Me espera en el aeropuerto de Tuxta (aunque en realidad está situado en el municipio de Chiapa de Corzo) un gran amigo y hermano, José de la O., compañero de lides en nuestros años universitarios, y me lleva a San Cristóbal de Las Casas, la antigua capital de Chiapas.
He venido para hacer una serie de artículos acerca del estado actual de la realidad sociorreligiosa de la entidad. Desde varios frentes me han llegado versiones encontradas.
Algunas voces externan que está resurgiendo la intolerancia religiosa hacia los protestantes/evangélicos en distintas partes de la intrincada geografía chiapaneca. Otros opinan que no es así, más bien al contrario,
y afirman que hay mejores condiciones para los distintos credos que tienen expresiones organizadas en Chiapas. No faltan quienes sostienen que las cosas siguen con la tendencia de hace años, es decir, con casos de hostigamiento y persecución pero focalizados en comunidades que con el tiempo, y por las circunstancias, se ven obligadas a aceptar a la diversidad. Mi intención es entrevistar a representantes de las distintas corrientes interpretativas. Y de sus opiniones nos ocuparemos en nuestras siguientes colaboraciones para Protestante Digital.
Lo evidente y que cualquier observador sensible puede comprobar es que en Chiapas la transformación religiosa avanza. Por todas partes se expanden las llamadas “iglesias independientes”, que aunque protestantes/evangélicas en sus creencias, no tienen relaciones orgánicas y de supervisión con las conocidas como iglesias históricas (presbiterianas, bautistas, metodistas, entre otras). Las independientes responden a necesidades locales, su liderazgo es casi exclusivamente autóctono, su teología brota de lo que descubren en la Biblia y su aplicación a los problemas cotidianos. Se han beneficiado del trabajo de los traductores de la
Biblia a las lenguas indígenas, aunque ello no ha significado hacer a un lado Las Escrituras “en castilla”.
Poco antes de redactar esta “colaboración express” estuve en una de esas iglesias independientes. Se localiza en las cercanías de Betania (la colonia de expulsados evangélicos tzotziles formada hace casi treinta años), en el municipio de Teopisca.
Un grupo de hombres se encontraba muy atareado en la construcción de un sencillo templo, para unos 250 congregantes. Las mujeres habían ido a comprar materiales de construcción. Llegaron y vi que una de ellas iba al volante de la camioneta, las demás descendieron, y junto con otros varones, descargaron el vehículo
. Le pregunté a uno de los dirigentes sobre el por qué una mujer conducía la camioneta de carga (tarea exclusivamente masculina en las comunidades indígenas tradicionales); me respondió directo y sin ambages: porque somos cristianos y creemos que todos y todas somos iguales.
Las fotografías que acompañan (¿no será al revés?) a mi escrito dejan testimonio gráfico de las tzotziles evangélicas que no necesitaron del feminismo para trastocar las rigideces culturales, con su entendimiento de la Biblia fue suficiente.
Nuestro recorrido apenas empieza. De sus diversas estaciones, obstáculos, retos, descubrimientos y comprobaciones queremos dar cuenta en la serie hoy iniciada. Mientras tanto voy a conversar con otros de mis amigos cultivados acá, aromáticas tazas de café de Los Altos de Chiapas nos esperan al ritmo de
Ojala que llueva café en el campo, de Juan Luis Guerra, y en la versión de Rosario.
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