellas áreas donde el blanco preferido son las mujeres, la niñez y la juventud.
En sus diez años de vida ALEC nunca ha dejado de tener sus ojos puestos en este propósito. Estamos convencidos que alguien tiene que hacer algo a favor de las generaciones que vienen tras nosotros; y que para eso nos ha puesto Dios en el lugar en que estamos. Los medios comerciales y seculares poca conciencia tienen sobre el daño que se hace a nuestra niñez y juventud con la clase de programación que se les está ofreciendo a modo de entretenimiento. Ellos tienen sus ojos puestos en el
rating o, como lo llaman por ahí, en el opinómetro. Este aparatito, que sube y baja según sea el resultado de las encuestas que se llevan a cabo casi diariamente, determina qué programa sobrevive y qué programa sucumbe. Y sobrevive no el mejor sino el que logra un más alto porcentaje de aceptación entre el público televidente que por lo general vota sin ir más allá de lo simplemente entretenido o lo que está de moda.
Nuestro amigo, ya fallecido, Jorge Porcel, en uno de sus últimos
shows que presentaba desde Miami, salía casi cada noche, muy suelto de cuerpo anunciando que el
rating de su programa no paraba de subir. Sin embargo, su
show con las famosas gatitas duró poco. O no era precisamente cierto lo del ascenso de la aceptación por parte del público televidente o los ejecutivos terminaron por cansarse de ver a tanta gata semidesnuda haciendo noche a noche casi lo mismo.
El conocido conjunto musical humorístico argentino, Les Luthiers tiene, en su abundante repertorio, una referencia al lugar que ocupa en la programación de la televisión de su país (léase hispana) la cultura, el arte y los valores éticos. Anuncian, en su programa «Televicio» su segmento cultural «en su horario habitual de las tres de la mañana». Nos reímos con la ocurrencia, pero la broma contiene una gran verdad: en la televisión comercial no hay mucho espacio para los valores que exalten el espíritu pero sí para la basura que se puede contar por toneladas. Y que se vacia sin misericordia, día y noche, sobre las mentes en formación de nuestros niños y jóvenes.
Pues, en medio de este panorama, ALEC ha sido consciente de su llamado y de la visión/misión que justifica su existencia. Sin embargo, también es consciente de que a estos goliats que gritan y gesticulan ante los ojos desorbitados de nuestra niñez y juventud no hay forma de hacerles daño con los recursos con que contamos. Se necesitaría un ejército de ejecutivos y de profesionales y miles y millones de dólares para entrar a competir con ellos. Ante esta cruda realidad, no nos queda otro camino sino el de vivir por fe; es decir, creer que Dios de alguna manera proveerá la forma para enfrentar a estos gigantes y que lo que a nosotros nos corresponde es confiar sin desviarnos de los objetivos. Y esperar. Con la honda lista y en ella, la piedrecilla que los golpeará en plena frente.
Hace solo unos días estuve en la ciudad de Antofagasta, en el corazón del desierto de Atacama, en Chile. Ya he mencionado algo sobre esta visita. Falta, sin embargo, mucho más por decir, lo que irá surgiendo a medida que los trabajos preparatorios del seminario-taller programado para septiembre de 2010 vayan mostrando nuevas facetas de la singularidad de su gente y del entorno maravilloso del Norte Grande chileno.
Sin embargo, y aquí llegamos al tema que nos interesa tocar en esta oportunidad y que nos parece algo que corresponde al plan de Dios más que a una ocurrencia humana. Inquietos por la necesidad de poner la literatura que ALEC va produciendo en manos de las personas a las cuales está dirigida,
los miembros del comité local de ALEC han empezado a trabajar la posibilidad de llegarse a las autoridades educativas de la Región de la que Antofagasta es capital y plantearles lo ventajoso que sería para el desarrollo integral de los estudiantes que adopten nuestros libros como requisito curricular; es decir, que los profesores de las materias afines establezcan como parte del plan de estudio la lectura de las novelas, cuentos y relatos escritos por la gente de ALEC.
Cuando se planteó esta posibilidad hubo consenso en el sentido que sería muy posible encontrar una acogida favorable en los niveles superiores de enseñanza en la II Región del país.
Nosotros en ALEC, sorprendidos al ver surgir algo que no esperábamos pese a que es una de nuestras grandes esperanzas, volvimos de inmediato nuestro pensamiento al hecho que, de distintas maneras, Dios ha venido manifestando que éste, el de formar escritores hispanos que produzcan literatura sencilla pero de altura, es un plan suyo. Y que, por tanto, él está comprometido a llevarlo adelante metiendo su mano allí donde la nuestra es demasiado pequeña o inhábil.
Recordamos, por ejemplo, la forma en que se produjo, se publicó y se vendió nuestra primera obra,
Las torres gemelas: su destrucción y su mensaje (2002); o, cómo Dios proveyó, en forma casi milagrosa, el dinero que requeríamos para publicar, cuatro años después (2006), los siete volúmenes nuestra Colección Primicias; y cómo pudimos devolver dentro del plazo que se nos fijó el dinero facilitado a modo de préstamo sin ningún tipo de interés; o cómo se nos abrieron las puertas para llegar a ser parte oficial de la Feria internacional del libro y la música cristianos, EXPOLIT (2003); o cómo Dios fue reclutando a un grupo selecto de profesionales que, generosamente y sin cobrar un solo centavo, han venido constituyendo el equipo de profesores, mentores y asesores con los que ALEC cuenta para llevar adelante su trabajo. Si todo esto que mencionamos, y otras cosas más no son reflejo del quehacer de Dios, que alguien nos diga qué es.
Es cierto. Si alguna vez se nos pasó por la mente la idea de penetrar el sistema educacional de nuestros países con la literatura que estamos produciendo, fue tan fugaz que no dejó huellas. Debemos reconocerlo hidalgamente; sin embargo, como decimos más arriba, nunca ha dejado de ser ésta una de las metas a la que ALEC intenta llegar con cada uno de sus esfuerzos. Ahora existe la posibilidad que la II Región de Chile, con la ciudad de Antofagasta como capital, sea el primer lugar del mundo hispano en que nuestros libros se transformen en un requisito para que los estudiantes de secundaria aprueben el curso de literatura.
La historia, sin embargo, no finaliza aquí. Después de Antofagasta, y en nuestro viaje de regreso a casa, nos detuvimos una vez más en Lima. Allí nos esperaba un grupo de los miembros activos de ALEC, incluyendo a una docena de ellos que están empeñados en escribir su primera novela dentro del plan que les hemos esbozado. Esa noche, viernes 29 de junio de 2009, los alecistas peruanos nos tenían una sorpresa especialmente grata: una tertulia literaria en la que se leyeron poemas, cuentos y trozos de novelas, todos de su autoría. Durante una hora y media, además, la actividad se transmitió al mundo a través de una radioemisora que usa la red de Internet.
Al informarles de los resultados de nuestra visita a Chile, les compartimos el interés de intentar poner nuestros libros como lectura curricular en el sistema educacional de la II Región del país. No bien hubimos expuesto esta idea, surgieron voces en el sentido que idéntica posibilidad habría en Lima.
¿Se imaginan ustedes la literatura producida por nuestros autores integrada en los planes educacionales de nuestros países? ¿No creen que difícilmente podríamos encontrar algo más parecido al plan de Dios para que la piedrecilla lanzada por la débil ALEC dé en plena frente de estos gigantes que por ahora parecen invencibles?
Les invito a que unamos nuestras voces en oración para que, comenzando con Antofagasta y Lima, Dios nos abra puertas en otros de nuestros países de habla hispana.
Vivir por fe es aceptar lo que no entendemos como parte de la contribución que Dios hace a las tareas que nos encarga llevar a cabo y para las cuales nuestras posibilidades quedan cortas.
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