Reciente y providencialmente,
ha salido a la luz -al final todo sale a la luz- la evidencia de lo que parece un fraude de ley llevado a cabo en clínicas abortistas. En medio de la anestesia que nos rodea, no miremos a otro lado. Esto es lo que hay: restos fetales (o sea, humanos) en la basura, facturas de trituradoras conectadas al desagüe, certificados médicos como cheques en blanco, dando testimonio de que -extraña epidemia- más del 90% de los abortos son por “grave riesgo físico o psíquico para a madre” … el ya famoso doctor Morín (que por una letra no es “Morir”) encausado y muchas investigaciones abiertas por fin, hasta que el juez dicte sentencia.
Al otro lado, la sistemática distorsión de la verdad, por parte de muchos interesados que tildan a todo esto de “nueva inquisición” mientras predican legislando, en su púlpito laicista, tolerancia cero con temas ciertamente importantes, como, por ejemplo, el tabaquismo, con el fin de defender la salud ... de aquellos a los que sí se nos trajo a este mundo.
El otro día, en el foro digital de un periódico de gran tirada nacional, leí que un lector defendía el derecho de la mujer al aborto escribiendo que “para ser persona hay que ser libre”, a lo que yo contesté “para ser persona hay, primero, que
permitir ser …” que es a lo que no tendrán derecho el casi millón de vidas humanas que hemos eliminado en España desde que se despenalizó el aborto en 1985. Más que en la guerra incivil. En radio nacional, hace semanas, defendiendo el aborto, una mujer contaba su testimonio diciendo que, por supuesto, en el momento en que supo que estaba embarazada, decidió abortar cuanto antes. Le traicionó el chivato inconsciente cuando dijo: “
decidí hacerlo antes de que me encariñara” poniéndose así al descubierto, al reconocer implícitamente que hay algo más
que su solo cuerpo: hay una vida gestándose dentro de ella, que no deja indiferente a quien la lleva, y … con “riesgo” de vinculación afectiva. Eso es lo que me ha dicho más de una paciente cuando, al solicitarme ella el aborto, le planteo yo, entre otras cosas, dar al futuro niño en adopción: “-no, no … porque luego me encariño”. Qué sociedad tan enferma, que prefiere matar a encariñarse. Como dice De Prada, prohibimos por ley dar un cachete a un niño, porque “el progre, ese tío que ha logrado hacer pasar su cinismo por filantropía… tal vez en el llanto de esos niños cacheteados oiga el llanto mudo de los niños que arrojó a la trituradora cuando aún no daban la talla … “ (2) Sigamos orando, alzando la voz y actuando. Es cierto que en la tesitura de un embarazo no deseado, la mujer está en ocasiones sola, abandonada e indefensa. Pero la rápida salida del aborto es la puerta falsa. Por eso, si se consigue que se haga una ley sin más restricciones que unos ciertos plazos, el aborto se afirmará como un método de “planificación familiar” más: un auténtico aborto libre. Es necesario que nuestros políticos pongan medios para que la mujer disponga de ayudas económicas ante el embarazo, que se creen estructuras sociales de apoyo, y que los métodos anticonceptivos sean gratuitos. Esto es más importante que financiar el cambio de sexo.
No obstante, qué diferente y única en el mundo es la perspectiva cristiana de la vida.
Tengo en mente ahora algunas parejas cristianas, anónimas para la mayoría y muy conocidas para el Dios de la vida, que han traído al mundo a hijos con malformaciones, sabiéndolo. Su testimonio para mí es casi un terreno sagrado ante el que descalzarme y un motivo de gratitud profunda a Dios. Oro por ellos. Oremos por ellos. Su situación no es nada fácil: de hecho, algunos de esos niños murieron y ya están con el Señor libres de taras, otros están sufriendo, otros salen adelante con dificultades… y todos nos dolemos cuando contemplamos casos así y gemimos con más fuerza junto con toda la creación deseando que llegue la redención final.
Pero son, para todos nosotros un ejemplo de sal y luz en este entorno oscuro y maloliente. Porque sus padres les aman, se entregan a ellos desgastándose, porque reconocen al ser humano digno porque Dios lo creó.
Y esto nos centra en recordar la esencia del amor cristiano: que hemos reconocido, cada uno de nosotros, nuestras propias taras e incapacidades ante un Dios santo, pero a la vez hemos palpado su amor, sellado de una vez por todas en la cruz de Cristo. Puedo amar porque soy amado por Él, y además puede fluir Su amor a través de mí.
¿Matar para no encariñarme? No. No hay verdadero amor sin sufrimiento. Amar y darse … que además … luego vendrá la alegría de encariñarse.
Artículo publicado originalmente por Orlando Enríquez en la revista
Edificación Cristiana, n. 232, p. 10 (enero-febrero 2008)
(1) Julián Marías. Entrevista publicada en La Razón el 25 de noviembre de 2003.
(2) Juan Manuel de Prada. Niños sin rostro. Artículo publicado en ABC el 22 de noviembre de 2007.
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